[Gun: (sustantivo). arma
Inks: (verbo, 3ª persona singular) entintar, emborronar]
(A mi entender resuenan armas)
Leo era curiosa y estudiaba ciencia patacriminológica en casa
hasta altas horas de la noche, solita con sus apuntes, oh oh oh
Diego Esparza, a punto de licenciarse en psicología, la llama por teléfono
¿Puedo llevarte al cine, Leo, oh oh oh?
pero mientras ella se arregla para salir...
llaman a la puerta
Bang, bang, bang, bang, el martillo de plata de Esparza cayó sobre su cabeza
Bang, bang, bang, bang, el martillo de plata de Esparza se aseguró de que estuviera muerta
El hombre del martillo de plata
(Maxwell's silver hammer)
01 La Felicidad es un arma caliente (II)(Martes 11 de diciembre, 09:48)
Necesito algo porque me estoy derrumbando
Necesito algo porque me estoy derrumbando
Madre superiora, desenfunda el arma
Madre superiora, desenfunda el arma
(Happiness is a Warm Gun, version Antologhy 3, disco 1)
El suelo es blanco y reluce bajo los fluorescentes del techo. Es de baldosas cuadradas y está limpio. No, limpio no, está muy, muy limpio. Ve sus pies colgando desde la camilla y se da cuenta de que no hacen sombra. Los balancea alternativamente, le hace gracia que abajo no se refleje nada. Es raro. Curioso. Ahora que lo piensa en los aeropuertos tampoco se hace sombra, no sabe que bombillas serán pero molan.
- ¿Te hago daño?
- No
No le hace ni gota de daño. Ni siquiera es consciente de que le están zurciendo la cara. No le duele absolutamente nada. Se siente bien. Mientras terminan de darle puntos en el pómulo se dedica a contar las baldosas del suelo una vez más. Ya lo ha hecho tres veces pero le parece una idea cojonuda volver a hacerlo. Siente la necesidad de contar cosas. No sabe porqué, a él nunca le ha dado por contar las cosas, pero el caso es que hoy contar sienta de puta madre. Le hace sentirse estupendamente bien, aunque no menos raro, y raro se siente un rato largo.
Se siente ratito, rarito-raro. Raro de cojones. No sabe qué le pasa exactamente. Es como si se hubiese fumado un canuto bien cargadito. Hace mucho que no se fuma un peta, lo mismo se ha fumado uno antes y por eso se siente así de raro. Si se lo ha fumao no se acuerda.
Con peta o sin él, es hora de contar. Hay veintiocho baldosas en el lado más largo, y veinte por el más corto. Hace el cálculo mental. No se le dan bien las mates, pero la cuenta es muy fácil y ya la ha hecho tres veces antes. Solo hay que hacer veintiocho por dos. Dos por ocho dieciséis y me llevo una, dos por dos cuatro y una cinco. Luego le pones un cero de propina y punto pelota. Quinientas sesenta. Lo sabe hacer él y no es un lumbreras, así que es fácil, fácil. La única excusa para no saber hacer esa multiplicación de cabeza es ser un mono o un niño límite.
Quinientas sesenta baldosas. Son muchas baldosas. Más de quinientas y menos de seiscientas. Pensamiento de Perogrullo, sí, pero es verdad. Quinientas sesenta baldosas blancas limpias, relucientes y desinfectadas bajo sus pies. Quinientas sesenta baldosas y ni una sola sombra sobre ellas. No sabe qué le pasa con los números, pero ahora le da por pensar que le apetece saber los metros cuadrados de la habitación. Quién sabe, eso podría ser muy útil más tarde. Nunca se sabe qué información es útil y cual no. Es muy fácil ver los metros cuadrados. Superficie es igual a lado por lado. Mates de segundo de EGB. Ya no hay EGB, ahora eso se llama ESO, valiente gilipolléz de nombre. No sabe a qué equivale segundo de EGB en la ESO, pero da igual, superficie sigue siendo lado por lado. Unas cosas cambian, otras no.
Si cada baldosita inmaculada, aséptica y sin sombra mide medio metro de lado, y eso le parecese, pues veintiocho se transforma en catorce, veinte en diez. Catorce metros por diez metros, y esa cuenta es tan fácil que la sabría hacer hasta un mapache llamado Hache que viva en los montes Apalaches. Ciento cuarenta metros cuadrados de asepsia sin sombra.
Es un friki de cojones por pensar en estas cosas. Friki de los que van a los concursos de la Dos, pero más friki es que se ponga a pensar en cuántas mesas de billar cabrían en la sala. En esta sala limpia, sin sombra y aséptica cabrían como ochenta y pico mesas de billar. Si se hacinasen, claro, y por supuesto no se podría jugar en ellas, y una mesa de billar en la que no se puede jugar no vale una mierda... pero caber, lo que se dice caber, cabrían. Nadie en su sano juicio metería tantas mesas de billar si no se puede jugar en ellas, solo algún colgado para batir algún record estúpido. La gente suele hacer cosas extrañas. Él mismo hace cosas extrañas, cuenta cosas como hacía Rain Man en esa peli tan guapa.
- El golpe de la cabeza ha sido bastante fuerte, vas a estar con dolor de cabeza unos cuantos días, pero no tienes ninguna fractura y, afortunadamente, no hay lesión de ningún tipo en el cerebro. La exploración neurológica es normal, pero...
- ¿Entonces me puedo ir ya?- no sabe bien dónde se quiere ir, pero ya se ha aburrido de estar ahí, ya no quiere contar más.
- Si, puedes irte, pero no hagas ningún esfuerzo, y al menor signo anormal, como dolores demasiado intensos, confusión mental o problemas de visión te vienes corriendo a urgencias. De todos modos, como supongo que te quedarás aquí un buen rato, me gustaría repetirte la exploración en un par de horas.
Se encoge de hombros.
- Bueno, vale
No entiende porqué ese tío supone que se va a quedar en el hospital, es bonito pero no como para pasar el rato haciendo turismo. Tampoco le hace gracia que le vuelvan a mirar, pero no protesta, no tiene ganas de protestar. Está cansado, se acaba de dar cuenta de eso.
Está muy cansado. Se encoge otra vez de hombros sin rechistar. Hoy no rechista, ni siquiera ha dicho ni mú cuando le han hecho esas pruebas que se les hacen a los chimpancés para ver si son los más listos de su clase. Ha tenido que seguir deditos de un lado a otro, le han mirado los ojos, y ha soportado un montón de tonterías y preguntas estúpidas sin quejarse ni una sola vez.
Tampoco ha dicho nada mientras le hacían fotos, no sabe porqué nadie en su sano juicio podría querer tantas fotos de él, de su cabezón, de su pómulo y de su ceja. Una cabeza y un pómulo recosidos tampoco son tan especiales. Se siente raro, no sabe porqué no ha rechistado, sabe que normalmente no se hubiese dejado. Algo rarísimo le pasa hoy, el caso es que no sabe qué.
- Ahora vendrá un enfermero para darte algo para el dolor de cabeza. Ah, otra cosa...
Se siente un poco ido, pero el cambio de tono no se le escapa.
- Los policías de ahí fuera me han dicho que tienes que quitarte la ropa y meterla en esta bolsa.
El hombre le enseña una bolsa grande y negra que parece de basura. No entiende porqué tiene que meter la ropa en esa bolsa, vale que no va vestido precisamente de Armarni, pero tampoco está tan mal. A él le gusta su ropa. Lleva una camiseta muy chula.
- ¿La ropa?
- Si, supongo que las necesitan para la investigación.
No entiende de qué le habla, pero sigue sin ganas de protestar, decide dejarlo correr.
- ¿Tienes algo que ponerte?
- Pues no lo sé.
¿Tiene algo que ponerse? Pues en el coche debería tener una muda de ropa, pero no se acuerda cómo ha llegado a este sitio. No se acuerda si ha venido en coche, en autobús, o como coño. Da igual. No le parece importante. Está aquí y eso es lo que cuenta.
- Bien, no te preocupes, un celador te traerá algo que ponerte, tú espera aquí.
- Vale. ¿Las zapatillas también te las tengo que dar?
El hombre le mira como si le hubiese preguntado algo dificilísimo.
- Eso no lo sé, no me lo han dicho.
- Es importante saberlo porque si se las doy, me tendrás que traer algo para los pies, ¿no?
Es una cuestión bien simple, no hace falta ser ingeniero aeroespacial.
- Bien, bien, tranquilo, lo preguntaré
- Uso un cuarenta y dos.
Vuelve a bajar la mirada. Ahora le vuelve a apetecer seguir contando baldosas. Siente que justo eso es lo que debe hacer. Una, dos, tres, cuatro... Esto es muy raro porque, ahora que lo piensa, no se acuerda si cuando salió del hotel dejó la llave en recepción.. claro que tampoco se acuerda exactamente de qué cómo ha llegado aquí, y si de no acordarse y no saber hablamos, pues tampoco tiene muy claro dónde es "aquí". No sabe si esto sigue siendo Barcelona. Barcelona es lo último que recuerda, un hotel muy chulo en las ramblas. Desde luego el médico de las preguntas tontas no tiene acento catalán, pero eso no quiere decir nada.
Lo más raro del tema, es que tampoco le importa en exceso dónde está o dónde deja que estar. No le importa no ser capaz de recordarlo, algo le dice que mejor así. Eso si, hay una cosa que le gustaría recordar, ahora mismo no es capaz de decir si es este mes cuando se paga el impuesto de circulación o si el que se paga es el de bienes inmuebles. El de bienes inmuebles no tiene que pagarlo, el otro sí. Tiene que enterarse. No quiere multas. Las multas siempre son un coñazo. Recordar eso estaría bien.
- He preguntado y me han dicho que las zapatillas no es necesario que las des, tampoco la ropa interior.
Joder, no ha visto llegar a este hombre y lo tiene justo delante. Bueno, no lo habrá visto llegar porque estaría distraído pensando, pero ¿pensando en qué? Algo de una multa, o algo así. No está seguro. Da igual, el caso es que es mejor no tener que darle la ropa interior. Los calzoncillos que lleva puestos le gustan mucho y sabe lo que pasa siempre en estos casos, tú le das algo a alguien y ya no vuelves a verlo. No quiere perder estos calzoncillos, le gustan de verdad.
- Toma esto, creo que será de tu talla.
Este hombre no es el de antes, el de antes tenía cara de estirado, este hombre parece mucho más agradable. Le da una cosa que parece un pijama verde.
- ¿Me cambio aquí?
- Si, aquí puedes cambiarte tranquilamente. Te dejo una esponja nueva para que te laves un poco.
- Oye que creo que no huelo mal
El hombre le sonríe, cada vez le parece más simpático.
- No, no hueles mal, pero lavarte un poco es una buena idea. Te sentirás mejor.
Hay algo que quiere preguntar, pero no se acuerda de qué. Se queda mirando al hombre simpático. No encuentra la pregunta. El hombre simpático ya no sonríe, le mira muy serio, pero, aún así, sigue pareciendo muy simpático.
- Aquí tienes una toalla limpia y puedes usar este jabón líquido de aquí.
El hombre se mueve junto a un pequeño lavabo que hay a su derecha. El lavabo es de esos modernos. La consulta en la que está es muy bonita y huele a nueva. Está bien que los hospitales ya no sean deprimentes. No le gustan los hospitales, pero este está bastante bien. No da casi nada de miedo.
- Cuando te desnudes para lavarte, metes la ropa en esta bolsa, ¿vale?
- Qué empeño con que me lave, pero que si, que meto la ropa en esa bolsa. Te he oído a la primera. No soy tonto.
- Perdona. La bolsa con la ropa se la das a ese policía de ahí fuera.
Señala en dirección a la puerta que, aunque él hubiese jurado que estaba cerrada, está abierta de par en par. Ve un madero con el uniforme tan limpito que parece recién salido del tinte. El poli se parece a un defensa del Atléti. Qué feo es. Bueno los dos, el defensa y el madero. Ahora que lo piensa, el Atléti juega con el Getafe el jueves, a ver qué hacen estos mantas, seguro que empatan o pierden.
- Te dejo solo para que estés más tranquilo- le pone una mano en el hombro y le aprieta suavemente- Siento mucho lo que ha pasado.
Iba a preguntar qué es esto que tanto siente, pero para cuando ha querido hacerlo, el hombre simpático ya se había ido y cerrado la puerta detrás de él. Jodó, o el tío se mueve como Flash Gordon, o él tiene los reflejos iditotizados. Va a ser que es cosa suya.
Baja de la camilla con cuidado, al moverse se da cuenta de que el cuerpo le duele como si le hubiesen dado una paliza. Coño, se le ha olvidado preguntar porqué está en el hospital. Está gilipollas perdido, ¿Cómo se le puede haber olvidado preguntar algo así?
Lo suyo es de juzgado de guardia. Hoy parece que se le olvida preguntar todas las cosas importantes. No recuerda que le haya pasado absolutamente nada. No tiene ni puta idea de lo que ha pasado, pero el caso es que no le importa demasiado no saberlo. Se siente bien así como está, con la cabeza llena de pensamientos absurdos. Es como un colocón agradable y suavecito. Al final va a ser que de verdad se ha fumado un peta, que le ha sentado como el culo y que se ha pegado una hostia en plena calle. Joder, como haya sido eso, vaya palo. A su edad y con esas.
Se quita las deportivas negras con los pies, es una mala costumbre que tiene desde crío. Anda que no le habrán caído petas de su madre por eso. Qué si iba a darlas de sí, qué si eso no son modales.... Cosas de madre. No sabe si los calcetines son ropa interior o no, así que no sabe si tiene que quitárselos o no. Se los quita, que más da, puede vivir sin calcetines.
El suelo está frío. Al mirar hacia abajo ve que los vaqueros están sucísimos. Completamente llenos de manchas grandes y oscuras. Mira los lamparones con las cejas fruncidas, podrías ser de aceite de motor, de óxido, de chocolate... también podría ser otra cosa, pero a su cerebro no llega a determinar qué otra cosa. Le gusta mucho el chocolate, pero no recuerda haber estado comiéndolo, tampoco recuerda haber estado en ningún garaje o taller... Se agacha y olfatea las manchas. Ni es chocolate, ni es aceite. Huele a hierro oxidado. ¿Hierro oxidado?
Un pensamiento llega a su cabeza con la misma velocidad con la que se va. No llega a atraparlo pero le deja muy mal cuerpo. Se esfuerza en hacerlo volver. Una moto roja y negra¿Una moto le ha dao un viaje? No tiene ni puta idea, pero tiene sentido, le atropelló una moto o algo así, y con el golpe que se ha debido dar, el cerebro se le ha quedado más gilipollas de lo habitual, por eso no se acuerda de nada.
Se desabrocha los vaqueros, y al empezar a quitárselos los siente pegados a la piel. Frunce el ceño. Según van bajándose ve que los mismos manchurrones de la tela de los pantalones están en sus rodillas. Una cosa de color rojizo que hace que los pelos y la piel se queden pegados a la tela de los pantalones. El estómago se le descuelga un poco. Ecos de explosiones en su cabeza. Algo va jodidamente mal.
Se quita los vaqueros de un tirón. Las manchas ya no están son solo las rodillas, también en las espinillas. Es como si se hubiese puesto de rodillas en un charco de óxido. Se siente muy mal, muy nervioso. Óxido, óxido, óxido... Óxido de hierro. Hierro oxidado. La sangre tiene hierro. La sangre huele a hiero. Sangre seca.
Está cubierto de sangre seca. La angustia escala desde el estómago hasta el paladar. El corazón empieza a latirle muy rápido. Se quita la camiseta de un tirón bestial. Más manchas en los brazos y en el estómago.
Tiene el cuerpo rosa. Como un cerdito. Un cerdito rosa, con el cerebro hecho gelatina de fresa. Él no tiene más heridas que las de la cara. Esa sangre no es suya.
Se mira las manos. Tiene las uñas y los dedos llenos de esa cosa oscura y reseca. Los dedos empiezan a temblarle tanto que esa cosa que le empieza a revolver el estómago se vuelve borrosa. Deja de sentir el suelo helado bajo sus pies. Deja de sentir por completo. Se acuerda de todo. Una polla un peta. Una polla una moto. Una polla.
Golpe en la cabeza. Suelo frío y duro. Más golpes. Sangre en la boca. Levantarse. Caerse. Disparos a lo lejos. Borroso. Silencio. Otro disparo. Silencio. Todo negro. Despertarse en el suelo. Dolor de cabeza. ¿Resaca?. No. Sangre bajándole por la cara. Sangre en la cabeza. Sangre en la mano. Dolor. Le han golpeado. Arcadas. Vomitar. Leo. Leo en su cabeza. Levantarse y caerse muchas veces. Avanzar a gatas. Completo silencio. Amargo en la garganta. Latidos en los oídos. Latidos en la coronilla. Náuseas. Miedo. Piernas que se doblan. Vomitar de nuevo. Avanzar a gatas.
Llegar a la entrada de la casa. Tropezar. Levantarse. Tropezar. Caerse en el césped del jardín. Intentar levantarse. Pisarse la mano. Gritar llamándola. Silencio. Terror. Levantarse otra vez. Sentir. Intuir. Saber antes de ver. Avanzar a tientas. No poder moverse. Ver y no entender. Ver y no creer. No querer creer. Correr. Golpearse la cabeza contra algo. Escurrirse. Caerse sobre un charco resbaladizo y espeso. Sangre en el suelo. Sangre en sus manos. Sangre en sus pantalones. Sangre en todas partes. Ojos clavados en ojos. Ojos asustados. Ojos que entienden. Pánico. Respiraciones a trompicones. Gotitas de sangre salpicándole la cara. Sangre caliente. Una mano helada. Bloquearse. Reaccionar. Humedad caliente y espesa entre los dedos. Ojos que se van poco a poco. Gritar. Un móvil que se escurre. Teclas bailando delante de sus ojos. Tonos de llamada que no se acababan. Voz que no sale de su garganta. Preguntas que no sabe responder. Angustia. Ojos que ya no le ven. Respiración que ya no esta. Miedo. Gritar. Silencio. Tocar. Silencio. Terror. Latidos que no son. Horror. Tiempo congelado. Pánico. Gente de amarillo. Brazos que le llevan a rastras de su lado. Blanco.
Todo se vuelve extraño, es como hace unos días en ese despacho de los juzgados pero multiplicado por mil. Es como si ese cuerpo que coge la silla que tiene delante y la tira contra la pared no tuviese nada que ver con él. Ni siquiera oye el ruido que la silla hace. Se queda con los puños apretados a ambos lados del cuerpo y respirando como si se fuese a ahogar. Empieza a temblar de pies a cabeza. Da dos pasos hacia atrás, se da contra una pared. Nota los azulejos helados contra su espalda, se deja resbalar hasta caer de culo al suelo. No siente absolutamente nada. Está vacío. La puerta se abre de golpe, el policía del uniforme impoluto se asoma con cara de espanto.
- ¿Qué está pasando aquí?
No le mira, pone las piernas contra su pecho y cierra los ojos. Esto es una pesadilla, no puede ser otra cosa. Una puta pesadilla con olor a hierro oxidado.
- ¿Qué está pasando?
Sin levantar la cara de las manos señala a la ropa tirada en el suelo.
- Lárgate de aquí, coge tus putas pruebas, y lárgate de una puta vez
- Voy a avisar a alguien- tiene voz de pasmao.
- Qué te las pires hostias, que te las pires! que te vayas a tomar por culo! Qué cojas las putas pruebas y qué te largues- no grita, berrea como un animal al que estuviesen matando- Qué me dejes en paz! Hostia puta!
Levanta la cara de sus manos y taladra a ese tío con la mirada. El madero no dice ni media más, mete la ropa tirada en el suelo a toda prisa dentro de la bolsa, y sale cagando hostias de la habitación. Mira al frente, a la puta silla en el puto suelo inmaculado. Se mira la palma de la mano. Cada pliegue, cada línea, cada montículo marcado como por tinta granate oscuro. Se queda mirando la pared de enfrente totalmente ido.
02 Corre por tu vida (Martes 12 de diciembre, 10:01)
Todo lo que digo, lo digo de verdad
Cariño, estoy decidido
Y preferiría verte muerta,
Así que sería mejor que corrieses por tu vida, niñita
Esconde la cabeza en la arena, niñita
Te pillé con ese hombre
Y es el final, ah, niñita
(Run for your life)
Él está acostumbrado a hacer cosas que no son bonitas. Ha mentido, ha ocultado algunas pruebas y plantado otras, ha metido a inocentes y sacado culpables de la cárcel. Ha hecho cosas horribles pero nunca antes había matado a nadie a sangre fría. Hoy lo ha hecho. Hoy ha pasado de repugnante policía corrupto, a repugnante asesino, también corrupto. Este paso que ha dado no tiene marcha atrás.
Cuando todo el asunto les estalló en las manos no pensó que iban a tener que llegar a este punto. Matar no estaba en los planes de nadie. Hace un par de semanas las cosas parecían relativamente sencillas. Solo era cuestión de ser cauto, esperar primero y actuar después.
Corso sospechaba de Vázquez, pues bien, solo había que dejar que las cosas siguieran su curso, lo que es más, colaborar con Corso en la detención, más tarde había que conseguir que Vázquez saliese bajo fianza y sacarle del país aprovechando la menor oportunidad. Eso era todo, nadie tenía que morir.
La muerte nunca es un negocio agradable, siempre es el último recurso, al menos para él. A Vázquez no había que matarle. Todo lo contrario, había que protegerle de los largos brazos de las justicia. Protegerle era lo correcto, se lo había ganado después de muchos años trabajando y protegiendo los intereses del Grupo. Se lo merecía. Todos confiaban en su discreción, su valía y su lealtad. Ahora resulta obvio que todos habían entendido la película rematadamente mal.
Vázquez ha sido un individuo valioso, nunca nadie podrá negar eso, respecto a su lealtad la historia era bien distinta. A las luces de lo ocurrido, nadie duda de que les hubiese traicionado sin pestañear para salvarse a si mismo.
Lo supieron a las pocas horas de su detención cuando Vázquez bajó la cabeza, calló, aceptó el abogado de oficio y no intentó ponerse en contacto con ellos de ninguna manera. Eso podía significar varias cosas, bien que había aceptado su caída sin más, bien que confiaba ciegamente en que el Grupo acudiría a su rescate, bien otra cosa muy distinta. Vázquez era un hombre que fue capaz de inculpar a un amigo en un asesinato y de matar a la esposa de este con tal de seguir a flote, así que Vázquez aceptando que había caído no era una opción válida. Vázquez era un hombre para el que las palabras "confianza ciega" era solo el título de un reality show, así que tenía que ser una cosa bien distinta. Tenía que ser que Vázquez se sabía intocable, él tenía la certeza de poseer algo tan jugoso para un juez que en cuanto se la ofreciese sus pecadillos pasasen a un segundo plano. Estaba claro. Tenía que ser simple y llanamente traición. ¿Qué podía ser más jugoso para un juez que el Grupo?
No hizo falta pensar mucho para darse cuenta de que había una posibilidad muy real de que se estuviesen enfrentando al final de sus días. Durante mucho años Vázquez se ha ocupado de hacer desaparecer pruebas comprometedoras para el Grupo. El protocolo de acción a la hora de interferir en pruebas es claro, prueba interceptada, prueba destruida al instante. Evidentemente Vázquez se había saltado el protocolo, llevaba años guardándose ases en la manga, era así de listo, o así de estúpido, según se mire. Él debía verlo como un seguro de vida, en la realidad ha resultado ser un seguro de muerte.
La traición no tuvo lugar, ellos no dieron lugar, acudieron a su rescate, pero la intención había estado demasiado clara para todos. Ellos le sobreestimaron a él, y él les subestimó a ellos. Vázquez no contó con que él no es era el único que sabía leer en las acciones de la gente, tampoco con que su conato de traición le iba a salir tan caro. En este juego, la traición se paga, y se paga con la vida. Digan lo que digan, si hay honor entre maleantes.
La orden fue escueta y clara. Juan Manuel Vázquez debía morir. Mantenerle con vida sabiendo lo que había pretendido hacer. no era una opción, debía morir. Debía morir y le eligieron a él para encargarse del asunto. Hubo un tiempo en que las cosas no se hacían así, un tiempo en el que recurría a profesionales, pero después del fiasco de Gironella y Yakov, el Grupo decidió arreglar las cosas internamente. Supone que por eso le eligieron a él, hacerse cargo de asuntos internos es su especialidad.
No sintió gran cosa al conocer su cometido. Lo acató sin más como ha acatado todas las órdenes que le han dado durante todos estos años. Las órdenes no se discuten porque no existe la posibilidad de no cumplirlas. Lleva el suficiente tiempo en este asunto como para saberlo bien. En este mundo en el que vive, si no se hace lo que se espera de uno, puedes despreocuparte totalmente del futuro. No lo vas a tener, ni brillante, ni oscuro.
Al principio le resultaba muy duro hacer las cosas que le pedían, pasaba noches sin dormir pensando en el la vida de quién arruinaría su próximo encargo. Con el tiempo ha aprendido a ver sus trabajos como problemas matemáticos a resolver. Nada de nombres, nada de apellidos, simples letras. Este debía ser otro problema matemático más, una ecuación un poco más peliaguda que el resto, pero una ecuación al fin y al cabo. Ir a "x", usar "z" contra "y", poner "z" en "h". Después solo había que sentarse a contemplar el resultado. No ha sido así.
La ecuación se ha complicado más de lo previsto, han aparecido dos variables con las que no contaban. Variables con nombre y apellido que casi lo desbaratan todo. Ha sido poco menos que un milagro que haya sido capaz de resolver el problema que se la ha presentado, pero él siempre consigue resolverlo todo. Cueste lo que cueste, y, costar, esta ecuación ha costado mucho. Muchísimo.
Esto no ha sido un juego de manos como en otras ocasiones, ni de quitar un casquillo y poner otro, ni de borrar unas huellas y plantar otras, o de hacer la vista gorda. Este problema, esta ecuación, sangraba, gritaba, lloraba y suplicaba por su vida.
Desde luego que hoy no ha sido ni matemático ni prestidigitador. Hoy se ha convertido en un matarife y ya nada va a ser igual que era antes. Él no va a ser el mismo que era antes.
Le hubiese gustado contar con más tiempo para prepararse psicológicamente para el hecho de quitar fríamente una vida humana, pero no podido contar con ese privilegio. Las cosas se han precipitado. La tarea que hoy simplemente era de control y vigilancia, ha acabado convirtiéndose en un doble asesinato, esas son palabras mayores.
Ni siquiera ha podido llevar a cabo el sencillo plan original que no era otro que esperar a que Vázquez saliese de la zona vigilada por los hombres de Requena para recuperar los documentos comprometedores, seguirle con la ayuda del GPS modificado en su reloj, un tiro en la nuca y a otra cosa. Desagradable pero, como ha dicho, extremadamente sencillo.
Ha sabido que las cosas empezaban a ir mal cuando el puntito que representaba a Vázquez en el mapa de su ordenador portátil ha empezado a moverse a gran velocidad y se ha alejado de la zona de seguridad. Eso no debía pasar todavía. Se ha puesto inmediatamente en marcha y se ha encontrado siguiendo a un SEAT Ibiza granate por la A-2. Veía dos personas dentro pero no podía distinguirlas, se ha vuelto loco intentando pensar quién podría ser el acompañante de Vázquez, no ha sido capaz de pensar en ningún socio que Vázquez hubiese podido tener. Cuando le han informado de que estaba siguiendo un coche alquilado por Pablo Corso, no ha sabido bien qué pensar.
Las cosas en este punto estaban muy confusas, por un momento, mientras vigilaba la casa desde fuera, ha creído que Corso le iba a ahorrar todo el trabajo matando a Vázquez él mismo. No ha sido así. El disparo que esperaba no ha llegado, en su lugar, en un 207 rojo, ha llegado una chica morena. La compañera de Corso. Ha sido en ese momento cuando las cosas han pasado de confusas a desastrosas. Iba a tener que improvisar, y odia profundamente hacer eso, siempre ha pensado que nada bueno puede salir de la improvisación.
Ahora que todo ha acabado, se admite que cuando ha visto a La Chica, prefiere no pensar en su nombre, lo ha dado todo por perdido. Aunque ha entendido que Vázquez no podía salir vivo de esa casa bajo ningún concepto, se ha sentido desbordado por la situación, por unos segundos ha sido incapaz de ver cómo podría hacerlo.
Desde luego no era opción entrar en la casa dando tiros, hubiese sido capaz de matar a uno de ellos, pero el que quedase en pie le hubiese frito a tiros en menos de un segundo. No estaba tratando con novatos, lo que había dentro de la casa eran dos policías muy bien entrenados. La solución ha llegado en forma de cita de Julio Cesar. Divide et vinces. Divide y vencerás.
No ha necesitado mucho esfuerzo para encontrar una distracción adecuada para hacer esa división, a un tiro de piedra tenía justo a las personas que necesitaba. Dos tipos que no hacen preguntas de ningún tipo cuando le pones delante un buen fajo de billetes. No es la primera vez que tiene negocios con ellos, y si las cosas van bien, desde luego no será la última.
No le gustan, no aprueba su estilo de vida, son poco más que dos yonkies del siglo veintiuno sin ningún tipo de principio, no es que él sea un ejemplo de moralidad para nadie, desde luego no es el caso, pero eso no le impide que le disgusten de manera personal. Eso es lo de menos, lo único importante es que han tardado menos de cinco minutos en llegar y que ninguno de los dos ha tenido el más mínimo interés en saber quién era ese hombre al que tenían que hacer correr primero y abrir la cabeza después. Solo les importaba todo lo que iban poner meterse con esos billetes amarillos que les daba.
Entiende que es muy posible que cuando sean conscientes de en qué han participado realmente, cosa que inevitablemente ocurrirá, lleguen a convertirse en un problema. Llegado el caso, seguramente quieran más billetes y de los morados esta vez. Eso no es problema, si los quieren los tendrán. Si el posible problema no se soluciona con morados, llegado el momento, ya se verá cómo se soluciona. Una vez que te metes hasta el cuello en la mierda y empiezas a hacer cosas horribles, la inercia te sigue moviendo.
Gira el volante para tomar la calle de la misma manera que ha hecho hace un par de horas. Este coche es más grande que el de antes y casi golpea un faro contra el chopo de la esquina. Mientras maniobra para dar marcha atrás y coger bien la curva se intenta convencer a sí mismo de que no tenía alternativa. Intenta venderse a sí mismo que está demasiado comprometido como para haberse negado a hacer lo que le pedían. Se convence en parte, pero hay una voz al fondo de su cabeza a la que no impresionan con sus razonamientos y le dice que las mentiras más tristes son las que te cuentas a ti mismo. Siempre hay alternativas. La voz tiene razón. Está metido en este asunto tan feo porque hace años decidió tomar el camino fácil. Nunca tuvo que haberse mezclado con esta gente, no quiso asumir un error en su momento y lleva quince años pagando por él. Quiso llegar más alto que nadie y se ha hundido en lo más bajo.
Entró en la Policía con veinticinco años, poco después de haber acabado Psicología. Se presentó a la oposición para la escala ejecutiva, aprobó y directamente se convirtió en inspector. Se creía que ya lo sabía todo, se pensaba más listo que nadie. Veía a sus compañeros todos mayores y de menor rango, y se sentía superior. Se sentía infalible. Tardó solo seis meses en cometer un error catastrófico que arruinó su vida.
Era inspector, así que él no estaba para andar cacheando a gente en puertas de bares y no tenía tiempo para riñas de borrachos. Los tíos no parecían peligrosos, solo hasta las cejas de alcohol, la discusión tampoco era para tanto, dos hombres cagándose el uno en los antepasados del otro. Les cacheó por encima, deprisa y mal. No tenía tiempo, tenía que hacer cosas de inspectores, no de patrulleros. Les dio un aviso y se largó. No había andado dos pasos cuando oyó dos tiros.
Uno de los borrachos tenía una pistola e intentó matar al otro. No lo hizo porqeu estaba tan borracho que erró los tiros y las balas fueron a parar a la terraza del restaurante de al lado. Una mujer de treinta y cuatro años y su hija de tres murieron en el acto porque él era demasiado importante para molestarse en hacer un cacheo como Dios manda.
Con lo ocurrido tenían que haberle abierto un expediente por negligencia. Expediente que hubiese pesado sobre él de por vida y le hubiese cerrado todas las puertas a ascensos. Tendría que haberse pasado la vida limpiando váteres y cacheando borrachos pero eso no pasó. Su comisario consideró que un agente "tan prometedor como él no tenía porqué arruinar su carrera por un error, terrible, sí, pero error al fin y al cabo". Él le iba a ayudar a salir sin mancha de esa difícil situación. No le pidió nada a cambio, al menos no en ese momento. Tres meses después le pidió un favor personal, no hubo amenaza alguna, pero supo que no podía decir no. Después vino otro favor, y otro, y otro, y otro más. Siempre había más favores que hacer, cada vez más grandes, cada vez más peligrosos, cada vez menos legales, hasta que llego un punto en el que, sin saber cómo, estaba ocultando y falsificando pruebas.
Ya no era solo el silencio del comisario lo que le llevaba a callar, en algún punto del camino empezó a recibir un sobre por debajo de la mesa cada final de mes. Sobres muy rellenos que venían muy bien para darse cuanto capricho creyese oportuno.
El día que aceptó que su comisario le ayudase, vendió su alma al diablo y el diablo es un cabrón no acepta devoluciones. Si ahora intentase echarse atrás sabe cómo acabaría, y él no quiere morir bajo ningún concepto, aunque seguir con vida implique quitar otras vidas. El miedo a morir es más fuerte que todo lo demás. Es un miedo que jamás hay que subestimar.
Aparca detrás de un Picasso de la Policía. Apaga el motor pero todavía no sale del coche. Necesita un momento para coger valor y fuerzas. El miedo a morir jamás debe subestimarse, él tiene miedo a morir porque está convencido de que morir es la mayor putada que te pueda pasar. Morirse debe ser un asco.
Él sueña mucho con muertos, desde hace quince años ve en sus sueños a la mujer y la niña que por su estupidez acabaron con un tiro cada una. Llegan por la noche y le piden cuentas, bien, ahora ya no van a estar solas. Ahora tienen a dos muertos más para hacerlas compañía. Si quince años después sigue teniendo pesadillas con ese accidente, no sabe qué clase de sueños le esperan ahora porque esto no ha sido un accidente. Esto no han sido dos cadáveres con una diminuta manchita roja en la pechera de la camiseta, esto ha sido una película de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino. Planet Terror 2.
Al principio se ha manejado muy bien. Estaba sereno, ha entrado a la casa con el cerebro lleno de nada. Ha sido capaz de despojarse de todo pensamiento y sentimiento, y acribillar a dos personas con la misma frialdad que si fuese un robot.
La chica no ha llegado a ver el arma, no cree que se haya dado cuenta de lo que la estaba pasando hasta que ha dado con sus huesos en el suelo. Ella no ha hecho ni un solo ruido, solo le ha mirado con los ojos llenos de confusión y preguntas. Vázquez si ha hecho ruido. Mucho. Al principio estaba medio inconsciente pero se ha despertado completamente con el ruido de los primeros disparos. Al ver lo que le hacía a la chica ha empezado a gritar, a llorar y a suplicar por su vida. Incluso ha intentado salir corriendo, de poco le ha valido. Han dado igual las preguntas mudas de ella y los lloros de él, estaba en modo exterminador, no había nada en su cabeza más allá de su misión.
Cuando el cargador se ha acabado y todo ha quedado en silencio, se seguía sintiendo tranquilo. Ha recogido la mochila negra del suelo, ha comprobado que la caja fuerte estaba vacía, se ha asegurado de que Vázquez estaba muerto, y le ha quitado el reloj con el GPS modificado. Ya solo tenía que asegurarse de que ella también estaba muerta y salir de la casa. Estaba todo hecho, o eso creía él, porque el caso es que no lo estaba. Ella no se había ido, seguía ahí.
Ha sido estando arrodillado junto a ella, sintiendo bajo sus dedos el aleteo de mariposa que era su pulso, cuando el pánico ha hecho acto de presencia. Le han empezado a temblar las manos, el corazón se le ha acelerado, que ella estuviese viva, aunque era un contratiempo de fácil solución, solo tenía que usar la bala de la recámara, era un contratiempo que, simplemente, no debería haber ocurrido. No debía haber habido fallos y este era uno. No lo entendía, antes de entrar había visualizado en su cabeza todo lo que iba a pasar, y esto no pasaba. En su cabeza, ella moría desangrada en menos de un minuto, justo en lo que él tardaba en ocuparse de Vázquez y de cualquier posible prueba que necesitase su atención. En su cabeza él no tenía que enfrentarse directamente a las consecuencias de sus actos.
No entiende qué ha pasado, todo estaba pensado para que pasase así, no ha hecho nada al azar, todo estaba calculado para que cada bala fuese a parar conforme a la partitura en su cabeza, incluso se ha destrozado la muñeca para que el ángulo fuese perfecto. No debía haber cometido fallos, pero lo había hecho. Ha sido incapaz de llevar a la práctica el modelo sobre el papel. No es la máquina perfectamente engrasada que se precia de ser. No pasa simple chapucero con ínfulas. Estaba ahí agachado junto a La Chica, con la cabeza llena de asombro, miedo y reproches, cuando un relámpago de dolor ha brotado de su muñeca derecha y ha llegado hasta el hombro.
Ha entendido lo que acababa de pasar cuando su puño ya se había estrellado brutalmente contra la boca de ella. Ha sido un movimiento automático del que se ha arrepentido en cuanto ha sido consciente de haberla golpeado. No quería hacerla más daño. Simplemente se ha asustado, no se esperaba reacción alguna por parte de ella, mucho menos tan contundente como un mordisco. Aún no entiende cómo, pero la chica, ha sido capaz de clavarle los dientes de una manera tan brutal que ha traspasado cazadora, camisa, piel, músculo, y casi ha llegado al hueso.
El pánico se ha desatado cuando, con el puño aún en alto y temblando de pies a cabeza, sus ojos se han encontrado con los de ella. En ellos ya no había asomo de confusión, tampoco había súplica o miedo, solo tal rabia y desafío que un escalofrío le ha recorrido de arriba a abajo.
Ha sido entonces cuando los infiernos se han abierto y ha sido plenamente consciente del horror de lo que acababa de hacer. Le ha sido imposible seguir ignorando toda la sangre a su alrededor, que acababa de asesinar a un hombre con las manos esposadas a la espalda, y de que una chica, que no pintaba nada en esta historia, estaba muriéndose porque él había decidido que no podía permitirle seguir con vida por haber cometido el terrible pecado de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
La ha mirado y, por un momento, ha dejado de ser La Chica y se ha llamado Leo. Ha pensado en que seguramente Leo habría dejado cosas por hacer para mañana, que seguramente había quedado con alguien el viernes, o que pensaba ir a comprar el sábado, que había películas que querría ver, libros que querría leer, gente con la que querría hablar. Ha pensado que hoy era el último día de su vida y que ella no lo había sabido. Ha sido demasiado.
Qué cerca ha estado de sacar el móvil y pedir una ambulancia. Qué bien ha estado el pensamiento de que ella aún podía salvarse y él, por una vez en su vida, hacer lo correcto. Ha sido una ilusión bonita, pero solo una ilusión. El momento ha llegado y se ha ido. Era demasiado tarde para hacer lo correcto, quince años tarde, así que ha hecho lo único que podía hacer, lo único que sabe hacer. Lo incorrecto.
Le temblaban las manos cuando ha apoyado de nuevo el cañón del arma contra ella. Ha sido totalmente incapaz de mirar. No podía soportar la idea de volver a encontrarse con sus ojos. Sin mirarla ha disparado y sin mirarla ha salido de la casa.
Sale del coche. Al cerrar la portezuela, con más fuerza de la requerida, siente un tremendo fogonazo de dolor en la muñeca. Además del mordisco está casi seguro de que tiene una torcedura por el retroceso del arma en el ángulo imposible en que la ha disparado. Con los dientes apretados se acerca despacio a la verja de entrada. Hay una cinta policial de un lado a otro de la reja. Siente un amago de humedad en la muñeca, cree que está volviendo a sangrar, disimuladamente comprueba que la manga del jersey está convenientemente bajada. Confía en que el apósito hemostático que se ha puesto sirva para mantener la sangre a raya, pero se recuerda que no deber mover en exceso esa mano si no quiere complicaciones.
El tipo de herida que tiene es de las que necesitan puntos y atención médica, pero ir a un hospital no es una opción. Un mordisco humano da lugar a preguntas que él no puede contestar, así que, si tiene tiempo recurrirá al Grupo, y si no lo tiene, la opción más probable, le tocará ocuparse él mismo de la herida. Se lo merece por carnicero indeseable.
Llega junto al cordón policial, y un agente le da el alto. Saca la placa. El policía levanta el cordón para él, y le deja pasar por debajo saludándole con la cabeza. Una vez dentro ve que hay muchísimo movimiento, mucha policía científica sacando fotos, buscando pisadas y empolvando en busca de huellas, pocas veces ha visto tanta policía junta, debe haber una comisaría entera.. No le preocupa, llevaba guantes, ha tenido la precaución de no pisar ni el césped, y no ha dejado pisadas en la casa, los zapatos tenían las suelas llenas de sangre y se lo quitado al salir. La ventaja de ser un policía reconvertido a asesino es que sabes perfectamente qué es lo que tienes que evitar hacer. Uno de los agentes le indica con la cabeza hacia dónde tiene que ir, cómo si no lo supiese ya. Ve pisadas ensangrentadas en el suelo que antes no estaban. Camufla un escalofrío y echa a andar.
El olor a sangre le golpea en la nariz antes de llegar a la puerta abierta del despacho. Reprime una arcada y se esfuerza en contener recuerdos inapropiados. En el interior del despacho hay muchos más agentes. Procura no mirar demasiado, pero el ojo no puede evitar captar el reflejo granate del suelo. Ve que sobre los charcos de sangre han colocado plaquitas con números, si hay una por cada casquillo, entonces debe haber dieciséis. Deja de ver el despacho cuando la contundente silueta de Requena se interpone en su campo de visión.
- Esparza. Te estaba esperando.
Tiene mal aspecto, lo cual dadas las circunstancias es más que comprensible. El hombre le coge por el codo y salen al pasillo. Lo agradece, la sangre le estaba empezando a revolver el estómago.
- ¿Qué ha pasado?- consigue que la voz suene segura y tranquila aunque por dentro sienta una terrible tormenta- Querías que viniese, pero esto parece un homicidio corriente, ¿no? Yo aquí no tengo nada que hacer.
- No, verás, te he llamado de manera personal, esto...
- ¿Personal? ¿Qué ocurre, Requena?
Requena le mira con ojos vacuos un par de segundos antes de negar con la cabeza.
- Verás, aún... aún no tenemos claro nada de lo que ha pasado, pero tiene que ver con el caso de Vázquez, por eso te he llamado.
- ¿Vázquez?- abre mucho los ojos y pone cara de sorpresa supina- ¿Está ahí dentro? ¿Le han matado?
El comisario se queda callado con una mueca en los labios. Tarda en contestarle, lo comprende perfectamente. Esto es un trago muy amargo.
- Verás, hará cosa de hora y media Leo...
Oír el nombre le hace sentirse muy incómodo.
- ...,la subinspectora Marín, hizo una llamada a la Unidad diciendo que estaba en esta dirección, que tenía retenido a Vázquez y que había encontrado una serie de pruebas que podrían ser determinantes en su caso y en el de Gironella- toma aire- Cuando, aproximadamente veinte minutos más tarde llegamos nosotros, nos encontramos con que fuera había una ambulancia del SUMMA, y dentro.... esto que has visto. Alguien les ha acribillado.
No necesita demasiado esfuerzo para poner cara de horror.
- Requena, yo... Dios, no... no sé qué decir, joder, lo siento muchísimo por tu chica, muchísimo.
Requena abre mucho los ojos y sacude la cabeza muy rápido. El corazón se le para en este preciso instante.
- No, no, no, Leo no ha muerto.
Tiene que haber oído mal, eso es imposible. El estómago se le descuelga. Mierda. Mierda. Mierda. La ha cagado muy bien cagada.
- ¿Está viva?- pone todo su empeño en ocultar su terror y enseñar una alegría que está muy lejos de ser real.
- Si, si, está viva. Por lo que sé, cuando el SUMMA llegó.... no... estaba en parada, han estado muchísimo tiempo con ella pero, gracias a Dios, han conseguido reanimarla. Se han llevado hace nada al hospital.
- Eso es fantástico .¿Cómo...cómo está? ¿Se va a recuperar?- contiene la respiración.
Sacude la cabeza negativamente muy despacio. Su expresión tremendamente seria. La tenaza sobre su estómago se afloja un poco.
- No lo sé, Esparza. No lo sé, pero tiene muy mala pinta.
- Vaya, yo... lo siento mucho, de verdad.
- Si, yo también.
Por la manera en que suda y el color cetrino de su cara no duda de sus palabras.
- ¿Ha podido decir algo? ¿Ha podido identificar a la persona que efectuó los disparos?
Los segundos hasta que Requena empieza a negar con la cabeza se le hacen interminables.
- No, no ha dicho nada, ya te he dicho que no estaba...- hace un gesto con la mano- No dicho nada.
Bien eso está muy bien. Aún hay posibilidad de salvar la situación, de momento hay que mantener el tipo y jugar a hacerse el tonto. El corazón late a mil por hora y siente las manos frías y sudorosas.
- ¿Sabemos qué hacía aquí ella sola con Vázquez?
- No estaba sola, Esparza, estaba con Corso.
Abre los ojos de par en par como si Corso aquí fuese lo último que se esperase.
- ¿Corso? ¿Y Barcelona?
- Ha vuelto, lo que no sabemos, es cuando. Ya hemos hablado con Mateo, pero no nos lo ha sabido decir. Solo ha podido decirnos que ayer le dijo que pasaría la noche fuera del hotel, que iba a casa de un conocido en Tarrasa. El caso es que fue Corso quien la encontró y quien llamó al 112.
- ¿Qué nos ha dicho él?
- Nada, todavía no ha dicho nada. Estaba muy aturdido.
Asiente con la cabeza. Siente la boca seca y pastosa, tiene un puño férreo alrededor de su corazón, pero sabe que por fuera está manteniendo la compostura a la perfección.
- Está en el en el hospital, tengo a dos compañeros con él, Rocío y Molina,
- ¿También él está herido?- odia hacer preguntas para las que tiene respuestas, pero todo sea por la causa.
- No le han disparado, tenía varios golpes en la cabeza y en la cara, le están haciendo pruebas.
- ¿Cómo está?
- Físicamente está bien, he hablado con el hospital, el golpe ha sido fuerte pero no hay lesiones, de consideración. Tiene algunas contusiones, pero no son serias, está bien.... pero...- sacude la cabeza- ....cuando se lo llevaron estaba en shock. Completamente ido, era como si no supiese ni lo que estaba pasando.
No dice nada, Requena continúa un segundo después.
- Verás, esto ha sido un tremendo palo para él. Corso ya tenía demasiado encima, y ahora... esto. Ellos dos llevan ya bastante tiempo trabajando juntos, tienen una relación muy estrecha. Se tienen mucho aprecio el uno al otro. Mucho.
- Entiendo...- toma aire, prefiere que nadie le cuente que clase de relaciones tienen, es preferible dejar las cosas abstractas - Supongo que tampoco sabemos quien le ha hecho esto a Corso.
- No, no lo sabemos- suspira con fastidio- Joder, no sabemos nada. No tenemos ni idea de quién le ha atacado, y menos quien puede haber hecho esta salvajada, porque eso es lo que es, una salvajada.
Mira por encima del hombro de Requena fingiendo ver la escena por primera vez.
- Si, parece algo muy violento, he visto mucha sangre, y me da dado la impresión de muchos casquillos.
- Hemos encontrado recuperado dieciséis casquillos de nueve milímetros.
- Esas son muchas balas.
- Demasiadas, y creo que podemos decir que la gran mayoría impactó en los objetivos - se encoge un poco al decir la palabra "objetivos"- Estamos esperando a que el forense nos autorice a mover el cadáver, pero ya te digo que, a simple vista, Vázquez presenta once orificios de entrada.
Requena se queda callado, primero le mira a él con expresión taciturna, después agacha la cabeza. Es momento de tomar la palabra.
- El de nueve milímetros es el calibre más común, no nos dice gran cosa respecto al asesino, habrá que esperar a recuperar las balas para intentar encontrar alguna coincidencia en la base de datos del IBIS.
Levanta la cabeza y le mira con los labios fruncidos antes de hablar.
- He estado hablando con Castillo y Chamorro de la científica, - señala con la cabeza hacia el interior del despacho- en este caso el IBIS no va a servir de nada aunque calibre es común, el tipo de munición no lo es en absoluto, son puntas huecas de alta presión.
- ¿Alta presión?- pone gesto pensativo
- Si- Requena echa un ojo a una libreta que se saca del bolsillo interior de la americana- Alta presión de la marca americana Corbon, según me han explicado, si no encontramos un arma, va a ser totalmente imposible hacer una comparación.
- Si, conozco la munición, y conozco la marca. Al impactar la bala se expande y deforma de tal manera que resulta imposible de rastrear el arma por estriaciones del cañón.
- Eso mismo me han dicho ellos, la única esperanza sería dar con un proyectil que haya impactado en una superficie lo suficientemente blanda como para que no haya quedado inservible, cosa que del momento no ha ocurrido. Han recuperado seis balas que entraron y salieron de los cuerpos y fueron a alojarse en el suelo, muebles y paredes- niega con la cabeza- Estaban destrozadas, no nos van a decir nada, aún nos queda la posibilidad de que las que nos puedan dar el forense o el hospital sirvan para algo, pero...
- Es muy improbable.
- Mucho.
Se toma un tiempo antes de decir nada, tiene que parecer que medita.
- Puede que no sea tan malo como crees.
Requena le mira con cara de incredulidad.
- El tipo de munición, quiero decir. Las puntas huecas en general hablan de gente que no se anda con chiquitas, ¿puntas huecas de alta presión? Pues peor, o mejor, me lo pones, esas son palabras mayores, muy poca gente la usaría, solo la que hace de las armas una forma de vida. ¿Te suena alguien así mezclado en este asunto?
- Castrejón.
Eso es lo que esperaba oír. Asiente despacio.
- Mira, llevamos años detrás de Castrejón, y jamás hemos encontrado nada para trincarle, se nos ha escurrido una y otra vez. Vázquez podía hacerle caer, y Castrejón debía saber perfectamente que le estábamos investigando de cerca. Dudo que se sintiese tranquilo teniéndole suelto y fuera de control.
No está diciendo nada que no sea verdad.
- El nombre de Castrejón es el primero que me viene a la cabeza, pero...
- ¿Pero?
- ¿Tú has visto esa habitación? Un profesional no hace esto, un profesional gasta una bala por persona, dos a lo sumo, no un cargador entero, y menos aún deja viva a una persona después de haberla disparado cuatro veces. Esto no es un trabajo profesional, esto es una chapuza.
Le resulta curioso que haya usado la misma palabra en la que é ha pensado hace un rato. Se siente vaga, e injustificadamente ofendido.
- Yo no lo veo una chapuza, lo veo simplemente muy violento. A mi este escenario me parece coherente con la teoría Castrejón, verás, antes de estar en Internos, estuve unos años en la UDYCO, ya sabes, crimen organizado. He visto muchos ajustes de cuentas en el mundillo del narcotráfico, y te puedo decir que este grado de violencia no es en absoluto inusual, en Colombia cuando un sicario aparece asesinado, suele ser de esta manera.
- Esto no es Colombia, esto es Madrid.
- Claro que es Madrid, pero no del todo- Requena vuelve a mirarle con cara rara- Los narcotraficantes nacionales importan métodos. Juan Vallesteros trabaja con el cártel mexicano de Sinaloa y en sus trabajos nunca falta un calibre cincuenta, exactamente el que usan sus socios del sur de la frontera. Telesforo Oneiros, diez milímetros como el cártel del Golfo. Ildefonso Suárez, calibre treinta y ocho, un disparo en el pecho, otro en la boca y otro entre las cejas, clavado al modus operandi del cártel Norteño de Cauca. ¿Castrejón? Nueve milímetros de alta presión y acribillamiento como el cártel de Cali de los hermanos Salazar. Esto es como lo que dice la Biblia, así en la tierra como en el Cielo, lo que es allí es aquí. Marca de la casa.
- Si, ya sé como funciona la historia y habrá que hablar con la UDYCO, pero...
- Ellos te van a decir lo que yo te digo, y te van a sacar un taco de expedientes clavados a este. Mucha violencia, la misma munición. Han encontrado escenarios así en Orense, Vigo y Valencia, saben todos son obra de hombres de Castrejón, pero no se ha podido demostrar.
- Esparza, a mí me encantaría poder lanzarme a esto que tú dices, pero hay un problema, Leo no está muerta. Me da igual como actúen los narcos, que importen métodos o que se los inventen, un hombre de un narcotraficante no deja testigos.
- Yo creo que lo de tu chica ha sido un error de cálculo, el agresor pensaría que cuatro balas eran más que suficientes, cualquiera lo pensaría.
- Si, claro que lo pensaría, pero...
- ¿Qué sugieres?
- No lo sé, pero esto a mi no me parece un asunto de narcotráfico, me parece un arrebato extremadamente violento.
- Yo solo digo que la munición usada limita espectacularmente las posibilidades, no es en absoluto corriente, es el tope de la gama, pero no todo son ventajas, tiene muchos inconvenientes: excesivamente caras, excesivamente potentes, requieren un buen arma y pericia disparando. Nadie compraría esas balas por el gusto de comprarlas, además, si las puntas huecas normales tienen muchos requerimientos para comprarlas, las de alta presión están absolutamente prohibidas en este país por la Ley de Armas de Fuego. Una persona normal, para empezar no necesitaría está potencia de fuego, y, para continuar, no sabría ni cómo conseguirlas.
- Vázquez no era una persona "normal", estaba metido en muchas cosas nada normales, así que la gente con la que se relacionaba tampoco normal y me imagino que se ha tuvo que hacer enemigos a lo largo de los años.
- Eso tiene sentido. No hay más que ver lo que hizo a Clara Corso y a Mateo Ruiz, puede que no fuesen los únicos en estorbar... habrá que investigarlo, también habrá que investigar si alguien quería hacerla daño a ella, pero me parece casi imposible.
- Yo no tengo duda de que el objetivo era Vázquez, aún así, claro que también habrá que mirar por el lado de Leo.
- Aún queda mucho por investigar, pero, de momento, yo veo a Castrejón como la posibilidad más viable...
Requena no dice nada. Ya lo dirá.
- ¿Tenemos algún arma?
- De momento hemos recuperado dos armas, un revólver encima de una mesa, un Colt del calibre .38 especial, y una Taurus compacta del veintidós. El revólver supongo que es de Vázquez, la Taurus es de Leo. No tenemos ninguna de nueve milímetros que pueda ser el arma del crimen.
Pone cara de concentración y se toma un momento antes de decir nada.
- ¿Estáis rastreando la zona en busca de más armas?
- Sí, claro, van a peinar la urbanización hasta que no quede un solo centímetro por mirar, si hay un arma, la vamos a encontrar.
- Bien, habrá que esperar a ver si encuentran algo, y a hablar con Corso, puede que él tenga algo que aportar.
- Si, esperar... no sé, Esparza, esto no me gusta en absoluto.
Finge que acaba de recordar algo.
- ¿Y las pruebas? ¿qué hay en esas pruebas que dijo la subinspectora que tenía?- pone mucho cuidado en olvidarse de su nombre, subinspectora es mucho más impersonal y seguro.
- Las pruebas...- repite la frase casi con pena- No están. No hay pruebas, no hay nada. Solo una caja fuerte abierta y vacía. Están registrando toda la casa por si encontrasen algo, per..
Unos pasos retumbando por el pasillo les hacen mirar a los dos en la misma dirección. Es el compañero de Corso, el chico joven.
- Leo! ¿qué le han hecho? ¿dónde está?
El chico tiene la cara congestionada, puede ver como le laten las venas del cuello. Requena tiene que ponerse en el marco de la puerta del despacho para cortarle el paso. Ve que el chico ha perdido el color con algo que ha visto en el despacho, sigue el curso de su mirada y ve una bolsa negra en el suelo con un cadáver dentro.
- Ella no...¿no?.... no- retrocede un paso con los ojos muy abiertos y húmedos, agitando las manos delante de él.
- No, no, no, Mario, no- Requena le coge por el hombro- Leo esta viva, ¿me oyes? Esta viva, se la han llevado al hospital.
El chico asiente como un autómata.
- Al hospital ¿A cual? - su voz no tiene expresión alguna.
- Que te lleve...
- ¿A cual, hostias? ¿A cual?!
Es un grito en toda regla. Cuando le conoció hace unos días le pareció un chico tranquilo, tímido incluso, por lo que ve se equivocó al juzgarle, parece dispuesto a emprenderla a puñetazos con todo el mundo si no le dicen a qué hospital.
- Mario, ha pasado algo terrible y estamos todos muy afectados, te pido por favor que mantengas la calma.
Suena autoritario y el chico lo percibe. Deja de gritar, pero le ve apretando los puños. La calma es solo aparente. Ver esto solo sirve para que cada vez se sienta peor, si ve cosas así no vale de no vale de nada intentar despersonalizarla dejándola sin nombre.
- Dime de una puta vez a qué hospital, dímelo.
- Que te lleve un agente, no te quiero al volante, hoy no necesitamos más desgracias. Valera!- Requena levanta la voz y un agente al fondo del pasillo le mira- Deja eso y lleva a Mario al hospital, después te vuelves.
Sin decir una sola palabra, el chico, Mario, se da la vuelta y sale corriendo por el pasillo. Requena le mira alejarse antes de girarse a él. Pestañea, como si quisiese bajar de las nubes o despertarse del todo, después habla con voz extraña.
- Verás... están todos muy cerca unos de otros, esto es algo muy personal para todos... después de todo lo que ha pasado en las últimas semanas, esto ha sido un palo tremendo.
- Lo entiendo.
Requena le mira con los mofletes hinchados, suelta aire y deja caer los hombros.
- Verás, Esparza, creo que tenemos un problema muy serio- le ve frotarse las manos nerviosamente una contra otra.
- ¿Qué tipo de problema? Requena, deja de andarte por las rama, ¿qué sabes y no me dices?
- Verás, te he dicho que hemos recuperado un arma del veintidós.
- Sí, eso me has dicho, la Taurus de la subinspectora.
- Sí, lo que no te he dicho es dónde la hemos recuperado...- le mira con cautela.
- Creo que no te entiendo.
- El arma estaba en su funda, y la funda estaba cerrada.
Frunce las cejas y pone cara de no entender del todo.
- Ella no sacó su arma. Esparza, Leo es una buena policía. Una muy buena. Ella no hace esas cosas, no comete estupideces de este calibre. Si no la sacó es porque creyó que no la necesitaba.
- ¿Qué quieres decir, Requena?
- No sé qué quiero decir.
03 Doctor Roberto(Martes 12 de diciembre, 10:13)
Telefonea a mi amigo, te dije que llamaras al Doctor Roberto
Doctor Roberto, de día o de noche, está a cualquier hora
Doctor Roberto, es de una nueva raza de hombres
Te ayuda a comprender las cosas
Doctor Roberto, hace todo lo que puede,
Doctor Roberto, si estás deprimido, te anima
Doctor Roberto, bebe un trago de su taza especial
Doctor Roberto, debes creer en ese hombre
Ayuda a todos los necesitados
Nadie puede tener tanto éxito como el Doctor Roberto
Doctor Roberto, te hará comprender que hace todo lo que puede
(Doctor Robert)
No cree que los demás vean eso, sabe la sensación no es real, que solo está en su cabeza, deben ver a un tío corriendo como un desesperado. Está seguro de que ya no tiene sangre encima porque se ha frotado con una esponja hasta que la piel se le ha puesto roja como un tomate, eso no quita para que la siga sintiendo pegada a su piel.
Frena en seco la carrera cuando el pasillo desemboca a su derecha en la sala de espera de Urgencias. Está prácticamente llena, pero no tarda ni un segundo en localizar a Rocío sentada en una hilera de sillas de plástico blancas al fondo.
- ¿Se sabe algo?- lo pregunta a bocajarro.
Rocío le mira con los ojos húmedos y la nariz roja como un reno de Papá Noel.
- No, todavía no se sabe nada, solo que está en quirófano. Nada más.
- Ya se debería saber algo, joder, ya...
- Corso, todavía es muy pronto, acaban de empezar con ella.
Clava la mirada en el suelo, ver a Rocío con sus ojos húmedos y rojos como tomates le hacen preguntarse porqué los suyos están completamente secos.
- ¿Cómo estás?
No va a contestar a la pregunta, está llena de buena intención, pero le resulta extremadamente estúpida.
- ¿Habéis avisado ya a sus padres?
- Si, les he llamado, he mandado un zeta para que les traiga, están de camino.
Asiente.
- ¿Qué les has dicho?
Ella se encoge de hombros y solloza suavemente.
- No sabía qué decirles, Corso, así que solo les he dicho que Leo estaba en el hospital. He preferido no... no sé, Corso. No me he atrevido a decirles cómo estaba, si casi me pongo a llorar como una gilipollas al teléfono, no quería... asustarles antes de tiempo.
- No tenías que haberles llamado tú, Roci.
- ¿Y qué iba a hacer¿ ¿dejar que llamase otro y que les dijera cualquier cosa? Joder, yo siempre llamo a todo el mundo, ¿cómo no iba a llamar a los padres de Leo?
Está seguro de una cosa y es de que esos padres no se van a olvidar de esta llamada en su puta vida. Cierra los ojos y suspira. Está tremendamente cansado. No ha sentido un agotamiento así en su vida. Se siente sin energía para nada. Sus pilas se han quedado tan secas como sus ojos.
Se escurre sobre una silla de plástico junto a Rocío. Nota la mano de ella en su nuca. Le diría que no por favor hiciese eso, que Leo le ha estado tocando justo así hará menos de una hora, y que preferiría que no lo hiciese, pero no abre la boca.
- ¿Qué ha pasado, Corso? ¿Quién le ha hecho esto a Leo?- la pregunta es poco más que un susurro.
Se mira las palmas de las manos antes de contestar, ahora están limpias, pero a él no se lo parece.
- No lo sé, Rocío- sacude la cabeza- No lo sé.
No entiende qué ha pasado, solo sabe que una vez más ha sido incapaz de protegerla. Hunde la cara entre las manos.
- ¿Qué hacíais los dos ahí?- se lo pregunta con suavidad.
- ¿Qué hacíamos? Pues yo, cagarla, como siempre.
Frota la cara contra las palmas, la ceja y el pómulo le escuecen al hacerlo.
- Creía que no había tiempo de hacer las cosas bien, que para cuando encontraseis algo incriminando a Vázquez, el ya es habría largado el país, ese cabrón no se iba a quedar aquí... así que decidí obligarle a que me llevase él mismo hasta su mierda. No podía dejar que se me escapase, estaba obsesionado con él...
Oye que Rocío suspira profundamente.
- ¿Y qué pensabas hacer con lo que encontrases? Una prueba conseguida así, bajo coacción, no vale para nada en un juicio.
- Ya lo sé, pensaba obligarle a que se entregase él mismo y luego entregarme yo.
- ¿Qué dices? Hubieses ido a la cárcel
- Sí.
Se encoge de hombros, no tiene ganas de explicarse.
- ¿Y Leo? ¿Ella sabía qué ibas a hacer?
- Leo....- sonríe amargamente- No, a ella tampoco le dije nada de mi proeza. Te he dicho que yo pensé que no había tiempo de hacer las cosas bien, pero si que lo había, Roci. Lo había. Leo encontró una factura entre las cosas de Vázquez, rascó un poco y apareció por su cuenta en la casa. Llegó justo cuando Vázquez se sacó una pistola del ojete y estaba a punto de matarme. Si ella no hubiese aparecido pero apareció. Me salvó el culo, le hizo bajar el arma y le esposó.
No ve la necesidad de contar todo lo que ha pasado.
- Entonces nos llamasteis.
- Os llamamos y estábamos esperando a que llegaseis cuando Leo vio a un tío vestido de motero a través de la cristalera. En cuanto le vi salí corriendo para cogerle, ella venía detrás de mí, pero le dije que se quedase con Vázquez.
Se queda callado.
- Rocío, si no hubiese dicho nada, si se hubiese venido conmigo... ella estaría bien, ¿entiendes eso?
No sabe ella, pero él lo entiende perfectamente, demasiado perfectamente.
- No digas eso, Corso. Tú no tenías ni idea que esto iba a pasar, y... no puedes saber qué hubiese pasado si hubiese ido contigo.
- Sí, bueno, peor no podría ser.
- No lo sabes, Corso, no lo puedes saber.
- Eso es lo malo.
Se quedan callados. Él clava la mirada en el suelo, se da cuenta de que en la punta del zapato de Rocío hay una manchita granate. Vuelve a taparse la cara con las manos. Siente la mano de Rocío cerrándose suavemente sobre su hombro.
- Se va a poner bien, ¿vale?
Siente una especie de agujero en el estómago. ¿Por qué lo ha dicho tan bajito y con esa voz llorona? Pues claro que Leo se va a poner bien. ¿Es que hay otra posibilidad? Está en el hospital y el hospital está lleno a reventar de médicos. Los médicos los curan todo. Todo.
Te pueden poder una cara nueva, te pueden sacar las piedras del riñón por el ojo de culo, te pueden implantar brazos y piernas como los de Robocop, te pueden poner moviditas en el puto cerebro para que un brazo que nunca se ha movido se mueva, si te cortan la polla te ponen otra más grande, y más gorda y te haces actor porno.
Es imposible que no curen a Leo. Los médicos lo arreglan todo. En una semana estará quejándose porque estará hasta los cojones del hospital, y querrá que le den el alta. Se va a poner bien. Los médicos lo curan todo.
Sacude la cabeza, no quiere pensar ni un minuto más en eso porque de golpe se siente mucho peor que hace dos segundos y no hay razón, porque los médicos lo curan todo. Levanta los ojos hacia Rocío, ella los tiene más húmedos que antes. Supone que llora por el susto, no por cosas que no van a pasar.
- ¿Sabes si se ha encontrado algo en la casa?
Ella se encoge un poco de hombros.
- De momento no hay gran cosa, dos armas, pero ninguna de ellas es con la que dispararon. También han encontrado balas y casquillos, las balas que tienen están destrozadas y no sirven de nada, hay que esperar a que...- se aclara la garganta- ... a que los médicos nos den las que saquen para ver si valen para análisis.
Intenta suprimir de su mente de dónde tienen que salir esas balas. Tarda un rato en atreverse a hablar.
- Tiene que haber sido ese narcotraficante hijo de puta, tiene que haber sido él. Estoy seguro. Ese cabrón estaba acojonado porque sabía que Vázquez podía delatarle y decidió cargársele. En esas pruebas que Leo y yo encontramos tiene que estar todo lo que le relaciona con Vázquez y con Gironella. Estoy seguro.
Rocío le mira mortalmente seria.
- Corso, las pruebas han desaparecido.
Nota que la sangre se le va de la cabeza.
- ¿Cómo que han desaparecido?
- No aparecen, aún no han registrado toda la casa, pero no aparecen por ninguna parte.
Se siente como un gilipollas. Ni se le había pasado por la cabeza que habían podido llevárselas, era lo lógico, pero a su estúpido cerebro no se le ha ocurrido. Ni se le ocurrió mirar si la mochila estaba. Todo cae por su propio peso.
- Se las han llevado.
Rocío asiente con cara compungida. No puede creérselo. Se empeñó. Se empeñó, y por su santos cojones tuvo que encontrar esas putas pruebas costase lo que costase. Qué bien, qué contento está, cuánto bien ha hecho a todo el mundo haberlas tenido en su poder durante casi diez minutos. Se muerde el puño hasta que la boca le sabe a sangre.
- Hay algo más, Corso. La pistola de Leo.
Se gira despacio a mirarla. No entiende a qué se refiere.
- ¿Qué pasa con la pistola de Leo?- lo pregunta con voz de drogado.
- La hemos encontrado en la funda. La funda estaba cerrada
Le cuesta un par de segundo más de la cuenta asimilar lo que Rocío acaba de decirle.
- Eso es imposible, Rocío, imposible. Leo tenía el arma en la mano cuando yo me fui, y Leo no guardaría el arma sabiendo que yo estaba detrás de un sospechoso. Ella no haría eso. Eso no tiene sentido, Leo no....
No le da tiempo a acabar la frase, antes de que pueda hacerlo, algo se estrella brutalmente contra su ojo izquierdo. El golpe le hace caer al suelo con un ruido sordo. Se lleva la mano ahí dónde palpita y duele. Siente que el pómulo va a estallarle. Nota sangre bajándole por la cara. Medio mareado, y sin saber qué esperar, levanta la vista para ver qué o quién acaba de golpearle. Se encuentra con Mario mirándole con los ojos llenos de rabia y la cara completamente congestionada.
- ¿Estás contento? ¿Estás contento, hijo de puta? Ya tienes la puta justicia que tanto querías, ya tienes a tu puto Vázquez muerto. Es lo único que te importaba, ¿no? Justicia costase lo que costase, sin importarte quién se quedase por el camino.
- Mario... ¿pero qué dices?- Rocío se levanta de su asiento, pálida como un fantasma, y le agarra por el brazo.
Mario se zafa de ella con facilidad, él le mira desde el suelo sin ser capaz de moverse, o decir nada.
- Mario...- Rocío sigue mirando a Mario con cara de asombro, parece que la queda un segundo para echarse a llorar o ponerse a gritar. Tal vez las dos cosas.
Mario no mira a Rocío, solo tiene ojos para él. Nunca le he mirado así, le ha visto cabreado muchas veces, pero en la puta vida ha visto esa ira ardiendo en sus ojos oscuros. No le cabe duda de que si le valiese, le golpearía hasta romperse los puños. Si le diese por intentarlo no se defendería con demasiado empeño.
- Eres un hijo de puta. Un hijo de la grandísima puta. ¿Se puede saber en qué cojones pensabas, eh? ¿En qué cojones?- da un puñetazo a la pared sobre su cabeza- ¿Qué mierda tenías en la cabeza cuando la arrastraste a tu mierda? ¿Me quieres decir en qué coño pensabas?
Mario está tan fuera de todo que puede ver todas las venas de su cuello y la frente marcándose. Su pecho sube y baja con mucha rapidez. Siente que toda la sala de espera les está mirando.
- No, no me digas nada, te lo digo yo, pensabas en ti. En conseguir lo que querías. Como siempre. Tú solo piensas en ti. Solo en ti. Los demás te importan tres cojones. TRES.PUTOS.COJONES. – está gritando a todo pulmón- A ti todo lo que no seáis tú, y tu puta venganza contra el mundo te importa una mierda igual que Leo te importa una puta mierda. Mientras te siga el juego y se deje follar cuando a ti te apetezca, lo que le pase te importa tres putos cojones. Ella te importa tres putos cojones, la tienes como un juguete! Un puto juguete, eso es para ti!
El cerebro no llega a entrar en funcionamiento, no lo piensa, ni siquiera es consciente de hacerlo. Para cuando se da cuenta, le ha devuelto a Mario la hostia que le acaba de propinar, le tiene cogido por la pechera de su inmaculada camisa, y le ha empotrado contra la pared. Mario le mira con la mano en la cara, los ojos muy abiertos, y la cara llena de lágrimas.
- ¿Quieres decirme que soy un hijo de puta irresponsable? Dímelo ¿Quieres decirme que es mi puta culpa que a Leo la hayan hecho esto? Dímelo. Pero no te atrevas a decirme otra vez que Leo no me importa, porque si lo haces, me va a dar igual lo amigos que seamos, o hayamos sido. Si vuelves a decir eso, te arranco la puta cabeza de una patada. ¿Me oyes? Te la arranco!
Se miran en silencio, los dos están respirando como dos toros a punto de embestirse el uno al otro.
- Me cago en .... pero ¿qué está pasando aquí?- Molina les separa a los dos sin ningún tipo de miramiento- ¿A qué cojones os creéis que estáis jugando?
Ni le había visto llegar, por un momento solo ha visto rojo.
- ¿Pero vosotros os creéis que esto es un patio colegio?- les mira a los dos con el gesto duro- No me toquéis los cojones, y no me obliguéis a que os lleve a los dos detenidos. No lo quiero hacer, pero no me va a temblar el pulso si tengo que hacerlo. Ni es momento, ni es lugar para gilipolleces de ningún tipo. ¿Os tengo que recordar por qué estamos aquí?
Mario sacude débilmente la cabeza con los ojos fijos en algún punto de la corbata de Molina.
- Lo siento- lo dice tan bajo que casi ni se le oye.
Él también quiere decir "lo siento", pero de su garganta solo sale un sonido raro. Se queda mirando a Molina con los dientes apretados. Él ya no le mira enfadado, el ceño se ha despejado y los ojos no son duros, muy al contrario.
- Corso- su nombre suena con un lánguido acento gallego.
Oye su propio corazón retumbándole en los oídos, empieza a sentirse raro. Molina da un paso hacia él y le abraza por los hombros de una manera un poco torpe. Es muy consciente de tener un aluvión de lágrimas atragantadas que no son capaces de salir. Empieza a resultarle difícil respirar con normalidad.
- Tranquilo, Corso, tranquilo, tranquilo ¿vale? Leo se va a poner bien- el tono autoritario de hace un momento se ha transformado en otro que debe parecerse mucho al que use para intentar consolar a sus hijos- Tranquilo, ella es fuerte, se va a poner bien. Tranquilo, hijo.
No puede ni hablar, ni tranquilizarse, ni pollas en vinagre. Respirar cuesta más cada vez, el oxígeno le llega con cuenta gotas y se está empezando a sentir mareado. Tiene muchísimo calor y el estómago se le está revolviendo.. Todo empieza a darle vueltas. La sala de espera empieza a encoger sobre si misma. Se siente como si acabase de beberse media botella de bourbon de golpe. Los bordes de la habitación empiezan a hacerse borrosos.
- Oye, oye, Corso, ¿estás bien?- ni siquiera está seguro de quién habla.
Como puede se zafa del abrazo de Molina. Tenerle tan cerca se ha convertido en un agobio insoportable, le falta el aire. Retrocede a ciegas hasta darse en la parte trasera de las rodillas con algo. Las piernas no le van a sostener mucho más, va a montar un numerito de cojones y se va a caer al puto suelo como un gilipollas. Echa la mano hacia atrás y palpa a tientas con lo que acaba de darse, decide que es el borde del asiento de plástico en el que estaba sentado antes, y se deja caer. Sentado no está mejor que de pie. La habitación sigue moviéndose y encogiéndose. El suelo se va a juntar con el techo y va a acabar convertido sándwich de hijo de puta. Parpadea rápidamente con la esperanza de que eso haga que el mundo vuelva a ser normal pero no consigue nada más que empeorar el mareo.
Empieza a dolerle el pecho. Nota un peso aplastándolo y una aguja clavándose en las costillas. Oye pasos que suenan al mismo tiempo muy lejanos y muy cerca. Todo parece irreal. Una arcada. El calor va a peor, se está asando vivo pero también le recorren escalofríos. Agacha la cabeza y la mete entre las piernas, se supone que eso es bueno para no desmayarte como un subnormal. Cierra los ojos. Oye voces distorsionadas, no sabe si están cerca o lejos, ha perdido el sentido del espacio. Siente un sudor frío que le baja por la nuca y las sienes. El estómago le da patadas. Va a potar. A final con caída o sin ella, el numerito está servido, se va a echar la raba encima. Nota algo caliente y amargo subiéndole por la garganta. Tiene el tiempo justo para desviar la cabeza a su derecha antes de que algo repugnante salga despedido de su boca. Después de vomitar se siente aún peor. Ahora si que no puede respirar.
- Mírame, mírame- una voz de mujer a la altura de su cabeza. Abre los ojos y ve a una desconocida con un pijama verde de médico - Tienes que respirar despacio.
No puede hacer lo que le pide, lo intenta, pero es peor que respirar a trompicones. No deja de sudar, y ahora no puede dejar de oír un pitido agudo que le está taladrando los tímpanos. Calor y frío. Cree que va a vomitar otra vez, pero solo es una arcada seca, en el estómago no hay nada que echar.
- Estás teniendo una crisis de ansiedad, tienes que intentar controlar la respiración.
La mujer inspira profundamente, él trata de imitarla, al principio el ahogo es casi peor, nota que el corazón le va a reventar. Se esfuerza en seguir la respiración de ella. La sensación de ahogo va cada vez a más, hasta que de repente el aire vuelve a entrar en sus pulmones. Cierra los ojos y se concentra en seguir respirando. Le meten algo en la boca, una pastilla, y siente una botella contra los labios.
- Bebe
No protesta, traga y bebe. No abre los ojos, no se atreve a abrirlos y ver lo que tiene delante. No quiere ver las caras de sus compañeros. Desearía haberse ahogado de verdad. Le ponen en la mano algo frío y cilíndrico, la botella de agua. Con los ojos cerrados se la echa por la nuca.
La falta de noticias son buenas noticias. No sabe cuantas veces habrá dicho esa frase a gente que estaba en la misma situación en la que él está ahora. Sus cojones son buenas noticias. Jamás va a volver a decir esa puta gilipolléz. Cada vez que sale un médico y no es a ellos a quien se acerca siente que se muere de la angustia. Sabe que si no fuese por la mierda que le ha dado esa doctora, estaría pidiendo explicaciones a gritos, pero está medio drogao y no tiene voluntad para ponerse a gritar.
Ha tenido una crisis de ansiedad. Su madre tenía muchas de esas, muchísimas. No sabía que fuesen tan hijas de puta. Sientes como si te fueses a morir en un momento, pero solo es una sensación, no te mueres de verdad, luego la sensación pasa y solo queda la vergüenza de haberte desmoronado completamente delante de tus compañeros.
Sabe perfectamente que no hay motivo alguno para sentir vergüenza, pero la siente de todas las maneras. Él siempre es el duro, el fuerte. Se mantiene en pie pase lo que pase, él es quien mantiene la calma, quien tranquiliza a los demás, el que asegura que todo va a salir bien. Hoy no. Hoy se ahoga, se pota encima y siente que la habitación le aplasta. Hoy está tan hundido y tan asustado que necesita pastillitas para seguir funcionando. Hoy no tranquiliza a nadie, hoy necesita que le tranquilicen a él.
Lo que ha dicho Mario ha sido lo que le ha llevado al fondo. Estaría muy bien poder decirse que solamente lo ha dicho porque él también está asustado y necesita poder señalar a alguien con el dedo. Estaría bien, pero desgraciadamente está casi completamente de acuerdo con él. Esto que está pasando, pasa porque él ha dado pie a que pasase. Si hubiese tomado una sola decisión de manera distinta, no habrían llegado a esto. Hay tantos puntos en los que la historia podría haber cambiado que no se atreve ni a enumerarlos todos.Si no la hubiese pedido ayuda. Si la hubiese dicho toda la verdad. Si no hubiese intentado actuar a su espalda. Si no la hubiese dicho que se quedase en la casa.
Si, si, si, si, si. Muchos síes y todos dan igual, hechos están, y hechos estarán. Todos los que se acercan a él acaban quemándose, debería haberse ido hace mucho tiempo a la Antártica, con él allí el mundo sería un lugar mucho más seguro para todos. Bueno, menos para los pingüinos, claro, esos estarían condenados a la extinción.
Con un suspiro levanta la vista del suelo, ve a Mario junto a una máquina de agua. Sus miradas se cruzan por un segundo, es Mario quien la desvía primero. Ha visto demasiadas cosas en sus ojos como para ponerse a descifrarlas, en su lugar echa la cabeza hacia atrás y toma aire despacio.
- ¿Quieres agua?
Se gira para mirar a Rocío que lleva un buen rato sentada a su lado.
- No, Roci, gracias, no quiero nada.
Todavía huele a la lejía que el personal de limpieza ha usado para limpiar su pota. Nunca le había pasado nada parecido. Siempre ha sabido manejar relativamente bien las situaciones límite, pero esta le supera con creces. Menos mal que el jefe es Molina y no él. Le con la mirada pero no lo encuentra, no se había dado cuenta de que había salido. En realidad podría haber entrado una manada de rinocerontes en la sala y él no se habría dado cuenta, así de desconectado está de la realidad y de su propio cuerpo. Le cuesta mucho pensar, y le cuesta aún más darse cuenta de las cosas, por ejemplo si no fuese por que a Rocío le ha cambiado la cara, no se habría dado cuenta tan pronto de que Molina se está acercando hacia ellos por el pasillo.
No está solo. A su derecha camina un hombre enorme de unos cincuenta y pico años con el pelo y la barba salpicados de canas. El hombre lleva abrazada por los hombros a una mujer morena y delgada de aproximadamente la misma edad. No hay que ser muy listo para darse cuenta de quienes son.
Ninguno de los tres llega a entrar en la sala de espera porque la mujer se detiene en seco. La ve llevarse la mano a la boca y echarse a llorar. El hombre también llora. Da mucho acojone ver a un tío tan grande llorando de esa manera. Los dos se abrazan. Molina desvía la mirada hacia otro lado y se aleja discretamente unos cuantos pasos. Ha visto variaciones de esa escena un millón de veces, muchas ha sido él mismo quien ha dado las malas noticias. Qué distinto es ahora que no se trata de un nombre que tarde o temprano se acabará confundiendo con otros.
Se levanta del asiento, se marea un poco al hacerlo. Echa a andar como un borracho hacia el grupo de Molina y los padres de Leo. Tiene que hablar con ellos. Tiene que hacerles comprender que él no quería que pasase lo que ha pasado, tiene que decirles que lo siente muchísimo, que todo va a salir bien, que Leo se va a poner bien y que van a coger a quien la ha hecho esto. No es hasta que llega a su lado que se da cuenta de que no sabe cómo decirles nada de eso. Se les queda mirando con la boca entreabierta como si fuese gilipollas. Al verle, la mujer retrocede un paso como si hubiese visto al mismísimo Diablo, después su expresión se endereza un poco, y por último le mira como si fuese su salvador.
- ¿Cómo está mi hija? ¿Se va a poner bien?- aunque temblona, la voz del hombre, igual que su tamaño, resulta imponente.
Al principio no entiende el porqué le pregunta eso, después se da cuenta de que lo que ellos ven es a un tío vestido de médico. Le han tomado por un médico escapado del infierno. Sacude la cabeza y los dos le miran con cara de puro espanto. Le han entendido mal.
- No, no, no, no. Yo no soy...
Es vagamente consciente de que Molina aparece a su lado.
- Él no es médico, es un compañero, discúlpenle, por favor, ha recibido un fuerte golpe y sufre una conmoción... –suena incómodo, casi violento. Le coge suavemente por el codo- Rocío, llévatele de aquí, por favor.
La mujer le mira con unos ojos oscuros que parecen taladrarle. Siente ganas de echarse a llorar.
- ¿Estabas con mi hija cuando le han hecho esto?- había pensado que madre e hija no se parecían demasiado, ahora que la oye hablar rectifica, acaba de ir a Leo con la voz algo más raspada de lo habitual.
Asiente despacio con la cabeza. No se cree capaz de contestar a esa voz tan horriblemente familiar pero lo intenta.
- Lo siento, yo no pude... - no está seguro de que nadie le entienda porque él mismo se oye y no se entiende- No pude. Lo siento mucho
Ruido de tacones a su espalda. Un brazo por los hombros.
- Ven conmigo, anda.
Una última mirada a esos dos pares de ojos que le miran como si no supiesen qué pensar, y se deja conducir dócilmente por Rocío de vuelta a los asientos de plástico. De fondo oye a Molina disculpándose en su nombre. No sabe qué pretendía acercándose a ellos, pero fuese lo que fuese no lo ha conseguido. No tenía que haberse tomado esa pastilla, le ha matado las pocas neuronas que le quedaban.
Nadie le ha reprochado haberse plantado delante de los padres de Leo como si acabase de salir del remake de La Noche de Los Muertos Vivientes. Lo agradece. Se siente jodidamente mal por haberles asustado de esa manera, pero también está seguro de que ellos dos deben haberse olvidado de su existencia entes de que se hubiese alejado del todo. Un tío demacrado disfrazado de médico balbuceando incoherencias desde luego que no es la mayor de sus preocupaciones en estos momentos.
Después de que Rocío se la llevase de vuelta a los asientos, ños padres de Leo han estado un rato de pie, abrazados y llorando, luego se han sentado en una zona algo apartada de dónde están ellos. Molina se ha acercado un par de veces para ver si necesitaban algo. A eso de las dos de la tarde un celador ha salido a buscarles y se les ha llevado, poco después un médico con pinta de ser una mezcla de actor de anuncios de champú y surfero ha salido a hablar con ellos. Espera que el médico que se haya encargado de informar a los padres de Leo no haya sentido la necesidad de ser tan jodidamente descarnado. El único tacto que conoce el surfero de pega es el rectal.
Habrá considerado que al ser policías, con ellos no había porque poner paños calientes a nada. La mayor parte de su vida ha estado mezclado con las malas noticias, en este trabajo que eligió, las buenas noticias son una especie en vías de extinción, y si las hay, llegan después de muchas malas. Ha perdido la cuenta de las veces que le ha dicho alguien que su mujer, o su marido, o su hija, o su hijo, o su novia, o su novio, o su amante, o su amigo... alguien importante para ellos, estaba muerto o en un hospital. Demasiadas veces, y nunca ha llegado a acostumbrarse. Esa parte del trabajo es la que menos le ha gustado de siempre. Cuando las dices, las malas noticias apestan, cuando las recibes, te aplastan. Las malas noticias son siempre malas, pero cuando estás al otro lado, son peores que nunca, porque no puedes darte la vuelta y ponerte a hacer otra cosa. En este lado tienes que quedarte a ver el final de una película muy mala, una que detestas. Esta es la peor película que ha visto en su vida.
El médico guapete, con su pelito rubio sacado de anuncio de champú Johnson's, se les ha acercado desde el lado cómodo de las malas noticias, ha soltado la bomba y, sin un solo "lo siento", se ha largado sin darles tiempo a digerir ni una sola de las palabras que les ha tirado a la cara.
Antes de abrir la boca el médico le ha puesto en la mano una bolsita de plástico transparente con una cosa color cobre del tamaño de una moneda de cincuenta céntimos. Una flor metálica y retorcida con pétalos cortantes como cuchillas. A su cerebro le ha llevado un poco más de la cuenta comprender que le acababa de dar una bala. Ha sentido el impulso de tirarla al suelo y pisotearla, seguramente lo hubiese hecho si Molina no la hubiese cogido de su mano.
Después del regalito han venido las palabras. Ha habido un momento en que pensaba que estaba entendiendo mal todo lo que decía, era imposible que lo que oía fuese tan jodidamente distinto a lo que esperaba oír.
"Su compañera está en estado crítico", así, sin presentaciones y sin pollas. Da una bala y dice eso, ¿qué cojones se piensa ese tío? Habrá pensado que tampoco necesitaban saber cómo se llamaba el tío que les estaba dando una patada en la boca. Aunque no lo ha dicho, sabe cómo se llama ese tío cabrón. Roberto. Se llama Doctor Roberto. Lo sabe porque lo lleva escrito en el bolsillo del pecho de su pijamita verde. Ese tío deber ser idiota y se ha escrito su propio nombre por si se le olvidaba. No sabe de qué se extraña ¿Qué se puede esperar de alguien que te da la peor noticia de tu vida en el mismo tono en que hubiese podido decir "Su compañera está tomándose un café y un croissant"? No pretendía que se hubiese puesto a llorar al decirlo, pero al menos si un poco de compasión o de simpatía. Solo un poquito, nada más. No era mucho pedir.
Ni han recibido simpatía, ni es el caso de que Leo esté tomando cafés. Ni siquiera una porquería de descafeinado, o una puta mierda de té, un repugnante poleo, o una insípida tila. No. Nada de infusiones de ningún tipo, mucho menos croissants, ni siquiera de esos sosos que no llevan chocolate.
No hay desayunos que valgan cuando una Hormiga Atómica hija de puta te mete cuatro tiros en la tripa. Cuatro. Bang. Bang. Bang. Bang. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan. Cuatro estaciones. Cuatro puntos cardinales. Cuatro elementos de la Naturaleza. Cuatro Beatles. Cuatro balas, una detrás de otra.
El cuatro le pone los pelos de punta. Cero es un número del que nadie se acuerda. Uno es un número muy solitario. Dos, compañía. Tres, multitud. Cuatro es un hijo de puta. Cuatro. Ha decidido que a partir de ahora, en su mundo, dos y dos pasan a ser cinco. No quiere oír hablar de cuatros.
Casi prefería cuando los disparos de Leo no tenían un número, el número que Doctor Roberto le ha dado no le gusta una puta mierda, pero no sabe dónde reclamar. Cuatro una más tres, la bala que entró y salió, y las tres que se quedaron. Esas cuatro mierdas han jodido bien jodidas todas esas cosas que uno tiene dentro y en las que no se piensa demasiado.
Doctor Roberto las ha recitado todas en alto para que pudiesen disfrutar de su maravillosa dicción y flipar un poco con todo lo que sabe de anatomía, su cerebro y él se han plantado de seguir escuchando después de oír hablar de pulmones e hígados perforados, contusionados y sepadiosquémasdados. Hay cosas que es muchísimo mejor no tener que escuchar.
Parece mentira, cuatro cositas de metal, no más grandes que la falange de un dedo, y todo lo que estaba de puta madre deja de estarlo.
El capullo del médico que le ha tocado a Leo es un inútil de tres pares de cojones, ¿Pues no ha tenido la jeta de plantarse delante de ellos y decirles que ni ha podido sacarle todas las balas, ni arreglar las cosas que se habían roto? ¿A alguien le parece normal un médico que no cure? A él desde luego que no.
Por supuesto el Doctor Pelo Johnson's ha puesto excusa, cómo no, ha dicho que hasta que Leo no esté más estable no pueden intentar curarle sin "correr riesgos desproporcionados". Un cojón. "Señorita profe, yo quería hacer los deberes, pero como sabía que iban a estar mal...." Putas excusas para no hacer su trabajo.
Luego Doctor Roberto les ha contado las cosas que sí ha hecho. Por el tono parecía muy orgulloso de haber arreglado unos vasos, de haber lavado no sabe qué, y de haber metido cosas en paquetecitos. Él no tiene ni puta idea de medicina, pero todo eso le suena más a trabajo de cosa de cocinero o camarero que a médico. Este tío es muy raro.
Cuando ya les tenía acojonados perdidos y mareados con su palabrería rara, les ha contado un cuento de terror sobre todas las bacterias hijas de puta que salen de un intestino y un colón perforados. Solo le ha faltado iluminarse la cara con una linterna desde abajo para acabar de jiñarles. A él desde luego se le han puesto los pelos de punta.
Eso no ha sido lo mejor. Lo mejor ha sido justo la despedida. "Hacemos todo lo que podemos, aún así han de entender que es muy difícil que su compañera llegue a estar en condiciones como para poder afrontar con alguna garantía una segunda intervención que resulta imprescindible. Han de hacerse a la idea". Ha soltao eso y sin un puto "lo siento" se ha dado la vuelta y se ha largao.
Él sabe de qué va esto, cuando iba al cole lo hacía. Cada vez que tenía un examen le avisaba de antemano a su madre de lo dificilísimo que era, daba igual que fuese un examen de la tabla del dos. Él la avisaba, así, si luego suspendía no podía echarse las manos a la cabeza, y si aprobaba, pues para ella era el más listo de todos. Es una táctica muy vieja, Robertito, muy, muy vieja.
No le gusta una puta mierda este médico, no arregla nada, tiene la sensibilidad de un botijo, deja balas dentro, hace cosas de camarero, cuenta cosas que san muchísimo miedo, y ni siquiera tiene pinta de médico. Seguro que ni lo es, seguro que es un actor frustrado que le ha quitado el pijama verde al auténtico Doctor Roberto. Tiene que ser eso, un médico de verdad, al menos hubiese dicho que lo sentía mucho.
Hace ya mucho rato que nadie ha abierto la boca, ya nadie da palmaditas en el hombro de nadie y dice que Leo se va a poner bien. El doctor Roberto es un hijo de puta de la peor clase.
- Corso- levanta la cabeza despacio hacia la voz de Molina. Se siente atontado, sin fuerzas para nada- Sé que no tienes ganas de hablar, yo tampoco, pero, desgraciadamente, no tenemos elección. Tienes que decirme exactamente qué ha pasado esta mañana.
No tiene el cuerpo para contar historias, pero no ha elección. Empieza a hablar con todo de ido, la sensación de estar drogao no se le ha pasado del todo ni con el susto de Doctor Johnson's.
- Me fui a Barcelona el viernes, allí estuve tres días con mi padre en un hotel. La noche de ayer la pasé en otro hotel para que mi padre no supiese qué pensaba haber, a eso de las dos de esta madrugada he alquilado un coche en una oficina de Hertz en la Diagonal de Barcelona- se toma un momento para ordenar su cabeza- Conduje toda la noche, y he llegado sobre las seis, sí, le he pisado bastante, ya lo sé... creo que tengo una cuantas multas para demostrarlo.... sobre las seis y pico ya estaba aparcado enfrente de casa de Vázquez esperándole.
- ¿Qué pensabas haber?- Molina sigue sonando más como un padre que como un policía- Esto ya no es oficial, Corso, es una pregunta de amigo.
- La respuesta de amigo y al oficial es la misma, ya se lo he dicho a Rocío, iba a obligarle a entregarse en los juzgados con todo lo ponzoñoso que tuviese, y después me iba a entregar yo.
Molina no dice absolutamente nada pero ve un reproche mudo en sus ojos. No va a justificarse ahora, no merece la pena cuando no hay justificación posible.
- A eso de las ocho Vázquez apareció. Le abordé y le dije que me llevase hasta donde tuviese guardadas sus mierdas. No me costó mucho convencerle. Fue él quien condujo hasta el chalet.- resopla- Cuando llegamos, abrió una caja fuerte, yo comprobé que no había armas dentro y le dije que metiese dentro de una mochila todo lo que había..- cierra los ojos y sacude la cabeza- Resulta que comprobé por el culo, para cuando me quise dar cuenta, el cabrón me estaba apuntando con un arma que tenía escondida en un doble fondo.
Mira a los ojos de Molina.
- Me iba a matar. A eso me había llevado ahí, no iba a darme ni pruebas, ni pollas, solo iba a darme matarile. Volvió a hacer de mí lo que le salió de los cojones, como siempre ha hecho....
Se detiene un segundo, no es que necesite pensar en lo que va a decir, ni nada de eso. Es solo que ahora vienen las curvas y no se siente demasiado preparado para afrontarlas.
- Entonces apareció Leo...- es consciente de que solo ahora su voz empieza a mostrar alguna emoción- Ella le apuntó con su pistola y consiguió que ese cabrón bajase el revólver, le esposó... os llamamos y... no sé... yo estaba de espaldas a la puta corredera de cristal, vi que a Leo le cambiaba la cara, cuando me giré vi a un tío al otro lado, en el jardín.
- ¿Cómo iba vestido?
- Iba de motero. No tenía nada de especial. Vaqueros, botas, cazadora negra de piel, casco negro. No... no tenía nada de especial.
- Vale, no te preocupes, puede que luego recuerdes algo más, sigue- Molina le golpea suavemente el antebrazo.
Le angustia de una manera horrible que no tuviese nada de especial, pero no lo tenía.
- Había un segundo tío, a ese le vi cuando me caí al suelo después de la hostia en la cabeza. Su casco era de esos de Repsol naranjas y blancos, como la moto de Pedrosa.
- Vale, eso está muy bien.
Le diría a Rocío que eso no vale una puta mierda, pero sabe que solo trata de animarle un poco.
- ¿Cómo fue el golpe que te hizo caer?
- Yo corría detrás del tío, le di el alto disparando al aire, pero él no se detuvo- suspira- Hubo un momento en que estaba a punto de cogerle, pero justo al pasar por a una esquina, me arrearon en la cabeza por detrás - se señala la coronilla, que ahora empieza a dolerle como una hija de puta- me caí, y luego, en el suelo, me dieron unas cuantas patadas más.
- ¿Viste alguna cara o les oíste hablar?- Mario no le mira a los ojos al hacerle la pregunta. Es la primera vez que se dirige a él desde el encontronazo.
- No, no dijeron nada y los dos llevaban las viseras de los cascos bajadas. No puedo decir nada más de ellos, solo que eran más o menos de mi estatura, constitución normal, y que se fueron en una moto.
Molina levanta las cejas.
- Una moto... ¿Matrícula?
- No, ni matrícula, ni marca, ni modelo, ni hostias. Lo siento.
Tenía que haberse esforzado más, hostias, tenía que haber visto al menos la marca de la puta marca.
- Tranquilo, es normal que no te fijases, te dieron un golpe tremendo.
- Ya...un golpe tremendo...- suspira- Lo único que puedo decir es que por el sonido era de las gordas, que creo que era roja y negra, y que brillaba mucho. Podría ser nueva, o simplemente estar muy limpia, o puede que ni brillase, no lo sé. Roja y negra era casi seguro.
- ¿Viste algo más?
- No, ver no vi nada, pero mientras estaba en el suelo, antes de... desmayarme- le da hasta vergüenza decir la palabra- Oí los disparos. Al principio no me di cuenta de lo que eran, yo estaba... da igual... Fueron muchos y no pude contarlos, pero hay una cosa que es muy rara. Hubo un rato en el que no se oyó nada y después hubo un último disparo.
- ¿Otro disparo más?- Rocío le mira con curiosidad.
- Si, algo después de los otros. No sé cuanto después, podría ser un minuto, podrían ser diez.
- ¿Estás seguro de eso?
- Completamente.
- Eso es muy extraño- Rocío le mira con el ceño fruncido y una mueca en los labios.
- Esos dos hijos de puta tienen muchas cosas de explicar, ese disparo es la de menos. Esos dos cabrones son hombres de Castrejón, habían ido a cargarse a Vázquez, creo que Castrejón no se atrevía a cargarse a Vázquez mientras estuviese en una zona vigilada por la policía, que conocía la existencia de la casa y que sabía que tarde o temprano iría allí. Creo que la tenía vigilada, que nosotros llegamos cuando esos dos estaban dando una vuelta por la zona o algo así, que al llegar vieron la puerta abierta y el cabrón que entró no se espetaba que Leo y yo estuviésemos allí, que solo contaba con Vázquez, que por eso salió corriendo al vernos, porque no estaba preparado.
- Yo también lo creo, creo que el hecho de que Leo y tú aparecieseis les desbarató los planes.
Agradece que Molina no haya acabado la frase con algo parecido a "fue mala suerte", no hubiese soportado oír eso.
- De momento vamos a asumir que solo están implicados los dos que tú viste.
- Si, no hay nada que haga pensar que había más personas- suspira- Supongo que al dejarme completamente fuera de combate no creyeron necesario matarme, o que no quisieron arriesgarse a disparar en plena calle, después debieron volver a la casa y... lo que no entiendo es el arma guardada de Leo.
Rocío resopla por la nariz antes de empezar a hablar.
- Ten en cuenta que ella no sabía que había dos personas, es posible que cuando volvieran lo hicieran por separado. Había dos maneras de acceder al despacho, por la cristalera y por dentro de la casa. Puede que ella estuviese reduciendo a uno cuando el otro llegó por detrás, no le dio tiempo a reaccionar, hubo un forcejeo y...
- ¿Forcejeo?
Molina asiente
- Si, Corso, el informe del SUMMA dice que los disparos fueron hechos a bocajarro, todavía tenemos que llevarle ese informe y el que nos den de Urgencias al forense, pero si, todo apunta a que fue un forcejeo lo que llevó a una serie de disparos a bocajarro.
La voz de Molina ha sonado casi mecánica.
- Bocajarro...- repite la palabra como si tuviese arena en la boca. – No.. no lo sabía.
Que fuese de otra manera no cambiaría demasiado la situación, pero en ese momento le resulta un pensamiento insoportable. Se la imagina forcejeando con uno de esos cabrones y siente que se muere.
- ¿Sabes cuánto tiempo pudiste tardar en volver al chalet después de que te agrediesen?
Agradece el cambio de tercio.
- No. Yo... yo intenté levantarme en cuanto me di cuenta de que eran tiros, pero no pude... no pude... perdí el conocimiento.
Se siente como un patán al contar que se desmayó como una puta damisela. Nadie dice nada por un rato, se oye un carraspeo pero no está seguro de quién lo ha hecho, hasta podría ser él mismo.
- Bien- Molina habla con voz grave- La llamada de Leo la recibimos exactamente a las ocho y veintidós, según el informe preliminar del 112, tu llamada se recibió a las ocho y treinta y cinco. Eso da un margen de quince minutos para todo lo que pasó.
- La llamada de Leo duraría unos tres minutos aproximadamente, ¿el sospechoso del casco apareció inmediatamente después de que ella colgase?
- No, estuvimos hablando un rato después de que ella colgase, no sé, unos cinco minutos.
- Bien, entonces, podemos decir que, el sospechoso entró en escena a eso de las...- Molina entrecierra los ojos al hacer el cálculo mental.
- Ocho treinta- concluye Mario.
- Según la hora de la llamada a Emergencias, eso deja seis minutos para que a ti te dejasen inconsciente y se produjesen los disparos.
- La carrera no duraría ni medio minuto, me noquearon como a doscientos metros de la casa, no más.
- Tiempo de sobra, esos tíos pudieron perfectamente agredirte a ti, volver a la casa, disparar, llevarse la mochila y huir sin demasiadas prisas.
- Cuando llegué no me fijé en qué había y en qué no... no me puse a buscar la mochila, yo solo...
- Corso, ninguno de nosotros nos hubiésemos fijado en mochilas ni en mochilos, no era momento.
Chasquea la lengua.
- Hostia puta, todo esto es por esas putas pruebas que se me metió en los cojones encontrar.... Yo soy el que todo lo sabe, el que todo lo resuelve a su manera, y por mi puta culpa Leo está así.
Descarga un puño lleno de rabia sobre su propia rodilla, se hace daño, pero se jode y no hace ni medio ruido. Ojala no la hubiese dicho que se quedase dentro, ojala hubiese sido ella la que salió corriendo y él quien se quedó dentro.
- Ni se te ocurra decir eso, Corso, esto no es culpa tuya- Molina sigue hablando con suavidad, pero la frase tiene una firmeza que no estaba en las anteriores.
- ¿Ah no? ¿Estás seguro de eso? Porque yo no.
Se levanta del asiento y camina como si estuviese borracho hasta llegar a una zona lo bastante alejada de ellos. Apoya la espalda en la pared. Lo ha hecho todo mal, la ha cagado una vez tras otra, y cuanto más se empeñaba en hacer las cosas bien, peor lo hacía. Es un mierda, un egoísta, y un hijo de puta que no es capaz de ver más allá de sus putas narices de cabrón. No tiene derecho a vivir.
Hace no mucho le dijo que si a ella la pasaba algo, él se moriría. Era verdad. Hay pocas cosas en esta vida que tenga claras, una es que ella está en una categoría a parte de todas las demás cosas y personas que hay en su vida. Una categoría única con un etiquetita que dice máxima prioridad. Lo peor que podría ocurrirle a él es que a ella le pasase algo malo. Pues bien, lo peor ya está aquí y este peor es peor de lo que se podría haber imaginado nunca. Algo le ha pasado a ella y le ha pasado por su estupidez, su insensatez, su ceguera y su cabeza de melón.
Solo hay una sola cosa en su cabeza. Reventar a patadas a quien haya hecho esto a Leo. Quiere patearle hasta que se le revienten las botas, hasta que se le rompan todos los huesos del pie, hasta que los calcetines se le llenen de sangre, hasta que el cuerpo de ese hijo de puta quede convertido en un amasijo de carne, sangre y huesos rotos, hasta que empieza a pagar una décima parte de lo que ha hecho. Solo quiere hacer eso,y después coger su puta pistola, metérsela en la boca hasta la laringe y decorar la pared de detrás con sus putos sesos, suponiendo que dentro de esa cabeza tan grande que tiene haya sesos para desparramar, cosa que ahora mismo no tiene nada clara.
El camino a la UCI está señalizado con una línea roja en la pared, podían haber puesto otro color que diese menos miedo. El rojo es un color bastante espeluznante. Los padres de Leo han pasado a verla nada más subirla a la UCI, él no esperaba tener la suerte de poder verla tan pronto, pero Requena ha aparecido de la nada y le ha dicho que si quería, podía pasar cinco minutos. Requena será un gilipollas a ratos, pero también es un tío grande.
La línea roja de la pared se detiene junto a unas puertas blancas con pinta de inofensivas. Sobre las puertas hay un cartelito, también muy inofensivo, que dice UCI y si eres idiota te explica qué es. Unidad de Cuidados Intensivos. Hace años esto se llamaba UVI, no sabe porqué habrán cambiado el nombre. Da igual, es la misma mierda. A los dos lados de las puertas, que en realidad es una doble, hay dos policías de uniforme.
Le gusta su aspecto, no son los típicos pipiolos recién salidos de la Academia que suelen poner en las vigilancias. Él mismo, cuando llevaba uniforme, se chupó unas cuantas guardias en hospitales y por eso sabe que esos chicos no son de fiar. Los novatos están más pendientes de si las médicos, visitantes y enfermeras están buenas que de vigilar lo que deben vigilar. Estos dos ya tienen canas en los huevos y pinta de rottweilers con mala leche. Le parecen una elección cojonuda. Los dos guardianes comprueban concienzudamente su tarjeta de visitante antes de dejarle entrar. Eso también le parece cojonudo.
Al cruzar las puertas de acceso se encuentra en un pasillo relativamente corto y bien iluminado. Nada más entrar, a la derecha hay una sala grande con puertas de cristal. El cartel sobre la cristalera dice "Sala de Espera". Al pasar ve al padre de Leo de espaldas, el estómago se le descuelga. Piensa en decirle algo pero, después de la de antes, decide que es mejor dejar las cosas tal y como están. No quiere arriesgarse a joderles más.
Justo enfrente de la sala de enfermeras hay una puerta blanca con un cartel que dice "Prohibido el paso a personal no autorizado", y debe ser la zona de descanso del personal. Sigue adelante. A continuación de la sala de espera, también a la derecha, hay una explanada grande de la que salen muchas puertas, deben ser almacenes y cosas así, en el centro de la explanada hay una enrome isleta llena de pantallas de ordenador. Un cartel encima dice "Puesto de enfermeras".
El meollo de la UCI está justo enfrente de la explanada. No es la sala enorme con cortinas que esperaba ver. Ni es enorme, según un cartel son solo ocho camas, ni son cortinas, son habitaciones individuales. Está bien que no sea así, esa sala enorme de los hospitales antiguos siempre le hacía pensar en las salían en las películas de guerra, llenos de soldados mutilados y enfermeras con cofia. Está bien tener tu propia habitación para ti solo, puedes ocuparte tranquilamente de tu propio sufrimiento sin tener que oír el del vecino de al lado.
Sigue adelante. Cada una de las ocho habitaciones de su izquierda tienen una ventana grande que da al pasillo, además la mayoría de las puertas están abiertas. Eso le pone los pelos de punta, no hay tanta intimidad como había creído. Si se asomase podría ver las miserias que hay dentro. La idea de poder ver el dolor de gente que no conoce sin que ellos puedan hacer nada por impedirlo, le horroriza. Odia sentirse expuesto o vulnerable y no se le ocurre peor exposición que el hecho de que un desconocido pueda mirarte mientras te mueres. Hay cosas que nadie debería ver, desde luego no un desconocido.
Un par de enfermeras le miran con cierta curiosidad al cruzarse con ellas, supone que es por la cara que gasta y la ropa que lleva puesta. Él no las mira, solo las ve de pasada. Camina como los bueyes con la vista fija en el fondo del pasillo, intentando no ver lo bonita que es esta UCI tan nueva o lo que hay en esas habitaciones de su izquierda convertidas en escaparates, no quiere ver nada. Se le ocurre de nuevo lo jodidamente fácil que vivir con los ojos cerrados, y lo mucho que duele vivir con ellos abiertos.
Está muy asustado. Muchísimo. Acojonado perdido. Es jodido de reconocer, pero tiene miedo de verla. Es un cobarde, no es otra cosa, un cobarde que tiene miedo de enfrentarse ella. Miedo a mirarla y ver que está destrozada por su puta culpa. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Antes se sabía toda esa mierda de oración entera, ya se le ha olvidado, pero cree que ahora venía la parte en la que se suplicaba perdón o algo así. Qué más dará lo que viniese ahora, solo son palabras que no valen para nada.
La habitación de Leo es la número ocho, la última. Como todas las demás también tiene ventana. Puede ver el rectángulo por el rabillo del ojo. También ve que, aunque la persiana está bajada, las lamas no están cerradas del todo. Si quisiera podría asomarse y mirar. No lo va a hacer. No va a asomarse por la ventana como si fuese un puto mirón, aquí no vale taparte los ojos y mirar entre los dedos como si fuese una puta película de miedo. Está acojonado, pero no va a intentar esconderse detrás de nada. Aunque parezca que hay muchas maneras de hacer una misma cosa, en realidad sólo hay dos. Bien y mal. Intentar esconderse está mal, echarle huevos está bien. Está harto de hacer las cosas mal. Cruza el marco de la puerta abierta conteniendo el aliento.
Resulta chocante la tranquilidad de dentro. Ni de coña parece que estés en un sitio en el que algo horrible está pasando. Todo aquí dentro parece pensado para que te olvides de dónde estás en realidad. Los colores, la luz, las formas suaves de las cosas... Este sitio no se parece en nada al resto de las habitaciones de hospital en las que ha estado, se parece más a una habitación de hotel en la que en vez de minibar hay máquinas extrañas. Todo es calma. Todo es paz. Todo está bien.
Sería muy tentador creerte esa calma y ese bienestar. Habría maneras de intentar hacerlo. Por ejemplo podrías empezar no mirando esos aparatos raros que no entiendes y que tanto miedo dan. Después, olvidándote de la maraña de cables, tubitos y tubos que salen del cuerpo, y concentrándote solo en su carita. Si mirases su cara pensarías que pasase lo que pasase, ella siempre será la chica más preciosa del mundo y que absolutamente nada podría cambiar eso. Después, cuando ya lo has pensado, y te has sentido imbécil por pensar algo así en un momento como ese, tendrías que cerrar los oídos para no escuchar los pitidos y los murmullos de las máquinas a tu derecha y, entonces, una vez sordo, podrías volver a su carita, mirarla con el aliento contenido y pensar que simplemente está durmiendo.
Mientras mirases su cara tendrías que tener mucho cuidado porque si quisieras engañarte, no podrías mirarla toda. Tendrías que evitar a toda costa mirar esa máscara salida de una película de aviones de la segunda guerra mundial que le tapa la boca. Si vieses esa máscara el espejismo se rompería en ese preciso instante, así que habría que evitar verla a toda costa. Podrías, simplemente, mirarle a los ojos.
Te encanta mirar sus ojos aunque estén cerrados, así que te parecería una idea buenísima y te concentrarías en esos ojos enormes que parecerían dormir. Eso te funcionaría un rato pero enseguida te darías cuenta de que bajo los ojos no están solo las sombras de esas pestañas largas y oscuras. Te darías cuenta de que debajo de las sombras oscuras, habría unas ojeras aún más oscuras. Unas ojeras hijas de puta que hundirían los ojos y entonces tendrías que apartar la mirada de ahí. Mirarías a todas partes buscando un punto seguro al que mirar, entonces tal vez te fijases en el pelo desparramado sobre la almohada blanca, verías que parece casi negro y sentirías ganas de llorar.
¿Por qué te haría llorar eso? Fácil, porque aunque su pelo es oscuro, desde luego no lo es tanto, sabrías que solo te parece prácticamente negro porque la piel no tiene color. Cuando eso pasase, te esforzarías en no llorar porque aunque no estuvieses seguro de si ella sabe que estás ahí, no querrías que ella te viese llorar por el color de su pelo. Eso solo lo hacen los idiotas. Te esforzarías. Costaría, pero conseguirías no llorar. El esfuerzo te dejaría con las piernas temblorosas. Creerías que estás contra las cuerdas, que ya no puedes ver más cosas horribles, pero estarías equivocado porque acabarías dándote cuenta de que de repente parece muy pequeñita, muy vulnerable, y muy frágil. Te darías cuenta de eso y de que tú estás tan asustado que desde que has entrado no has respirado ni una sola vez. Entonces estarías en un punto en el que ya no quedarían sitios seguros a los que mirar, y solo te quedaría tocar su carita con un dedo que temblaría mucho más de lo que tú querrías y sentir el frío de su piel. Harías eso y ya no habría engaños que valiesen. Leo no está durmiendo.
De nada valen las mierdas, de nada vale hablar en supuestos cuando ya ha pasado, cuando ya lo has intentado. Oye las máquinas, ve los tubos, siente su piel fría. Aquí no hay paz, ni hay pollas. Aquí hay solo espejismos. Se esfuerza en conseguir que de su boca salgan sonidos coherentes.
- Leo..., hey... hey- acaricia de nuevo su mejilla
Las palabras se le atragantan, quiere decir muchas cosas pero no le sale ninguna. Ya no tiene los ojos secos, ahora está dejándose los huevos para no ponerse a llorar como un loco. Tiene un nudo en la garganta que no le deja casi ni respirar. Recorre con el dedo su carita, y dice bien lo de carita, porque en cuestión de horas la mujer que ha tenido huevos para plantarse delante del arma de un hijo de puta, parece haberse transformado en una niña pequeñita. Casi duele verla tan vulnerable. Le enferma pensar que ahí fuera hay una persona capaz de haberla hecho daño. La presión en el pecho y el estómago se están haciendo insoportables. Si reventase como el lagarto Jaén en ese preciso momento, no le extrañaría una mierda.
- Hola, preciosa
Su mano busca la de ella. La roza con los dedos. Se la encuentra muy hinchada y le da miedo hacerla daño, pero enseguida se da cuenta de que eso es una gilipolléz, está tan sedada que no siente nada. Sus dedos tocan algo duro y rígido en su muñeca, baja la mirada y se encuentra con una pulserita de plástico. La pulserita tiene un nombre y unos números. Se la queda mirando medio ido. Le parece horrible que tenga que llevar una pulsera para que la distingan de las demás. Es lógico, pero es horroroso. Es horroroso que Leo, su Leo, se haya convertido en L. Marín Lebrún para que no la confundan con J. Pollas Envinagre o S. Suputamadre Embragas. A la persona más importante de su vida tienen que ponerla una marquita para diferenciarla del resto, como si fuese una más entre tantos. Le dan ganas de emprenderla a golpes contra todo. Aprieta su mano. Está helada. Intenta darle calor con las suyas. Juguetea con sus dedos flácidos mientras mira con los ojos perdidos las venitas que asoman bajo la piel de sus brazos. Puede ver sus venas. No las grandes que a todo le mundo se le ven, ve todas, hay un puto bosque azul frente a sus ojos, y por alguna razón que no entiende, ver eso le crea una horrible sensación de ansiedad.
- Lo siento... lo siento...- la voz se le corta.
Está al borde de sus fuerzas, todo lo que ha dicho el puto médico, el puto doctor Roberto le da vueltas en la cabeza. Se imagina esos cachos de metal dentro de ella y siente que se muere.
- Le vamos a coger... te lo juro, te lo juro... tienes... tienes que luchar, Leo, tienes que...
Oye algo que no es del todo humano. Un ruido que le pone los pelos de punta, algo entre un gemido y un gruñido, y se da cuenta de que lo ha hecho él. No quiere llorar como un niño el peor error de su vida, pero a sus lágrimas eso les suda la polla y en cuanto cae la primera el resto vienen solas.
Le escuecen los ojos, siente la garganta en carne viva y está agotado en todos los sentidos posibles de la palabra. Cuando vuelve a la sala de espera de fuera solo están Requena, Esparza y dos maderos de uniforme. Requena está mirando al suelo y tiene las manos en los bolsillos, al oír sus pasos levanta la vista hacia él, hace una mueca extraña y se acerca. Lo último que le apetece es hablar, pero sabe que hay cosas que se tienen que hacer, cosas muy desagradables.
- ¿Cómo está?
- Genial, está genial, manda recuerdos.
Ni la mala baba, ni el sarcasmo eran necesario, pero no ha podido guardárselos. Está muy asustado, y cuando tiene miedo le da por morder sin mirar a quién.
- Perdona, Requena.
- No pasa nada, no pasa nada, lo entiendo. Corso...
Le mira de una manera rara, muy rara. Esta totalmente descompuesto, mucho más que antes.
- Corso, verás, te tienes...- suspira- Te tienes que ir con Esparza a comisaría para contestar algunas preguntas.
- No me jodas, Requena, ¿no me las puede hacer aquí?
- Me temo que no, Corso, las cosas....
Menea la cabeza como una especie de buho calvo.
- Corso, verás, no sé como decirte esto, pero ha pasado algo...
- ¿Ha empezado la Tercera Guerra Mundial? Es lo único que podría ser peor que lo que ya ha pasado, y como eso no ha podido pasar en quince minutos, suéltalo de una puta vez y déjate de mierdas.
- Corso, nos han quitado el caso, ya no es de nuestra comisaría.
- ¿Cómo que nos han quitado el caso?
En ese momento ni se acuerda de que ya ni es policía, ni quiere serlo.
- Ha pasado a manos de la gente de Esparza.
- ¿Esparza? – arruga la nariz, no entiende qué coño le están diciendo- ¿Pero qué dices?
- Corso, no van a hablar contigo como testigo, no sé cómo ha pasado, pero quieren interrogarte como sospechoso.
Se le queda mirando incapaz de entender del todo lo que acaba de decirle.
04 Mientras mi guitarra llora suavemente(Martes 12 de diciembre, 21:34)
Os miro a todos vosotros y veo el amor dormido
Mientras mi guitarra dulcemente llora.
Miro el suelo y veo que hay que barrerlo
Y mi guitarra que dulcemente llora.
No sé porqué nadie te dijo cómo revelar tu amor
No sé cómo alguien pudo controlarte
Te compraron y te vendieron.
Miro el mundo y veo que da vueltas
Mientras mi guitarra dulcemente llora.
De cada error sin duda aprendemos
Y mi guitarra que dulcemente llora
No sé cómo pudieron distraerte y engañarte también
No sé cómo te trastocaronNadie te avisó
Os miro a todos vosotros y veo el amor dormido
Mientras mi guitarra dulcemente llora
(While my guitar gently weeps)
¿Qué clase de persona se cree esta gente que es él? Puede llegar a entender que alguien le crea capaz de matar a Vázquez, él mismo hasta hace unas horas se creía capaz. Creer eso tiene un pase. Lo de Leo no. Lo de Leo no tiene ni pies ni cabeza. Cualquiera que le conozca sabe de sobra que se cortaría una mano antes de ponerla un dedo encima. No creía que nadie pudiese considerarlo como una posibilidad ni un solo segundo, pero ya van seis horas de interrogatorio, y cada vez parecen más convencidos de lo que dicen.
Al principio no estaba asustado, estaba convencido de que de un momento a otro Esparza iba a entrar por esa puerta y poner fin a toda esta locura disculpándose, diciendo que se sentía como un idiota y que todo había sido un acojonante error. Ya no. Ahora se conformaría con que alguien entrase por esa puerta y le dijera porqué le están tratando como si fuese un criminal. Está harto de que le hagan preguntas que ya ha contestado mil veces antes.
Menos mal que los dos tíos que le están interrogando, dos capullos con pinta de generales de las SS, se han largado y le han dejado un rato en paz. Tiene que intentar aprovechar este momento para recuperar fuerzas. Está psicológicamente agotado.
Al principio han empezado de buenas, con el rollo poli comprensivo al que tantas veces ha jugado él mismo. Si a mi me hubiese pasado lo que a ti, también hubiese querido matar a ese cabrón. Tú no querías hacer daño a nuestra compañera, pero estabas muy alterado, ella se puso en medio... fue un accidente. Los accidentes le pueden pasar a cualquiera. Sus cojones. Las buenas se han convertido muy rápido en malas, la amabilidad en muy malos modos. Lo único que ha cambiado ha sido la historia que se han inventado los nazis de los cojones: se le fue la pinza, se le cruzó el rojo con el verde y se lió a pegar tiros como un loco sin mirar a quien le daba. ¿De dónde coño han sacado esa mierda?
En su puta vida se ha sentido tan asustado y tan indefenso, da igual lo que diga, ellos siguen con sus preguntas una y otra vez, es siempre lo mismo de trescientas maneras distintas. Una y otra vez, le están machacando y él no puede defenderse porque esos cabrones no le dicen que cojones creen tener contra él.
Si al menos le dijesen cómo está Leo, esto sería algo más llevadero, no puede soportar tanta angustia junta. La opresión que empieza en el estómago y se refleja en el cielo de la boca cada vez va a peor. No hace más que intentar decirse que si lo peor hubiese pasado ya se lo habrían dicho, pero esa puta voz en el fondo de su cabeza no deja de susurrarle que tal vez no, que puede que lo peor ya haya pasado y que no se lo dicen porque quieren torturarle con su propia angustia hasta que no pueda más y acabe confesando algo que no ha hecho. No sabe qué pensar, solo sabe que no ha estado tan asustado en su vida.
Da un puñetazo en la mesa y se levanta de esa puta silla. Se siente fatal, le duele la cabeza y las costillas y tiene un calor horrible. Se asoma al espejo, se encuentra mirando a un tío que se parece mucho a él con la cara hecha un mapa. Lógico que los padres de Leo le mirasen hace un rato con esa cara de espanto, menuda pinta. Tiene el ojo derecho prácticamente cerrado, puntos en el pómulo, el labio partido... Ahora que se ve, casi entiende que le hayan confundido con un asesino, desde luego parece un tío nada recomendable. Al menos le han dado ropa normal, y ya no va disfrazado del Doctor Cararota.
Coloca la mano en la superficie helada del cristal. Qué distinto es mirar por ese espejo cuando eres tú a quien interrogan. Se pregunta quién estará al otro lado, sabe que ni Molina, ni Rocío, ni Mario, ni siquiera ninguno de los de la U6 están ahí. Se imagina a Esparza justo detrás de su reflejo pensando qué hacer con él. Como sus nuevos amiguitos le han dicho, esto ya no es un caso de homicidio normal y corriente, esto es un caso de un poli volviéndose loco y disparando a los suyos.
Es mierda que queda en familia, así que es Asuntos Internos quien va a limpiarla. De eso creen va esto, de un poli zumbao que se zumba aún más y la emprende a tiros con su compañera. Una broma, tiene que ser una broma. Intento de homicidio a una compañera. Sus cojones compañera. Sus cojones. La puta palabra le hace daño de solo pensarla, se la clava en la carne como un alambre de espinas. Muy buen trabajo compañera. Sus cojones. Con la espalda apoyada en la pared se deja resbalar hasta el suelo.
No sabe cuánto tiempo lleva agazapado sobre el suelo cuando la puerta se abre y alguien entra. No ve la cara, solo unas perneras de vaqueros y unos zapatos negros ultra brillantes.
- Corso
Cuando Esparza se planta delante de él, se levanta de un salto, eso resulta ser una mala idea, se marea al moverse tan rápido.
- ¿Cómo esta Leo?
Esparza le mira un segundo antes de contestar, después se encoge de hombros.
- No hay cambios, Corso, pero la cosa pinta mal. Lo siento mucho.
- Ya...
Lo siente. Se limpia el culo con sus condolencias. Baja la mirada y se pone a mirarse los pies. Ahora se da cuenta de que sin saberlo había estado esperando un milagro de última hora, que le dijese que Leo ya estaba fuera de peligro.
- ¿Me vais a soltar?
Le mira con las cejas fruncidas antes de contestar.
- No puedo soltarte.
- Tú no sabes ni lo que dices, a quien teníais que estar interrogando es a los tíos que me atacaron. Esos cabrones trabajan para Castrejón, ellos son los le han hecho daño a Leo y matado a Vázquez. Ellos tenían que estar aquí, no yo.
- Estamos intentando identificarles, pero...
Usa el mismo tono de unos padres que le dicen a su hijo que ese juguete que tanto le gusta, y que tanto les molesta a ello, se lo ha llevado un señor. No se lo cree ni él.
- ¿Qué pasa, que no te crees lo que digo?
- Yo no he dicho eso.
- No, pero tampoco has dicho que sí.
Se miran fijamente el uno al otro. Él está sudando como un pollo y se pregunta cómo el otro puede llevar puesto ese jersey de lana con las mangas bien bajaditas.
- ¿Quieres comer algo? ¿Agua, un zumo o algo de beber?
- Si quieres ser amable conmigo, suéltame, si no ahórrate tus putos buenos modales.
Esparza asiente.
- Corso, quiero que me cuentes lo que ha pasado, si, ya sé que lo has repetido cincuenta veces, pero ahora quiero que me lo cuentes a mi.
Esa misma frase la ha dicho él mil veces, cuando eres tú quien la oye, resulta bastante cabreante. Con cabreo o sin él, lo hace, Esparza sabe de qué pie cojeaba Vázquez. También él estaba convencido de que había pruebas, así que puede que él esté más dispuesto que los otros dos a creerle. Esparza le escucha en silencio sin interrumpirle ni una sola vez, cuando acaba se queda callado un buen rato.
- Corso, quiero creerte pero tu historia tiene demasiados problemas.
- ¿Qué problemas?
- Para empezar, pretendes que me crea que te llevaste a punta de pistola al hombre al que hace unos días amenazaste de muerte, que le dejaste en perfecto estado de salud cuando saliste detrás de un hombre al que no puedes describir, que ese hombre sin cara tenía un cómplice al que, por supuesto, tampoco puedes describir, que te dejaron inconsciente, y que al llegar a la casa te encontraste con Vázquez muerto y tu compañera herida.
- Pretendo que te lo creas porque eso es lo que ha pasado.
Esparza resopla.
- En esa casa no hay una suela prueba que indique que en esa casa hubo alguien más que tú, tu compañera y Vázquez.
- No me lo creo, pero aunque no las hubiera, ¿Tú me has visto la cara? Tengo la puta cabeza abierta, ¿eso también me lo he inventado? ¿O me di yo mismo una hostia por detrás?
- Puede que alguien te golpeara, puede que no. Hemos encontrado restos de sangre y pelo en el armazón de la cristalera, creemos que te pudiste golpear accidentalmente tú mismo contra ella. Las muestras están en ADN, tardaremos unos días en tener los resultados. Puede que el mismo Vázquez te agrediese, hay signos de pelea en él. No digo que mientas, pero no descarto nada.
Le mira sin poder creerle.
- Pensé que querías ayudarme.
- Mira Corso, yo tengo una obligación, y es el de coger a quien se ha cargado a Vázquez, y ha herido a tu compañera. Eso es lo que tengo que hacer, ese es mi deber, para con ellos, no para contigo, Corso. Además da igual lo que yo quiera o no quiera hacer, cuanto más investigamos, más y más implicado estás.
- Mortadelo y Filemón- señala con la cabeza al cristal tras él- no me han dicho qué hay contra mí. Tenéis que tener algo más que mis amenazas contra Vázquez para tenerme aquí retenido, porque unas amenazas no valen para nada. No sé que es, pero desde ya te digo que sea lo que sea, es falso. Yo no he hecho nada.
Esparza le mira y por un segundo su expresión es la de un perro de caza.
- Te llevaste a Vázquez a punta de pistola, ¿no?
- Ya te he dicho que si.
- Tu arma reglamentaria está retenida desde hace días.
Se encoge de hombros, no entiende a cuento de qué viene eso.
- Tengo otra pistola, siendo inspector puedo tener hasta cinco armas registradas.
Le jode tener que justificar cuántas armas tiene y cuántas no.
- Si, ya lo sé, yo también tengo varias armas registradas. Hablemos de tus armas, además de la HK reglamentaria, tienes una Beretta PX4 Storm, ¿no?
- Ya lo debes haber comprobado, así que no sé para qué me lo preguntas.
- Tienes razón, lo hemos comprobado. Esa Beretta es un arma estupenda, muy bonita, muy potente. También muy cara.
- ¿Te molesta? Me gustó, me la podía permitir y me di el capricho, Esparza, ¿de qué cojones va esto? ¿A dónde quieres llegar? ¿Me quieres empapelar porque mi arma mola más que la tuya?
- No, lo que quiero es que me digas dónde está esa pistola ahora.
Le acaba de pillar en pelotas. Se le queda mirando con la boca abierta como si fuese idiota, no había pensado en la puta pistola hasta ahora mismo.
- No... no lo sé.
- ¿No lo sabes?
- No, no lo sé, la tenía en la mano cuando perseguía al tío del casco, se me debió de caer, no lo sé. Supongo que la tendréis vosotros.. no... no he vuelto a pensar en ella.
- ¿Quieres que te diga yo dónde está? En balística ¿Y quieres saber por qué está ahí? Porque la hemos encontrado en una alcantarilla justo al lado de la casa.
La mente se le acaba de quedar en blanco.
- No.. no sé, no sé...- pestañea, se siente como un subnormal- No te puedo decir cómo llegó hasta allí.
- Da igual, eso lo podemos discutir más tarde.
No le gusta el giro que ha tomado la conversación.
- El arma está llena de salpicaduras de sangre de alta velocidad, ¿sabes lo que quiere decir eso, no?
Ni asiente, ni niega, ni dice una sola palabra. Es como si ya no controlase su cuerpo.
- A Vázquez y a tu compañera les han disparado con tu arma.
- No. Eso no... no, no puede ser.
Se acaba de quedar sin aire en los pulmones. A Leo no pueden haberle hecho esto con algo que es suyo. Es demasiado terrible como para poder ser verdad. No puede ser verdad. No, de ninguna manera.
- Claro que puede ser, balística lo ha confirmado, ¿pensabas que no lo podrían hacer, verdad? Por eso compraste estas puntas huecas, no unas cualquiera, alta presión, sabías muy bien lo que te hacías. ¿No dices nada ahora?
Solo parpadea.
- No hace falta, ya lo digo yo- coge un folio y lo estudia con interés- Corbon 9mm, punta hueca, alta presión de 115 gramos. Por lo que veo te gusta la calidad en el arma y en la munición. La balística de estas cositas es impresionante, retiene toda la energía y la descarga de golpe en el centro del blanco. ¿Sabes lo que supone eso, verdad?
- No sé que coño me hablas.
- Claro que lo sabes, supone que la bala se deforma de tal manera que es a hacer imposible un examen del estriado del cañón y rastrear el arma. Contabas con eso, ¿no? Por eso no te ha importado pagar más de tres euros por cada bala, y por eso no te ha importado usar munición ilegal en este país, porque lo que pensabas conseguir te compensaba el dinero y el riesgo.
Va a volverse loco. Nada de esto pede ser verdad.
- Yo no he comprado esas balas, yo no he hecho daño a nadie, y tú no tienes ni puta idea de lo que dices.
- Sé perfectamente lo que te digo, y te digo que hay dos motivos para tener esta munición, o eres un sádico que disfruta haciendo daño, o quieres que tu arma quede en las sombras. ¿Eres un sádico, Corso? Yo creo que no, que tú solo querías cargarle este muerto a Castrejón, por eso las compraste, porque sabías que él las usa.
Se levanta de la silla y descarga la mano abierta sobre la mesa. Esparza está llegando a su límite de aguante.
- Me estás tocando los cojones, yo no he visto una puta bala de esas en mi puta vida, yo no he disparado a nadie, y si me dices que no se puede relacionar mi arma con las balas, no sé quien cojones te crees para insinuar lo que estás insinuando.
- Ah! Ahí te equivocas, Corso, sí de las balas no se ha sacado nada, las balas han hecho lo que esperabas de ellas, pero yo no he dicho que los disparos no se puedan relacionar con el arma, solo he dicho que no se puede usar el estriado del cañón.
Esparza le mira sin mover un solo músculo de la cara.
- No sé si sabrás que las marcas del cañón no son la única seña de identidad de un arma.
- ¿Ah, no? ¿También tienen carné de conducir?
Se hace el listillo porque puede sentir un cepo de osos cerrándose sobre su cuello. Esta cagado.
- Cada aguja percutora deja una marca única aquí, en la base del casquillo- señala una foto que se ha sacado de no sabe dónde- Sin tener un arma para comprar, jamás hubiésemos sacado nada, pero fuiste tan amable de dejarnos la tuya y ¿sabes qué?
Le sale un ruidito angustioso de la garganta.
- Que esa marca dice que fue tu arma con la que se hicieron los disparos. No es solo eso, estaba en una alcantarilla y tus huellas, y ninguna otra, están por toda el arma.
- Hostia puta, es mi pistola! Claro que tiene mis huellas! Pero yo no he disparado a Leo ni a ese hijo de puta, yo no he disparado a nadie A nadie! Un cabrón me ha tenido que haber cogido arma cuando estaba inconsciente y haber disparado con ella! Joder. Yo no he hecho nada!
Se levanta de la silla y se queda mirándole fijamente. Se lleva las manos a la cara, se está empezando a desesperar de verdad.
- Mira, pasó esto, tú no ibas a permitir que Vázquez se fuese de rositas después de todo lo que había hecho. Decidiste que tenía que pagar y decidiste hacerlo de manera que pensásemos que había sido cosa del narcotraficante para el que trabajaba. Decidiste incriminarlo usando la munición que ellos usan. Así tendrías justicia y quedarías libre.
- Eso es mentira, yo no iba a matar a Vázquez, me duele la puta boca de repetirlo. Iba a obligarle a entregar las pruebas al juez y a entregarme después. Nada más.
- Ya, pensabas entregarte tú también y pasarte diez años en la cárcel. Perdóname si me resulta difícil de creer. Vi cómo estabas el día que supiste que Vázquez iba a salir limpio, permíteme que ponga en duda que pensaras arruinarte la vida por poner delante de un juez alguien a quien despreciabas de esa manera. Te creo más inteligente que todo eso.
- Menudo piropo, me crees más inteligente que eso, y ya de paso un asesino, ¿no? Pues siento decepcionarte, no soy tan hijo de puta como crees, pero si un poco más tonto.
- No creo que seas tonto en absoluto y tampoco creo que seas un hijo de puta. Creo que simplemente estabas desesperado, que necesitabas pasar página y que no viste otra salida.
- Mira, no hables como si me conocieses, porque no tienes ni puta idea de quién soy.
- Creo que tengo una idea bastante ajustada de quien eres- Esparza se echa hacia atrás en su asiento- Creo que para ti la justicia es muy importante, si mal no recuerdo, hace tres meses estabas dispuesto a meter en la cárcel a tu propio padre cuando le creíste el asesino de tu madre. Eso dice mucho de ti.
- No vuelvas a hablar de mis padres como si les conocieses. No vuelvas a hacerlo- no le gusta que nadie hable a la ligera de cosas que no entiende.
- Solo digo lo que sé.
- No.Iba.A.Matar.A.Vázquez. ¿Te lo digo en japonés?
- Con que me digas la verdad en castellano, me llega.
- Te estoy diciendo la verdad, pero estáis tan obcecados que no veis más allá de vuestras putas narices. Mientras pierdes el tiempo conmigo, hay un par de asesinos en la calle. Esos hijos de puta de la moto fueron los que me quitaron el arma, joder, fueron ellos, los hombres de Castrejón, yo no he hecho nada, ¿es que no lo entiendes?
Esparza le mira impasible.
- Yo no he hecho nada, Esparza, nada. Ni he disparado a nadie, ni he visto en toda mi vida una bala de esas que dices. Yo no he matado a Vázquez, y a Leo no la haría daño en la vida.
- Me estás engañando, Corso. Tú si que ha visto esas balas. Hemos encontrado algo en tu casa.
- ¿Habéis registrado mi casa ya?
Si un juez ha autorizado el registro en tan pocas horas, no está jodido, está lo siguiente. Puede ser una estupidez en este momento, pero pensar en una panda de gente que le cree un asesino que se dedica a ponerle la casa patas arriba, le hace sentirse muy extraño.
- ¿Te extraña que hayamos conseguido una orden en tan poco tiempo? Estás metido en algo muy gordo, Corso. Hemos encontrado una caja de munición de punta hueca. 9mm, Corbon, 115 gramos, justo la misma que se ha usado en el tiroteo de esta mañana, y justo la que hace un momento has declarado no saber qué era. ¿te he dicho que faltan exactamente dieciséis balas? Las mismas que entran en el cargador de una Beretta Strom, las mismas que se han usado en esa casa. ¿Me lo puedes explicar?
Esto ya es surrealista, si una panda de animadoras entrase por esa puerta con unos osos polares y Georgi Dann fuese con ellos cantando la Barbacoa, no le parecería raro. Esto no es real.
- No, claro que no puedes explicarlo.
- Eso no es mío, ¡hostias! No es mío. Alguien ha tenido que entrar en mi casa y haberlas puesto ahí. En mi puta vida he comprado balas de punta hueca, ni esas ni otras. En mi puta vida.
Esparza le mira sin ninguna expresión, ya no puede más. Da un puñetazo brutal sobre la mesa, un relámpago de dolor le sube por todo el brazo.
- Yo no he comprado esas putas balas! Yo no he disparado a nadie, a nadie! Yo no haría daño a Leo en la puta vida, ¿te enteras?
Se da la vuelta hacia al espejo, hacia todos los que están detrás midiéndole y analizándole.
- ¿Os enteráis vosotros también? EN LA PUTA VIDA!
Está gritando como un cabrón pero le da exactamente igual, si quieren pasar a esposarle, que lo hagan. Absolutamente todo se la bufa.
- Tranquilízate, Corso, así no vas a llegar a ninguna parte.
Se gira de nuevo hacia Esparza, su tranquilidad le está cabreando.
- ¿Cómo cojones quieres que me tranquilice si me están acusando de haber acribillado a tiros a Leo? ¿Cómo cojones pretendes que esté tranquilo si algún hijo de puta me la está jugando?! ¿Cómo cojones?!
- ¿Quieres saber qué creo que pasó?
No contesta, diga lo que diga, se lo va a decir igual.
- Creo que volviste a Madrid con la intención de que Vázquez te llevase a las pruebas, de matarle después y de hacernos creer que habían sido narcotraficantes. Creo que te hubiese salido bien si Vázquez no te la hubiese jugado, pero lo hizo. Hemos encontrado un revólver con las huellas de Vázquez. Sacó un arma con la que no contabas y te iba a matar. Si no hubiese aparecido tu compañera, ahora no estaríamos teniendo esta conversación. Ella le redujo, le esposó....
- .... y yo para agradecerle que me había salvado la vida, la acribillé a tiros, ¿no? - sacude la cabeza, no se lo puede creer. - No tienes ni puta idea de lo que dices, ni puta idea.
- No creo que pasase así. Creo cuando tu compañera llegó entraste en razón, te diste cuenta de que no valía la pena matarle, seguramente ella te haría ver que teníais las pruebas y matándole solo te ibas a complicar la vida.
Siente un escalofrío por lo ajustado a la verdad de esta parte del delirio de Esparza.
- También creo que decidiste echar un vistazo a esas pruebas que tanto te había costado encontrar y que al hacerlo descubriste que te había intentado engañar, que no valían para nada, que eran mentira y que perdiste la cabeza al darte cuenta de que solo te había llevado allí para matarte. ¿voy bien?
- Vas de culo.
- Fue entonces cuando dejaste de pensar y sacaste el arma. Tu compañera se dio cuenta de lo que ibas a hacer y trató de impedírtelo, ella no sacó el arma porque eras tú y no creyó que fueses a hacerla daño, pensó que te podría tranquilizar como hizo en los juzgados, pero ella no contaba con que estabas completamente fuera de ti y que no ibas a atenerte a razones. Forcejeasteis...
- No hubo ningún forcejeo, jamás podría un arma entre Leo y yo. ¿No lo entiendes? Jamás.
- Las huellas de tu compañera están justo en el cañón de tu arma y. por la posición, el cañón la apuntaba a ella.
Le viene a la cabeza la mano de Leo sobre el cañón de su arma cuando a él se le fue la pinza e intentó cargarse a Vázquez. Hostia puta.
- Ella.. ella tocó mi arma, pero no hubo forcejeo, ni se me ocurriría hacer eso. Yo nunca haría eso.
- Claro que lo hiciste, tú no pensabas, Corso. Estabas desesperado, te sentías traicionado y dolido. Al fin y al cabo, ese hombre había sido importante en tu vida, esa última traición había sido la puntilla, seguramente ni veías a tu compañera. Solo estaba el odio que sentías por el hombre que había destrozado a tu familia y que, por segunda vez, había estado a punto de matarte.
- Eso no es verdad, no lo es.
- El arma se disparó, seguramente tú ni eras consciente de lo que pasaba, estabas fuera de ti, no pensabas, seguramente no te diste cuenta de que la habías dado a ella hasta que acabaste de descargar el arma sobre Vázquez- pone las manos sobre la mesa y se echa hacia delante- No querías hacerla daño. Fue un accidente.
- Ya, un accidente.... ¿Me dices que la disparé accidentalmente cuatro veces? ¿Cuatro? ¿Tan subnormal me crees?
- Yo no te tengo por ningún subnormal, pero sé qué pasa cuando alguien pierde la cabeza, te vi perderla en los juzgados, estabas dispuesto a retorcerle el cuello delante de todo el mundo y te daban igual las consecuencias. A veces la gente pierde totalmente el control y deja de pensar. El cerebro se desconecta del cuerpo.
- Eso... eso no pasó así. A ver, tú que tienes solución para todo, ¿Qué coño hice con las pruebas que según tú eran falsas? ¿Me las metí por el culo?
Esparza se encoge de hombros.
- Creo que como la mochila no cabía por la alcantarilla la metiste en un contendor, mucha gente se dedica a rebuscar en la basura de los barrios ricos, creo que alguien se la llevó en el tiempo que tardamos en llegar. Estamos intentando identificar a los habituales de la zona, es cuestión de tiempo que aparezca.
Está apunto de volverse loco, este tío tiene teorías para todo y todas le convierten en una alimaña de la peor especie.
- Así que según tú, fue un accidente que disparase a Leo, pero fui a deshacerme de esas pruebas que según tú eran falsas, y la dejé sola desangrándose en el suelo, ¿pro qué clase de monstruo te crees que soy?
- Yo no creo que seas ningún monstruo, ella debía estar muy mal, no creo que te dieses cuenta hasta más tarde que aún estaba con vida. Creo que pensaste que había muerto, fuiste consciente de lo que habías hecho y se impuso el instinto de supervivencia: te deshiciste de lo que te incriminaba. No supiste que tu compañera seguía viva hasta que regresaste a la casa.
Aprieta los dientes, y gruñe.
- A ver si te enteras de una puta vez que yo de ninguna manera haría daño a "mi compañera"- lo dice con todo el veneno que puede- Jamás, no le pondría un dedo encima. Pregúntale a quien quieras.
- Claro que no la harías daño en circunstancias normales, eso lo sé, en tus cabales no, pero en ese momento no eras tú.
- Me cago en Dios! Que yo no he disparado a nadie! YO-NO-HE-DISPARADO-A-LEO.
Se levanta de la silla y planta brutalmente las dos manos sobre la mesa.
- Las pruebas dicen todo lo contrario, restos de pólvora en las manos y en la ropa, empapado de sangre de pies a cabeza...
- Pues claro que hay sangre, joder, estuve con ella hasta que llegó la ambulancia, claro que hay sangre, y la pólvora.... joder, disparé al aire cuando perseguía a ese cabrón.
- Eso es imposible, el cargador capacidad para tiene dieciséis balas y en la casa hay dieciséis casquillos disparados con tu arma. Faltan balas para que eso sea verdad y además no se han encontrado casquillos en la calle.
- Pues tiene que haberlos, hostias, disparé para que ese cabrón dejase de correr.
- Haré que vuelvan a revisar la zona, pero ya se ha peinado de arriba a abajo y no se ha encontrado nada.
Tiene que intentar hacerle razonar.
- ¿Tú te oyes? ¿Me intento deshacer del arma tirándola en la alcantarilla de la casa dónde la ibais a encontrar con toda seguridad?
- No pensabas con claridad, era imposible que lo hicieses, además creo que en el fondo no querías esconderla demasiado bien, que a pesar de todo, querías que la encontrásemos.
Se siente contra las cuerdas. Le están acosando y al final le van a derribar. Se niega a pedir un abogado porque no ha hecho absolutamente nada, y esa sería la coletilla que les haría pensar que es culpable.
- Corso, todavía tienes la oportunidad de hacer las cosas bien, te vas a sentir mejor, ¿No crees que tu compañera se merece que digas la verdad?
- Que no la llames mi compañera, hostias, que no la llames así, me cago en mi puta vida!- descarga el puño contra la mesa- Se llama Leo, joder, Leo. A ver si te enteras, hostia puta! LEO.
El último "Leo" suena como un lloriqueo inaudible, Esparza le mira con una expresión que no sabe leer.
- Yo no he hecho nada, algún cabrón me la está jugando, no podéis hacer esto, tenéis que soltarme, yo no puedo estar aquí, yo... yo tengo que ir al hospital, tengo que estar con ella- le cuesta mucho mantener la calma- Ella... yo.... yo nunca la haría daño, nunca, nunca, nunca....
Encadena nuncas en un rosario de susurros, mientras Esparza le mira con la cara pálida.
- Lo siento, Corso, pero no te puedo dejar ir, de momento, vas a pasar la noche en el calabozo de la comisaría, mañana por la mañana pasarás a disposición judicial, que sea un juez quien determine dónde debes estar.
Le mira sin poder creerlo.
- No puedes hacerme esto, Esparza, te estás equivocando del todo, estás dejando en la calle al cabrón que la ha disparado! Hostia puta! Tienes... tienes que soltarme, tienes que buscar a quien ha hecho esto, coño! Tienes que protegerla!
No le contesta.
- ¿De verdad me crees capaz de haber hecho esto? ¿De verdad crees que si de verdad hubiese sido un accidente la hubiese dejado sola? ¿De verdad?
- Da igual lo que yo crea, solo importan las pruebas, y todas están contra ti. Lo siento, de verdad, Corso, ojala las cosas no fuesen así.
Por la expresión de su cara no pone en duda de que lo sienta, eso no cambia una mierda las cosas. Ni todos los "lo sientos" del mundo cambiarían una puta mierda esta pesadilla de la que no puede despertarse, el hijo de la grandísima puta que le ha hecho esto a Leo está en la calle, y él en el puto calabozo, y sin poder verla. Cierra los ojos y se muerde el puño, se hace daño, los sueños no duelen, así que no es una pesadilla.
- Siento tener que hacer esto- Esparza suspira profundamente y se levanta- Quedas detenido por los cargos de asesinato y homicidio en grado de tentativa, tienes derecho a guardar silencio y a no declarar contra ti mismo....
Lástima que no tenga ni puta gracia, si no, puede que hasta se riese de pura desesperación.
05 Recaudador(Miércoles 12 de diciembre, 21:45)
Déjame que te diga cómo va a ser,
Una para ti, diecinueve para mi
Porque soy el recaudador, el recaudador
Si el cinco por ciento te parece demasiado poco,
Da gracias de que no me lo lleve todo.
No preguntes para qué lo quiero si no quieres pagar más
Porque soy el recaudador
Un consejo para los que mueren,
Declarad los peniques sobre vuestros ojos,
Porque soy el recaudador
Y no trabajáis para nadie más que para mi
(Taxman)
Sobre el papel, tenía un plan completamente perfecto y cerrado. Sobre el papel, ellos iban a elegir el momento adecuado. Sobre el papel, todo estaba atado, eran ellos quienes controlaban las circunstancias. Sobre el papel sabían de antemano qué iba a pasar y cómo iba a pasar.
En la práctica, su plan era completamente imperfecto, lleno de agujeros. En la práctica, el momento les ha elegido a ellos. En la práctica, nada estaba atado, las circunstancias les han controlado a ellos. En la práctica han seguido sabiendo qué iba a pasar, pero no podrían haber tenido menos idea de cómo.
Sobre el papel, él no tenía que haberse sentado frente a Corso en un interrogatorio amañado. En la práctica, acaba de concluir un acoso y derribo de varias horas. Le duele la boca de tanta mentira como ha dicho. Le duelen los oídos de tanta verdad como ha oído.
No es la primera vez que toma parte en un interrogatorio así. Se ha pasado media vida cargando culpas de otros a personas inocentes. Con el tiempo condenar inocentes se ha ido haciendo más fácil. Acabas curtiéndote, haciéndote más insensible. Hoy la experiencia acumulada no ha valido para nada. Hoy mientras hacía ese interrogatorio, estaba en carne viva, cada centímetro de su cuerpo dolía.
Por primera vez no eran culpas de otros las que cargaba, eran las suyas, culpas de sangre. Esas, las propias y manchadas de hemoglobina, pesan más que ninguna otra. Nota una terrible sensación en la boca del estómago, ver la cara de confusión de Corso, su miedo, su desesperación y su angustia es un espectáculo al que él no debía haber asistido.
Este interrogatorio no estaba previsto. Debía haberlo hecho otra persona, no él. En su plan la muerte de Vázquez no iba a ser competencia de Asuntos Internos. Su papel se hubiese limitado al que ha hecho hasta ahora, el de un policía que cree en la justicia y que intenta apoyar a un compañero que ha hecho lo incorrecto por razones correctas. Hubiese sido muy duro representar ese rol pero se había mentalizado para llevarlo a cabo. Estaba preparado.
Para lo que no estaba preparado era para sentarse delante de un hombre roto y acusarlo de haber matado a una persona y haber herido a otra. Y por lo visto no una cualquiera, de todo lo visto y oído hoy, ha llegado a la conclusión que la relación entre Corso y su compañera es, o era, mucho más estrecha de lo que había imaginado. Eso solo hace las cosas más difíciles aún, le hace sentirse como el monstruo que es.
Él no tiene a nadie demasiado cercano, sus padres han muerto, y tal y como es su vida, siempre ha considerado que acercarse a alguien no era buena idea. Así que por mucho que se empeñe, es incapaz de entender del todo cómo debe sentirse Corso. Lo máximo que puede hacer es leer sus ojos, y lo que ve ahí es que está roto en mil pedazos.
Le ha pulverizado. No le va destrozar la vida metiéndole en la cárcel como había acordado hacer. Le ha destrozado la vida y además le va a meter en la cárcel. Primero una cosa, después la otra. Él había aceptado hacer algo horrible, matar a un hombre e inculpar a otro, pero no había aceptado aplastarle hasta el punto de que duda que vuelva a levantarse en lo que le queda de vida.
Se siente en un punto de no retorno. Ya no sabe si va a ser capaz de seguir llevando la vida que había llevado hasta ahora. Mantener dos caras, una de hombre amante de la verdad y la justicia, otra de mentiroso y traidor, es algo muy difícil de hacer. Ya está agotado de fingir y mentir, y todavía le queda mucho camino por delante. Los días que vengan van a ser muy duros, él ya sabe qué va a pasar. Ventajas de ser uno mismo quien escribe la historia.
Hace un momento pensaba que teoría y práctica son dos cosas bien distintas, en este caso eso ha resultado ser cierto en un sentido, y falso en otro. Por un lado es cierto para las consecuencias que esta historia está teniendo sobre su vida y su forma de verse a si mismo, estaba dispuesto a asumir el coste personal de la historia preescrita, el coste que esta pagando por la historia que al final se escribió es mucho más alto de lo que anticipaba. Por otro lado es falso porque el final de la historia imaginada y de la historia contada es virtualmente el mismo: Vázquez muere y Corso va a la cárcel por ello. La única diferencia estriba en que hay una baja más de la prevista, cosa que a sus jefes no podría importarles menos. Para ellos la historia no ha variado ni una sola coma.
Es curioso que con todo lo que ha pasado el final haya quedado casi intacto. Le hace pensar en una moneda girando sobre si misma, siempre a punto de caer, pero manteniendo el equilibrio hasta el final. La suerte existe, y a Corso y su compañera les ha dado la espalda por completo.
Han cambiado los detalles pero la esencia se ha mantenido, se ha reescrito conservando el núcleo. Ha sido un remake. Sí, un remake, el montaje del director o algo así. Lo más espeluznante de todo es que todo lo que ha pasado y que podría haber dado al traste con todo, al final solo ha servido para reforzar la historia original. ¿Quién les iba a decir que en vez de tener que plantar un arma en casa de Corso iban a poder contar con la auténtica? Un simple cambio de cargador para crear la ilusión de que quería cargarle el asesinato a Castrejón, y todo está hecho. Un poco más de violencia de la que estaba planeada para explicar la muerte de la chica y todo hecho. El final es el mismo salvo por un detalle que para sus jefes es totalmente irrelevante pero que para él lo cambia todo. Esta historia es de las que no tenían que haber tenido Chica.
Él nunca ha estado contento con la elección de Corso como chivo expiatorio. No dijo nada porque entendía que no había opciones, que era pura supervivencia, pero nunca le gustó la idea. El tipo le gusta. Admira su tenacidad y su determinación a la hora de hacer las cosas que cree que debe hacer. Le parece un buen tío y, aunque dentro lo haya negado, le cree cuando dice que nunca pretendió matar a Vázquez. Si le hubiese querido matar, lo hubiese hecho en el primer momento en que sospechó de él, no hubiese recurrido a la Policía para montar el numerito del micro escondido.
Corso le gusta y si hubiese podido elegir, no le habría elegido a él. Si hubiese podido elegir, no habría elegido a nadie. Si pudiese elegir, elegiría volver quince años atrás en el tiempo y aceptar las consecuencias de su ineptitud. Elegiría ser un inspector que nunca llegará a nada pero que no tiene pesadillas por las noches. Eso es lo que elegiría. Pero él no elige, él no toma decisiones, solo las acata en silencio y alguien tenía que pagar por los pecados de los demás.
Este asunto tenía que cerrarse definitivamente, no podían permitirse involucrar a Castrejón. No se muerde la mano que da de comer, y la Policía jamás se hubiese conformado con un agresor desconocido. Había que cerrar el círculo, y la única manera coherente era con Corso. Era la explicación perfecta, el chivo expiatorio ideal. Pocas personas en este mundo podrían tener mejores razones para querer muerto a Vázquez. Es triste, pero Corso les llovió del cielo. Al final ha sido una suerte que Gironella no le matase.
Sus compañeros y su padre posiblemente intenten resolver esta historia. Está seguro de que no van a quedar conformes con el resultado de la investigación, menos aún cuando la chica muera, pero solo son personas individuales sin nadie que les apoye. El Cuerpo va a respaldar lo que las pruebas digan y dicen alto y claro que Pablo Corso perdió la cabeza y asesinó a Juan Manuel Vázquez llevándose por delante a quien no quería llevarse. Una tragedia de las tantas que ocurren continuamente.
Sus amigos pueden rascar todo lo que quieran porque no van a encontrar nada. Lo que había en la caja de Vázquez ya no existe y su historia, una vez La Chica muera, no tendrá fisuras de ninguna clase. Pueden buscar y pueden rascar porque no hay nada que encontrar.
Tiene el estómago revuelto. El menú de hoy no le ha gustado nada. Para desayunar fusilamiento de dos personas, para comer falseamiento de pruebas, y para merendar acabar de hundir a un hombre que ya estaba hundido. Aún queda la cena, esa quiere retrasarla todo lo que pueda, por eso se ha encerrado en el baño. Enfrentarse a los compañeros de Corso va a ser el remate final. Suspira. Ya deben estar esperándole en el despacho ansiosos de respuestas ¿Cómo no se va a sentir mal? No ve la hora de llegar a casa, tomarse un Lorazepam y quedarse inconsciente unas cuantas horas.
No todos sus males tienen que ver con el peso de su conciencia, también hay males físicos. La mano le está matando entre la torcedura y la herida. Saca un pastilla de antiinflamatorio y se la traga con agua que bebe directamente del grifo.
La herida no le deja en paz ni un segundo, es como si al morderle la chica hubiese inyectado un veneno que ha ido a parar directo al corazón. Con cada mentira que dice la herida late y pincha. Con cada latido, y con cada pinchazo vuelve a ver el horror de la mañana, ve sus ojos castaños taladrándole. Está condenado a que ese mordisco no se vaya a curar nunca, sabe de antemano que cuando se convierta en cicatriz, seguirá doliendo con la misma intensidad que hoy. Ha quedado marcado de por vida en más de un sentido.
Cierra el pestillo de la puerta del baño antes de arremangarse el jersey, quitarse la gasa, y ver qué pinta tiene su letra escarlata. Resulta tener una pinta bastante mala. Se le revuelve un poco el estómago al verlo, no entiende cómo ha tenido fuerzas para hacerle semejante destrozo. Ella tenía razón con lo que le he dicho en esa mirada, en otras circunstancias no se hubiese atrevido a meterse con ella. Si le hubiese mordido en circunstancias normales seguramente ahora tendría un muñón. Ella también le gusta, o le gustaba, no sabe qué tiempo usar, le gustan las personas con agallas y a ella le sobran/ sobraban. Esto no tenía que haber salido tan mal.
Se lava la herida con agua y jabón, y se pone una gasa limpia. Toma la precaución de meter la gasa ensangrentada que se quita dentro de papel higiénico y guardársela en el bolsillo. No va a dejar nada al azar. A la gente le acaban pillando por tonterías como dejar una gasa sucia dónde no debe.
No podrían pillarle por otra cosa que no fuese un desliz tonto. No hay huellas en las balas, no hay huellas en los casquillos, no hay huellas en el cargador, el casquillo de la bala disparada por Corso en la persecución ha sido eliminado, el teléfono con el que llamó a los chicos era una tarjeta sin registrar y no pisadas en la casa. Cuando La Chica no esté, estará completamente a salvo.
Se baja la manga de la camisa y el jersey. Se asegura de el apósito no se ve. Va a tener que estar una larga temporada usando mangas largas en todo momento y lugar. No puede dar lugar a que se vea la gasa y haya preguntas. La policía no es tonta. Se mira al espejo del baño y no le gusta al hombre que ve. El que veía hasta esta mañana era soportable, este de ahora es un hombre que le revuelve las tripas.
No puede seguir retrasando el momento de enfrentarse a Requena y los suyos, es algo que tiene que hacer, y cuanto antes acabe con ello, tanto mejor, antes podrá tomarse esa pastilla que le proporcionará paz artificial. Podría haber encargado a uno de sus hombres que se ocupase de ellos, pero las cosas si quieres que se hagan bien, mejor hacerlas tú mismo. Además después de haberles arrebatado a dos compañeros en un solo día, lidiar con ellos personalmente es lo mínimo que puede hacer. Es un hipócrita, les quita noventa y nueve, les da uno, y aún espera que no protesten demasiado cuando les diga que no pueden ni asomar la nariz en este asunto, porque eso es lo que va a hacer, mantenerles tan lejos de esto como pueda.
- No puedes detenerle, Esparza. No puedes hacerlo.
El chico joven, el que parece tímido pero no lo es tanto, Mario, es el primero en hablar. Casi no le da tiempo ni a cerrar la puerta del despacho.
- Sé que esto es muy difícil para vosotros, y entiendo como os sentís...
- ¿Tú que vas a entender? Tú no entiendes una mierda- de nuevo Mario y parece extremadamente enfadado- Tú no tienes compañeros. Tú, y los que sois como tú, solo os dedicáis a investigarlos y arruinarles la vida.
- Mario- es Requena el que le increpa secamente.
- Ni Mario, ni nada, está metiendo la pata hasta el fondo, y lo sabéis tan bien como yo.
- Sé que esto es muy duro, pero dime qué harías tú si Corso no fuese tu compañero y tuvieses contra él lo que yo tengo. Dímelo.
El chico no dice nada, se limita a mirarle con unos ojos oscuros que parecen arder.
- Su arma es el arma del crimen, estuvo allí, tuvo motivo, y tuvo oportunidad, su historia es imposible de verificar, y ya había amenazado de muerte a Vázquez. Explícame qué haríais cualquiera de vosotros en mi situación.
Ninguno de los cuatro abre la boca, ni la chica pelirroja, ni el hombre maduro, ni Mario, ni Requena. Todos saben que lo único que puede hacer es detenerle. Requena se aclara la garganta antes de empezar a hablar.
- Esparza, entiendo que no tengas más remedio que detenerle con lo que tienes, pero él no ha sido, no tengo pruebas para demostrarlo, todavía no, pero tengo la certeza.
- Requena, entiendo que quieras protegerle, pero nosotros no trabajamos con certezas o intuiciones. Trabajamos con pruebas, con cosas que se pueden ver, tocar y llevar delante de un juez. Las certezas no entran en esa categoría.
- No puedes cerrar la investigación. No puedes darte por contento encerrando a Corso porque en la calle hay un par de asesinos que están intentando incriminarle. Esas pruebas que tenéis las ha puesto alguien, los mismos que han hecho esto. No puedes dar por zanjado el asunto.
- Yo no voy a cerrar nada, la investigación sigue abierta y vamos a agotar todas las vías. A mí encerrar a Corso, te lo creas o no, me hace tan poca gracia como a ti. Vamos a intentar verificar su historia, vamos a intentar encontrar a los que, según él, le atacaron. Tengo gente examinando las grabaciones de las cámaras de Tráfico, e investigando en la base de datos a criminales conocidos que conduzcan alguna moto que encaje en la descripción que nos ha dado. Ahora mismo esta investigación es la máxima prioridad para el Cuerpo, y podéis estar seguros de que no se van a escatimar recursos para llegar al fondo del asunto...
Parecen relajarse un poco al oírle.
- ... pero permíteme que me resulte muy difícil de creer la teoría de la conspiración cuando no hay una sola prueba que apunte en esa dirección.
- Hay cosas que no cuadran, Esparza, esas pruebas que dijo Leo que tenían, no están en ninguna parte, en ninguna, y se ha mirado hasta debajo de las piedras- la chica pelirroja habla muy bajito- Las cosas no desaparecen solas, alguien se las ha tenido que llevar.
- Y no digas que Corso se ha inventado lo de la mochila porque fue Leo quien nos habló de ella
Mario levanta un dedo de advertencia al hablar.
- Yo no digo que no existan, y sé que las cosas no se mueven solas, evidentemente alguien se las tuvo que llevar, estoy convencido de que alguien encontró la mochila en un contenedor y se la llevó pensando que era algo de valor.
- Ya, justo llegó alguien y se la llevó en un margen minutos, qué casualidad, ¿no?
Se encoge de hombros.
- Desde luego no sería la primera vez que algo así ocurre, y lo sabéis perfectamente ¿Qué sugerís vosotros? ¿que Corso tenía un cómplice?
- Mucho más sencillo, sugerimos que ocurrió precisamente lo que Corso dice que ocurrió -la chica le mira a los ojos muy seria.
- Ya...
- Mira, Esparza- el hombre mayor habla con una voz seria y grave- Tú tienes pruebas y eso es indiscutible, pero lo que te dicen a ti, es distinto de lo que nos dicen a nosotros, a ti te dicen que Corso efectuó los disparos - traga saliva- A nosotros nos dicen que un par de cabrones le han querido buscar una mala hora. Corso no ha disparado ese arma, lo han hecho unos hijos de la gran puta que están intentando incriminarle y que se han llevado esa mochila. Si a ti te resulta difícil de creer esto que llamas tan alegremente teoría de la conspiración, a nosotros nos resulta imposible no creerla.
Contaba con el cierre de filas en torno a Corso, por supuesto que si, pero eso no quita para que no le resulte una situación cómoda en absoluto. Además ha de reconocer que tenía la esperanza de que siendo Corso la persona impulsiva y pasional que es, esta posibilidad no le resultase tan difícil de aceptar. Suspira con resignación.
- Está bien, os escucho, ¿Quién iba a querer incriminarle en un asesinato?
- Está bastante claro, tú mismo lo has dicho esta mañana, alguien que quería ver muerto a Vázquez. El narcotraficante para el que Gironella y Vázquez trabajaban- Requena habla con bastante seguridad, ahora parece dispuesto a creer lo que esta mañana no- Castrejón.
- Los narcotraficantes no plantan pruebas para incriminar a nadie, y los narcotraficantes no usan diecisiete balas para matar a dos personas, menos aún dejan a una con vida. Requena, ¿tengo que recordarte quién me ha dicho justo eso esta misma mañana?
Sacude la cabeza.
- No, no tienes que recordármelo.
- Si, Requena, esta mañana he sido yo mismo quien ha formulado esa teoría, pero lo he hecho cuando me faltaban datos fundamentales- siente un pinchazo en la muñeca- Por un segundo puedo aceptar que a Corso lo quitasen el arma y disparasen con ella, también que esa misma persona se llevó la mochila, acepto que la excesiva violencia haya sido saña contra las víctimas, al fin y al cabo esto podría encajar con lo que tenemos, pero aquí viene un pero enorme. Vuestra compañera no sacó el arma, no trató de defenderse, ¿Creéis que si un desconocido armado hubiese entrado en ese despacho ella se hubiese estado quieta?
No se oye ni a una mosca.
- Ese arma en la funda lo dice bien claro, vuestra compañera no vio una amenaza en el agresor, y por lo que todo el mundo me ha dicho de ella, no era precisamente confiada.
- ES- el sonido de la voz de Mario le hace girarse hacia él- no ES precisamente confiada- el chico le sostiene la mirada sin pestañear.
Se siente desnudo ante los ojos del chico, acaba desviando la mirada a la pared.
- Lo siento, no quería... lo siento – se siente horriblemente mal por el desliz verbal, wishful thinking - Lo que quiero decir es que la explicación más sencilla suele ser la correcta, no hay que ponerse a buscar cebras cuando uno oye ruido de cascos. Es completamente imposible que esas personas que Corso ha descrito inspirasen confianza en la subinspectora. Imposible.
- No, inspirarle confianza no, pero pudieron cogerla desprevenida- la chica se cruza de brazos y tomar aire- Piensa en esto, ella no sabía que había dos personas. Leo redujo a uno de ellos y cuando guardó el arma para ponerle las esposas, apareció el otro, no tuvo tiempo de reaccionar.
Mira a la pelirroja, parece que han estado pensando mucho en el tema, lógico.
- El informe del SUMMA dice claramente que los disparos a vuestra compañera se efectuaron a bocajarro, la boca del cañón estaba tocándola. Yo no puedo dar por bueno que a alguien a quien todo el mundo define como gran policía, diese pie a que un agresor desconocido pusiese un arma contra su cuerpo sin sacar el arma. ¿Vosotros lo creéis posible?
- Yo creo que si, que el segundo agresor pudo moverse deprisa y sin que ella le viese ni oyese, Leo escuchó algo a sus espaldas, se giró y antes de poder abrir la funda...
- ¿Realmente te parece un escenario probable? Si estás esposando a un sospechoso y no has asegurado la zona, tal vez puedas meter el arma en la funda, pero desde luego no las cierras. Su funda estaba cerrada. Yo no puedo creerme esta teoría ni un solo segundo. Lo siento, pero no puedo.
Los ojos azules de la chica brillan angustiados, parece dispuesta a rebatirle, finalmente relaja los hombros y suspira.
- Vamos a buscar las personas que Corso ha descrito y vamos a ver si eso que decís pudo haber pasado, pero a mi me parece imposible, o bien vuestra compañera no es la mitad de buena policía de lo que todos decís, o esa historia es pura ciencia ficción.
- Leo es una policía muy buena.
- Entonces poco más hay que hablar al respecto, ¿no creéis?
Le responde el silencio. Bien.
- Una cosa más, decís que él no disparó, y en cambio hay residuos de pólvora en sus manos y en su ropa.
- Corso dice que disparó al aire.
- Si, eso dice, no sé en el vuestro, pero en mi mundo los disparos dejan detrás balas y casquillos. Este debe haber sido un disparo mágico, no se ha peinado la calle de arriba abajo, y no hay ni rastro de él. Además en ese arma caben dieciséis disparos contando el de la recámara, en esa casa había dieciséis disparos, y el cargador del arma estaba vacío ¿cómo pudo haber disparado al aire si no tenía balas?
Más silencio.
- Por difícil que resulte de asumir, esto que le ha pasado a vuestra compañera no lo ha hecho un desconocido, lo ha hecho alguien en quien confiaba lo suficiente como permitirle estar armado y acercarse a ella de esa manera tan estrecha.
- Esparza- Mario le mira con expresión sombría- Tú no crees que esas dos personas existan, ¿verdad?
- Da igual lo que yo crea, yo voy a cumplir con mi deber, Mario, voy a intentar encontrarles, pero con lo que nos ha dado... no va a ser fácil, la descripción es tan vaga que podría ser cualquiera o podría no ser nadie.
- Yo solo sé que Corso no lo ha hecho- la pelirroja le mira fijamente a los ojos con la barbilla en alto- No, él es un buen policía, y una buena persona, jamás haría algo así.
- Perdona, no sé tu nombre.
- Rocío.
- Rocío, no es cuestión de ser buena o mala persona, que Corso sea buena persona no lo dudo, pero estaba sometido a mucha presión, a demasiada. No sé cuánto le habéis visto últimamente, pero la última vez que yo le vi, intentó agredir a Vázquez en un juzgado lleno de policías, estaba dispuesto a matarle. Le daba igual todo porque no pensaba. Tú le viste, Requena. Le viste y sabes que lo que digo es cierto.
Requena asiente despacio con la cara desencajada.
- Corso no pensaba, estaba acorralado y desesperado, y cuando una persona está en esas condiciones, su comportamiento no tiene nada que ver con lo que de él o ella sabemos. Se vuelve impredecible. Fue por eso que Corso decidió tomarse la justicia por su mano, por eso se fue a Barcelona para que nos olvidásemos de él, y por eso esta madrugada a decidido volver con la intención de acabar de raíz con el problema. El límite de vuestro compañero se sobrepasó hace mucho, cualquiera es capaz de matar en determinadas circunstancias.
- No hables como si conocieses a Corso porque no le conoces- el hombre maduro le mira sepulcralmente serio- precisamente porque no le conoces acabas de mandarle al calabozo.
- No, Molina, Esparza tiene razón. Todos somos capaces de matar en determinadas circunstancias.
Mario le sostiene la mirada. Todos sus compañeros se giran a mirarle con expresiones de confusión, especialmente el tal Molina.
- Si, mucha razón, todos somos capaces de matar según qué circunstancias, y puede que Corso hubiese sido capaz de matar a Vázquez cuando dice, en esos mismos juzgados a reventar de policía. Claro que si.
El chico asiente con fuerza.
- Hay momentos en los que el cerebro deja de funcionar y haces cosas que en otras circunstancias serías incapaz de plantearte siquiera. Cualquiera puede matar en determinadas circunstancias. Cualquiera- el chico habla como hablaría alguien que sabe muy bien lo que dice- Conozco a Corso desde hace años, no solo es mi compañero, es Mi Amigo- lo dice de tal manera que suena en mayúsculas- En caliente le creo capaz de cometer una locura, ¿planear fríamente su venganza, irse a Barcelona, volver para asesinar a alguien e intentar colgárselo a un narco? Ese no es mi amigo. Ese no Corso.
- Nunca se llega a conocer a nadie del todo.
- No, pero se le puede conocer lo suficiente- Mario habla con frialdad.
Se mantienen la mirada. Ha tocado una fibra muy sensible a este chico, tiene que tener cuidado con él, ahora está seguro que debajo de su aspecto educado hay algo más.
- No lo entiendes, Esparza- la voz de Rocío le obliga a arrancar los ojos de Mario - Ya no es Corso matando o no matando a Vázquez, es que él no haría daño a Leo bajo ninguna circunstancia- la pelirroja parece apunto de echarse a llorar de un momento a otro- Bajo ninguna y de eso pongo la mano en el fuego.
- Mira, Rocío, si yo estoy seguro de que no era su intención y estoy convencido de que está hundido por lo que ha pasado. En ningún momento he dicho otra cosa, fue un accidente, nada más.
- No, no me lo creo, ni accidente ni nada- la chica niega con la cabeza de manera obstinada
Va a perder los nervios si esta situación se alarga demasiado.
- Se llaman accidentes porque no había intención alguna de que ocurriesen. Disparar a vuestra compañera fue uno, en el forcejeo se le disparó el arma, tan simple y tan horrible como eso.
El mayor de todos, identificado por Mario como Molina, carraspea.
- Llevo muchos años en este negocio, muchos más que cualquiera de los que estáis aquí- por primera vez detecta un suave acento gallego en la voz del hombre- Esparza, yo no voy a enseñarte a hacer tu trabajo, pero te voy a decir una cosa que he aprendido en este tiempo, que lo que vale para un caso, no vale para el siguiente, que los casos implican personas, y que si no sabes de qué es capaz cada una, mal vas a resolver uno.
- ¿Qué me quieres decir con eso?
- Que los accidentes ocurren todos los días, sí, que las armas se pueden disparar accidentalmente en un forcejeo, también.... pero los accidentes solo pasan si se da pie a ellos- se cruza de brazos- Conozco a Corso lo suficiente como para saber que no se le ocurriría forcejear con Leo por un arma, él no daría pie al accidente que tú dices. Si Leo estuviese entre su arma y su objetivo, o bajaría la pistola, o el dedo no estaría en el gatillo. Ninguna prueba en el mundo me va a hacer cambiar de opinión. Ninguna.
Le falta muy poco para volverse loco del todo, lo que hace un momento era simplemente irritante, ahora empieza a desesperarle. Se esfuerza por mantener el aplomo y sonar frío y profesional. Esto puede llegar a convertirse en un serio problema. Esto requiere un volantazo de ciento ochenta grados en su estrategia.
- ¿Os dais cuenta de lo que estáis haciendo?
Todos le miran sin parecer entender a qué se refiere.
- Estáis hablando como compañeros y amigos, no como policías. Habéis perdido toda objetividad. Nadie es capaz de imaginar a una persona que le importa haciendo daño a otra persona que también le importa, por eso tengo yo el caso y no vosotros.
Se queda mudo un segundo para ver si hay alguna objeción a su razonamiento. Nada. Perfecto. Continúa por la misma línea.
- Lo tengo yo porque no estoy implicado emocionalmente con ellos dos como vosotros y porque sé separar las cosas. Sé que diga lo que diga, no os voy a hacer cambiar de opinión, seguiréis pensando que vuestro compañero es inocente, también sé que aunque lo tengáis estrictamente prohibido vais a investigar el caso por vuestra cuenta.
- En eso te equivocas- Requena suena excesivamente a la defensiva. Acaba de darle la razón.
Interferir en una investigación de otra división es algo muy serio que les traería gravísimos problemas, dejarles hacerlo y denunciarles sería un modo de mantenerles a raya, pero no lo va a hacer. Como decía don Vitto Corleone, los enemigos cuanto más cerca, mejor.
- No pasa nada, lo entiendo, y lo respeto. Sentís que se lo debéis a vuestros compañeros y, aunque Mario piense que yo no tengo compañeros, yo haría lo mismo que vosotros. No voy a presentar ninguna queja y no voy a notificar a ningún superior. Quiero ayudaros, quiero que entendáis que mi trabajo no es crucificar a nadie, que yo solo estoy aquí para descubrir la verdad. Sea la que sea.
Los cuatro parecen contener el aliento escuchándole.
- Voy a facilitaros el acceso a toda la documentación, os voy a dar transcripciones, video y audio de todos los interrogatorios que se hagan. Voy a tener en cuenta vuestras aportaciones a la investigación, siempre y cuando se basen en algo más que en el hecho de conocer o no conocer a Corso. Si me traéis algo sólido que no haya encontrado mi equipo, se investigará a fondo. Si encontráis una sola prueba de esa conspiración de la que habláis, no tengáis la más mínima duda de que seguiremos esa línea de investigación.
Es como decir a alguien que encuentre un círculo en una caja llena de triángulos.
- Muchas... muchas gracias...
Molina habla con mucha cautela, como si esas facilidades fuese lo último que se esperaba, es un perro viejo y por tanto desconfiado. Dar facilidades para investigar cuando de ante mano sabes que no hay nada que encontrar es una gran estrategia, eso lo aprendió hace mucho tiempo.
- Nos dejas meter la nariz, pero sigues convencido de que Corso lo ha hecho, ¿no?
- Da igual lo que yo crea, lo único que cuentan son las pruebas, yo no trabajo con pálpitos o impresiones. Pruebas, esas son las únicas que no engañan.
- Ya...
- Esparza, yo entiendo que cumples con tu deber, entiendo que has actuado conforme las pruebas que has encontrado, lo entiendo, pero aunque hayas detenido a Corso, aunque estés convencido de que lo ha hecho él, yo te pido que no retires la vigilancia del hospital.
- ¿Retirarla?- frunce las cejas- Desde luego que no pensaba hacerlo, Requena, en este asunto se han cometido demasiados errores y no pienso cometer uno más. Puedes tener la tranquilidad de que la seguridad de tu chica es mi prioridad.
A Pinoccio acaba de crecerle la nariz unos cuantos palmos.
- Tienes que tener en cuenta que si llega a recuperase, ella puede identificar a la persona que disparó y si tú te equivocas y Corso no ha sido, ahí fuera hay un par de personas desesperadas que van a hacer todo lo posible para ella no se ponga bien.
No sabe hasta que punto.
- Lo entiendo, y te aseguro que mientras su seguridad esté a mi cargo la vigilancia no se va a retirar, puedes estar seguro de que en esa UCI no va a entrar nadie que no sea personal sanitario, familiar o policía. Te lo garantizo.
- Es fundamental protegerla.
Toma una decisión.
- Se me ocurre algo, Requena ¿Quieres ser tú quien se ocupe de su seguridad? No hay nada en la normativa que impida eso y creo que os vais a quedar bastante más tranquilos.
El hombre le mira con los ojos abiertos como platos.
- ¿Me transferirías la vigilancia?
- Si tú quieres... para mi no supone problema alguno.
- Por supuesto que quiero, no es que no confíe en ti, pero...
- Sí, uno siempre se queda más tranquilo si tiene el control de la situación. Lo entiendo y no me ofendo. Lo único, es que ya sabes que ninguno de vosotros podrá hacer personalmente la vigilancia por la implicación personal en el caso.
- Por supuesto, eso por descontado. Gracias. Te debo una, una muy gorda.
- No tienes que agradecérmelo, entiendo que esto es muy duro. Yo solo quiero ayudaros, aunque no os lo creáis.
Cuando sale del despacho ya no le miran como si fuese el malo de la película, acaba de ganarse su confianza. Sabe que no van a encontrar nada por mucho que busquen, pero es preferible ver dónde meten y dónde no meten las narices. Ha llegado la hora de descansar un poco, pero eso será después de salir del hospital. Hay una última cosa horrible que hacer antes de poder irse a la cama.
06 El Club de los Corazones Solitarios del Inspector Corso(Viernes 14 de diciembre, 07:11)
Permitidme que os presente el espectáculo
La Banda del Club de Corazones Solitarios del Inspector Corso
Somos la Banda del Club de Corazones Solitarios del Inspector Corso
Esperamos que disfrutéis del espectáculo
Poneos cómodos y olvidaos del tiempo
Los Solitarios del Inspector Corso, los Solitarios del Inspector Corso
Es maravilloso estar aquí, realmente es emocionante
Sois un público estupendo, nos gustaría llevaros a casa con nosotros
No quisiera interrumpir el espectáculo
Pero creo que os gustaría saber
Que el cantante va a cantar una canción
Y quiere que todos cantéis con él
Así pues, dejad que os presente
Al único e incomparable Pablo Corso
Y la Banda del Club de Corazones Solitarios del Inspector Corso.
(Sgt Pepper's Lonely Heart Band Club)
Después de la segunda pesadilla de la noche intentó no volver a dormirse, no recuerda haber cerrado los ojos, pero está claro que debió hacerlo. Las pesadillas se han convertido en su almohada y pijama. Pesadilla mejor dicho porque siempre es la misma con pequeños cambios.
Tras los párpados cerrados ha visto morir a Leo decenas de veces. Siempre ocurre algo que hace que la ambulancia no llegue. A veces es el camino de entrada a la casa el que no deja estirarse y le hace llegar tarde. Otras es el césped del jardín el que se convierte en arenas movedizas, las piernas se le hunden y no puede liberarse hasta que es muy tarde. Otras es el móvil el que se le escurre de las manos ensangrentadas y no puede hacer la llamada. Alguna vez el teléfono está apagado y es incapaz de acertar con el PIN. Son variaciones en clave de sol que siempre acaban de la misma manera, de la peor posible. El despertar, igual que el final, es siempre igual, brusco, lleno de temblores y con el terror metido en los huesos.
Retira las manos de la cara y al principio solo ve lucecitas brillante, poco a poco se dispersan y puede ver el techo lleno de mierda sobre su cabeza. El calabozo de los juzgados es casi idéntico al de comisaría. Tal vez este sea un poco más grande, o puede que no, da igual, metro más, metro menos, nada va a cambiar el hecho de que está en un jaula. Le han convertido en un animal de zoo. Le han metido entre barrotes, le dan la comida (que no toca) en una bandejita, mea en un rinconcito a al vista de cualquiera que tenga ganas de verlo y de vez en cuando lo sacan a pasear encadenado para ver a sus adiestradores. A eso y a tener pesadillas se ha reducido su vida en estos últimos días.
Le tienen aislado, no puede recibir visitas, ni siquiera las de sus compañeros, solo puede ver a su abogado. Sí, su abogado. Ahora es un tío muy importante, tiene abogado y todo. Le contrató su padre por indicación de Requena, es el mismo de la tarjetita, el del nombre de vino y apellido de provincia andaluza. Estuvo a punto de rechazarlo, es tan mamón que por un segundo pensó que no haber hecho nada era motivo suficiente para poder estar tranquilo. Qué cosas tiene, ¿qué no? Como si ser inocente importase una puta mierda, como si eso mismo no le hubiese pasado a su padre. De tal palo, tal astilla. Así que aceptó el abogado, por lo menos así puede ver a alguien que no sean los guardas o los cabrones que de vez en cuando le tocan los cojones a base de preguntitas para las que ellos no quieren oír respuestas que no estén en su esquemita de lo que pasó. Su mundo se derrumba y él solo puede ir de sala de interrogatorios a sala de interrogatorios, y de ahí de vuelta a su jaulita.
Ayer a la versión nazi de Motadelo y Filemón solo les faltó meterle agujas entre las uñas para hacerle confesar. Lo mismo hoy se dejan de mariconadas y las usan de verdad. No le importaría en exceso poder sentir dolor físico, algo que de verdad parezca real. Está harto de estar metido dentro de una pesadilla en la que nada parece ser verdad.
Ayer le ofrecieron un trato. Un trato. Así de seguros están de que es un asesino. Si confiesa, el cargo de asesinato se transforma en uno de homicidio con un porrón de atenuantes, entre ellos enajenamiento. Esos son unos cuantos años menos en la cárcel, aproximadamente diez menos. Nada más oír el trato les sugirió que fuesen a una farmacia a comprar el lubricante de su elección y con cuidadito se lo metiesen por el culo. A los nazis de Esparza no les hizo demasiada gracia su ocurrencia.
Su abogado, el incombustible letrado Sevilla, le respaldó. No sabe si lo hizo porque cree en él o porque cuanto más largo sea el juicio, más pasta va a cobrar. Supone que si Requena es quien se lo ha recomendado, por lo menos debe ser bueno y ahora mismo le dan igual sus motivos. Le basta con saber que hay alguien detrás apoyándole.
El abogado Granada, o Córdoba, o Sevilla, o Jaén, no es el único que le cubre la espalda. Sabe que sus compañeros lo están dando todo para sacarle de ahí. Esa es una de las pocas razones por las que no se ha vuelto loco del todo. Saber que hay cinco personas en el mundo que luchan por él le mantiene cuerdo. Además, aunque no ha hablado con ellos desde que estalló la bomba sucia, sabe a ciencia cierta que ellos le apoyan porque le creen inocente. Es agradable saber que hay algo que se mantiene constante. Es el pensamiento de que no deber ser tan hijo de puta cuando hay gente que le apoya incondicionalmente lo que hace que todavía no se haya rendido.
Es importante tener una razón para no hundirte, él tiene tres razones para aguantar: sus compañeros, su padre y Leo. Sobre todo Leo. Si ella no se ha rendido, él menos. Va a salir de este infierno y va a cumplir la promesa que le hizo. Va a coger a ese ser cerdo que la ha puesto en una cama de hospital y se lo va a servir en bandeja de plata.
No sabe qué hora es pero no cree que falte demasiado para que la función vuelva a empezar un día más. Se siente agotado solo de pensar en las horas de acoso que le esperan pero, aún así, está deseando que aparezcan para poder freírles a preguntas. Necesita saber cómo está Leo. Pregunta como un desesperado y ellos solo le contestan monosílabos y cuando le salen de los cojones. Parecen disfrutar dándole la información con cuenta gotas. Está convencido de que intentan angustiarle hasta el punto de que haga una confesión. De Leo, lo último que sabe es que ayer a medio día todavía no habían podido operarla, que seguía sin estabilizarse y que además había infección.
La angustia se le come, pocas cosas hay peores que no saber. Tan mal está la cosa que, después de veinte años, ha vuelto a coger el vicio que tanto jodía a su madre, el de morderse las uñas. Se saca la ansiedad amputándose los dedos a bocaos.
Espera, espera y espera. La luz de la ventana cada vez es menos azul y más blanca. Se está impacientando. Tiene el presentimiento de que algo va jodidamente mal. Suspira y se pone el brazo sobre los ojos. Cierra el puño y aprieta los dientes. Ve formas raras. Como de papel de envolver regalos horripilantemente feo, de esos del año de Maricastaña, llega un momento en que la geometría desaparece y ve destellos y lucecitas de muchos colores. Es lo más bonito que ha visto en días. Joder, qué cosa más patética.
- Pablo...
Se incorpora. Ve a su padre rodeado de lucecitas a través de los barrotes. Es una escena tremendamente surrealista. El pobre tiene un aspecto horrible, parece tener sesenta y seis años, en vez de cincuenta y seis.
- Papá!
Se levanta de catre de un salto y se pega a los barrotes.
- ¿Cómo está Leo?- la voz le sale como la de un violín temblón.
- Verás, esta madrugada, a eso de las dos, tuvo una hemorragia interna.
Cojones y estómago intercambian posiciones.
- No, no te asustes, hijo. Verás, ella todavía no estaba estable, pero no les quedó más remedio que meterla a quirófano para operarla. Ha sido una cosa muy larga, han acabado hace nada, y también muy complicada pero...- ve su padre sonreír y cree que se va a desmayar- Ha ido bien, hijo, ha ido mucho mejor de lo esperado.
- ¿En serio?- el peso sobre sus hombros se aligera un poco, se siente sonreír
- En serio, Pablo, los médicos dicen que todavía es demasiado pronto para decir nada.... ya sabes como son, no se quieren pillar los dedos, pero por primera vez empiezan a ser un poco optimistas.
No puede dejar de sonreír como un gilipollas. Su niña lo está consiguiendo. Está claro, a cojones a Leo no le gana ni el Papa. Se va a poner bien, se va a curar. La mano de su padre se cuela entre los barrotes y presiona fuertemente su hombro. No puede evitar que se le caigan un par de lagrimones. Se está convirtiendo en un llorón de cuidado.
- Pablo, Leo se está agarrando a esto con uñas y dientes. Bo se va a dejar ganar la partida así como así.
- No, claro que no- se seca los ojos con el dorso de la mano.
Se abrazan torpemente. Siente los fríos barrotes de hierro contra él. Cuando se separan su padre está sonriendo de nuevo.
- Pablo, tengo más buenas noticias.
Se seca las lágrimas y se oye reírse.
- ¿Más?
- Más. Tus compañeros han encontrado algo que aunque no te va a exculpar, si ha creado ciertas dudas en el juez.
- ¿Dudas? ¿qué tipo de dudas?
- De las que te van a sacar de aquí bajo fianza.
Los ojos se le abren de par en par, es imposible sonreír más de lo que lo está haciendo.
- ¿Voy a salir de aquí?- lo que iba a ser un día horrible se está empezando a arreglar poquito a poco.
Su padre asiente.
- Les ha costado un infierno pero tus compañeros han conseguido encontrar un casquillo más. Uno que procede de los disparos al aire que Esparza no se creía que hubieses hecho.
Se lleva las manos a la nuca y resopla de alivio, hasta le da igual tocarse en la herida y hacerse daño.
- Hostia puta, hostia puta.
- Si te digo dónde han aparecido, no te lo crees.
- ¿Dónde?
- En una taquilla del hospital en el que está Leo, incrustado en la bota de un sanitario del SUMMA.
- No me jodas.
- Te jodo, al no encontrar el casquillo por ninguna parte, a tu amigo Mario se le ocurrió que se podía haber sacado del escenario sin querer.
Dios bendiga a Mariete.
- ¿Y sabes que clase de casquillo es? Un Santa Bárbara semiblindado de nueve milímetros.
- La munición que los roñosos de Interior nos dan a los maderos.
Su padre sonríe y asiente.
- No hay huellas y esta bastante dañada, pero aún así en balística dan un setenta por ciento de probabilidades a que la marca del percutor sea de tu arma.
Eso ya no le hace tanto chiste.
- Setenta no es cien.
- No, pero el juez ahora no acaba de entender que hace esa bala ahí, jamás ha habido denuncias de tiroteos en la zona con anterioridad, y el de el martes fue el primer tiroteo al que el sanitario del SUMMA al que pertenece el calzado ha ido desde que le dieron ese par de botas. Setenta no es cien, pero todo esto al juez la ha hecho pensar mucho.
- Pensar es bueno.
- Pensar es muy bueno, y Requena ha aprovechado la coyuntura para tirar de todas sus influencias, súmale que se ha considerado que no hay riesgo ni de fuga ni de reincidencia... y tienes que se te ha puesto una fianza.
Santa Bárbara Bendita, lo que se da no se quita. Tiene la impresión de que eso no es así, pero ahora mismo le toca los cojones. Las cosas empiezan a salir bien, no quiere hacerse demasiadas ilusiones, pero parece que la suerte le está cambiando.
- Me van a soltar.
- Te van a soltar. El dinero ya está ingresado, y en cuanto se arregle el papeleo, estás fuera. Solo te quedan unas horas de estar en este infierno.
Echa la cabeza hacia atrás y respira profundamente. Va a salir de este calabozo de mierda. Su padre le mira sonriéndole, le gusta verle así, no parece tan desgastado.
- ¿Qué fianza me han puesto?
- Eso da igual, Pablo, está pagada, olvídate de eso.
- No, no me olvido ¿Cuánto?
Su padre le mira con el ceño fruncido sin decir una sola palabra.
- Qué más da, coño, Pablo.
- ¿Cuánto?
- Joder, Pablo, ¿para qué quieres saberlo? Olvídate del puto dinero, lo único que tienes que pensar es en que te va a sacar de aquí y que contigo fuera las cosas van a cambiar. Vamos a llegar al fondo de esto. Cueste lo que cueste.
La expresión le hace pensar, de golpe el optimismo desaparece.
- Esto ya ha costado demasiado, papá, ¿cuánto más va a costar y quién va a tener que pagarlo?
Ya no habla de dinero y su padre le entiende perfectamente.
- Hijo, sé que esto es durísimo pero no puedes pensar así, tienes que ser fuerte y seguir adelante, en un par de horas estarás en la calle. Eso lo va a cambiar todo.
- Si, en la calle hasta que decidan que tienen una explicación perfectamente razonable para el caquillo y decidan que el calabozo me echa de menos.
- No digas eso, no va a pasar.
- Ya, claro, a ti no te pasó, ¿verdad?
La cara de su padre cambia, se tensa. No tenía que haber dicho eso. El rollo autocompasivo no va con él pero le cuesta mantenerse de una pieza.
- Las cosas no son iguales, yo no tenía nadie que diese un duro por mi. Mis compañeros o me creían culpable, o eran ellos los hijos de puta que me habían metido en ese asunto. Tú no estás solo, tus compañeros se están dejando los cuernos para ayudarte. Son buena gente, son buenos policías y te aprecian de verdad. Vas a salir de esta de una pieza.
- Lo siento. No quería ponerme en rollo pobrecito de mí, es solo que....- se encoge de hombros a falta de palabras.
- Ya lo sé, no tienes que disculparte, sé perfectamente como estás.
Ojala no lo supiera, ojala ninguno de los dos supiese lo que es esta puta situación. Se quedan callados unos minutos.
- Han pasado más cosas buenas, han conseguido localizar unas cuantas motos que por la hora, la situación y la velocidad podrían ser la que tú describiste. Se centraron en una Kawasaki, dos Hondas, y una Yamaha. Los propietarios de una de las Hondas, de la Kawasaki y la Yamaha, son gente normal y corriente, les gustaba apretarle, pero nada más. El dueño de la segunda Honda, una CBR, es otro cantar....
- ¿Y a qué canta?
- Canta a golfo por todas partes, robo de vehículos, menudeo de droga, agresión... Es un tal David Moreno, veintitrés años. Una joya. Extraoficialmente los de GRUME nos han dicho que le conocen mejor que su propia madre, ese cabrón ha pasado de centro de menores a centro de menores hasta los dieciocho. Todavía no ha pisado la cárcel, pero tiene un puñado de causas pendientes.
No tiene claro cómo sentirse. Esa no era la respuesta que esperaba oír. No creía que debajo del casco fuese a haber un delincuente juvenil reconvertido a malote de medio pelo. Esperaba otro Yakov, esperaba encontrar a un asesino a sueldo de Castrejón, no a un niñato. No puede engañarse pensando que el otro tío de la moto, el que aún no han identificado, vaya a ser algo distinto. Los niñatos y los asesinos a sueldo no se mezclan.
- No te esperabas alguien así, ¿verdad?
Sacude la cabeza.
- Nosotros tampoco, estábamos convencidos de que íbamos a dar con un hombre de Castrejón, no con un niño problemático.
- No lo entiendo, papá, no lo entiendo... estaba convencido de que si cogíamos a los de la moto, tendríamos quien disparó. No sé que coño pinta aquí unos delincuentes de poca monta. No lo sé.
- Nosotros hemos llegado a la conclusión que la moto solo estaba ahí para separaros, os querían cada cual por un lado para poder incriminarte a ti, y ocuparse de Vázquez y Leo con más seguridad. Creemos que disparó una tercera persona, que los moteros eran solo la distracción.
- Una distracción... y yo el gilipollas que salió corriendo como un perro subnormal detrás de una liebre de madera.
Se deja caer sobre el camastro. No fue cosa de que el tío se sorprendiese al verles a ellos dos y echara a correr. Salió corriendo porque para eso había ido, para correr y hacerle correr. Se siente completamente estúpido.
- Esparza ha mandado unos cuantos agentes a buscarlo. Se mueven por San Fernando de Henares. No creo que tarden en dar con él.
- ¿Qué opina Esparza de que haya aparecido? Él no parecía creerse una sola palabra de esos tíos de la moto.
- No opina, cumple con su deber, parece que solo le importa hacer lo que tiene que hacer. Es un tío raro, da la impresión que la gente le da igual, solo le importan los hechos. Supongo que por eso está en Internos. Ya era así cuando yo le conocí.
- Yo solo quiero que busque de verdad a ese hijo de puta, me da igual cómo sea. Solo quiero que encuentre al cabrón o los cabrones que han disparado a Leo.
Disparado a Leo. Esas palabras, como los niñatos y los asesinos, no deberían mezclarse.
- Mira, papá, haya disparado quien haya disparado el tío ese de la moto sabe quién es. No le pueden soltar hasta que lo haya dicho todo. No le pueden soltar.
- Mira hijo, Esparza ha dado acceso a tus compañeros a las transcripciones y grabaciones de los interrogatorios...
- Es un solete este Esparza....- la voz sale tan agria que no parece ni suya.
- Si, un encanto, pero verás, Requena no se ha conformado con eso, ha conseguido que Esparza permita a uno de tus compañeros presenciar el interrogatorio, no podrá participar, pero si asegurarse de que se hacen las preguntas correctas.
No se lo veía venir. Si tuviese a Requena delante le plantaría un beso en todos los morros.
- Se la están jugando, aunque Esparza consienta eso, si algún jefe se entera, se les puede caer el pelo a todos.
- Claro que se la están jugando, Pablo, tus compañeros te aprecian mucho.
Se queda pensativo y resopla.
- No sé si quiero que nadie se la juegue por mí a estas alturas, ya he visto lo que puede pasar... y no quiero salir a cualquier precio. Mira, si Leo no me hubiese ayudado, esto no estaría pasando.
Su padre le mira con tristeza. Hoy le cuesta mantener la amargura a raya.
- Nadie más va a resultar herido, nadie más. Esto se va a arreglar.
- Ya claro, eso me lo puedes asegurar. Las dos cosas. Me puedes asegurar que nadie más va a sufrir y que se va a arreglar...
El golpe contra los barrotes que da su padre, le pilla completamente desprevenido.
- Hostia puta, Pablo, vale ya esa puta actitud que tiene de de... de.... de yo que sé qué cojones.
Tiene la cara congestionada y parece verdaderamente enfadado.
- Deja ya de comportarte como si en el fondo te mereciese algo de esto, como si fuese tu culpa. A ver si te enteras de que te están ayudando porque les da la puta gana, joder. Esto no es tu culpa.
Que no sea su culpa no va a cambiar una mierda cómo se siente. Una cosa es saber, otra muy distinta es sentir.
La sensación del aire en la cara es acojonantemente agradable. Solo han sido dos días, pero se siente como si hubiese sido toda una puta eternidad. Lo peor han sido las horas desde que ha sabido que le iban a soltar hasta que por fin lo han hecho. Pensaba que se volvía loco. Nada más plantar el pie en la calle, los ojos se le van solos al punto exacto en el que poco más de una semana atrás se estaba fumando un cigarro con Leo. Una semana y parece que fue en otra vida. Está en la calle, pero se siente tan preso como hace una hora, los barrotes se han quedado atrás, pero la angustia no.
- Venga, hijo, vamos a coger un taxi, necesitas una ducha y descansar.
- ¿Ducha y descansar? Estás de coña, ¿no? Yo no sé que vas a hacer tú, pero ahora mismo me voy al hospital. Si no la veo ya mismo, me va a dar algo.
El gesto torcido de su padre no le gusta una mierda.
- No, Pablo, no puedes ir al hospital
Le mira sin entenderle.
- ¿Cómo que no puedo?
- El juez te ha concedido la libertad bajo fianza pero también ha dictado una orden de alejamiento, no puedes acercarte a Leo.
Le sale una carcajada amarga que más parece un gruñido.
- Claro.... no quieren que la remate- se pasa la mano por el pelo, la cara, el cuello, la boca. Finalmente la cierra en un puño lleno de ira- Me paso la orden por el forro de los cojones, necesito verla.
Echa a andar sin esperar segundas opiniones.
- ¿Qué cojones te crees que haces?- le ignora y sigue andando- Pablo, joder!
Desde atrás, le agarra fuertemente por el brazo, se revuelve violentamente pero la mano no cede presión. Su padre sigue teniendo mucha fuerza.
- Tengo que verla- pone énfasis en cada palabra como si las estuviese subrayando- ¿No lo entiendes, papá? Lo necesito, yo... tengo que estar con ella... JODER!
Da una patada a uno de los escalones del juzgado.
- Pablo, Pablo..escúchame. ¿Te crees que no te entiendo? Claro que te entiendo pero no puedes. Todavía no, hijo. Si te acercas....te van a detener, y si eso pasa, ya no van a haber fianzas que valgan.
- Pero yo....
Ha sonado a la protesta de un crío acojonado.
- Lo siento, hijo. No puedes. Mira, Pablo, tenemos a uno de los de la moto y enseguida tendremos al otro. Ese el hilo del que tenemos que tirar. Ese cabrón nos va a llevar al escondite de la puta comadreja que está detrás de esto. Todo el mundo está haciendo todo lo que puede, puedes estar seguro de eso.
- ¿y si "hacer lo que se puede" no es suficiente?
Su padre no le contesta, le gustaría que le dijese que lo va a ser. Se deja caer en el escalón, la piedra está helada.
- Yo también hice lo que pude para que a nadie la salpicase la mierda y mira qué ha pasado. No podría haber acabado peor.
Su padre le acaricia la cabeza como cuando era un crío de ocho años. Saca el paquete de tabaco completamente arrugado que le han devuelto junto con sus cosas. Lo enciende con una calada larga y ansiosa. El humo le rasca la garganta al entrar.
- Yo solo quería que Vázquez acabase en la cárcel, tenía que hacerlo por mamá y por ti. Solo quería que hubiese justicia. Nada más. Tenía que haberle pegado dos tiros en cuanto le vi y nada de esto habría pasado. Tenía que haberle matado. Soy...- sacude la cabeza- ... un desgraciao.
- No, tú eres un buen tipo, Pablo. El desgraciao lo era Vázquez, tú no eres como él, no eres un asesino sangre fría y no sé como te lo planteas siquiera.
- ¿Ah no? Pues bien que maté al ruso de los cojones.
- Está mal lo que te voy a decir, pero aunque ese hombre hubiese ido ante un tribunal, sabes tan bien como yo que no iba a pagar ni la mitad de lo que había hecho. La diplomacia es una mierda, le hubiesen extraditado y de las cárceles rusas, si tienes contactos dónde debes y eres un tirador de elite, es muy fácil salir. No hubiese pagado por nada de lo que hizo, hubiese seguido matando. No te voy a decir que lo que hiciste fuera lo correcto, matar a alguien nunca es la opción correcta y tú lo sabes, pero, hijo, a veces la justicia no se da en los tribunales.
Eso es algo que sabe muy bien desde hace mucho tiempo. Echa el humo despacio.
- Justicia... la justicia es una puta mierda. Yo quería hacer lo correcto, papá, creí que solo me ponía en peligro yo. Yo... yo solo quería justicia. Nada más.
- ¿Pensabas pasarte quince años de tu vida en la cárcel para darnos justicia? No, hijo, yo no quiero justicia a cualquier precio, y tu madre... ¿cómo iba a querer eso tu madre? Menudo guantazo te daría si se enterase. Tú eres más importante que ninguna justicia.
Encuentra un poco de consuelo oyendo eso.
- Pablo, vas a salir limpio de esto y vas a ver a Leo antes de lo que te imaginas.
- Has estado en el hospital, ¿no?- su padre asiente- No han retirado la vigilancia, ¿verdad?
- No, en la entrada de Cuidados Intensivos hay apostados dos armarios roperos, y cuando esos dos se van, llegan otros dos todavía más grandes.
Asiente aliviado.
- La persona que ha hecho esto no debe tener el más mínimo interés en que ella se recupere, sobre todo después de este embolao que me han buscado a mí. Hay que cuidar de ella a toda costa.
- Puedes estar tranquilo, nadie que no sea médico, enfermara, familiar con acreditación o policía, puede entrar en esa zona. Leo está a salvo, además no te lo he dicho, pero Esparza ha transferido el dispositivo de vigilancia a tu jefe.
- ¿Tenemos la vigilancia del hospital?
- Si, hijo, Esparza se está portando muy bien, aunque parezca mentira con lo que te está pasando. Está muy preocupado por Leo, estos dos días incluso ha pasado un montón de veces a verla a su habitación
- ¿En serio?
- Yo creo que se siente fatal con todo este asunto, hasta parece estar medio enfermo. Da la impresión de que el estress y la responsabilidad le están pasando factura.
Será un cabrón, pero que Esparza esté hecho una braga no le da ni medio pena.
- ¿Qué ha hecho Requena para conseguir la competencia?
- Pues no lo sé, pero se está dejando la piel ayudándote
- ¿Sabes la de veces que le he llamado gilipollas desde que le conozco?
- Bueno, hijo, lo cortés no quita lo valiente, una cosa es que se preocupe y sea un buen tío, y otra es un poco gilipollas también lo sea.
Se escucha reírse, y el sonido le resulta casi desconocido. Su padre también se ríe con él, después se pone serio y resopla.
- No te vas a estar quieto, ¿a qué no?
- No, papá, se lo debo a Leo. Ella solo quería ayudarme, me ha salvado la vida más veces de las que puedo contar, yo le debo dejarme la piel hasta que encuentre al cabrón que la ha disparado, y no me voy a estar quieto hasta que lo consiga. Así que no me pidas que me esté quieto.
- No lo voy a hacer, te entiendo y te apoyo.
La mano de su padre le revuelve el pelo.
- Pablo, no estás solo en esto, así que levanta el culo, date una ducha, porque, hijo, hueles que echas para atrás, y sigue luchando.
- Gracias, papá.
- No me las des, anda, haz lo que tengas que hacer, pero no hagas locuras, por favor.
Apura la última calada del cigarro y se pone en pie. No se va a rendir.
07 Chico malo (Viernes 14 de diciembre, 17:30)
Un niñito malo se mudó a mi barrio
No hacía nada, solo se sentaba y aparentaba ser bueno
No quería ir al colegio, ni aprender a leer y a escribir
Puso tachuelas en la silla de la profesora
Puso chicle en el pelo de una niña
Hey, junior, compórtate
La cabeza de junior es dura como una piedra
Oye, junior, compórtate o vas a ir a mamá
(Bad Boy)
Ha visto muchos chicos como él. Chicos que con quince años ya están robando motos y metiéndose todo tipo de porquerías. Pocos acaban bien, la mayoría se pasa la vida dando tumbos hasta que acaban definitivamente en la cárcel o muertos. Este debe ser más listo que la media de esos chavales porque aún no ha estado en la cárcel y sigue respirando. No es que se reformase al cumplir la mayoría de edad, simplemente se volvió más cauto, y el colapso judicial también le ha ayudado.
Algunos de esos chicos problemáticos le dan pena, muchos nacen en familias que pasan de ellos, o con muchos apuros económicos. Este no. Simplemente es malo. Su familia tiene pasta, mucha pasta y por los informes de los asistentes sociales del GRUME, que ha podido leer de extrangis, su entorno familiar es el que cualquiera querría tener. Tiene unos padres que se han desvivido para darle la mejor educación y toda la tención que haya podido necesitar. De nada ha valido el esfuerzo de esa gente.
El chico hubiese podido hacer lo que hubiese querido con su vida, y ha elegido desperdiciarla. La gente así no le da ninguna pena, solo le produce asco. Está comprobado que para ser un delincuente no importa mucho de qué barrio vengas o lo que tus padres te quieran.
No sabe qué conclusión sacar de el chico y a juzgar por cómo le está mirando Molina, no es el único. No se esperaban a este individuo debajo del casco. Contaban con encontrar un asesino profesional y han dado con un niño malo. Eso les ha roto los esquemas.
Este tío no ha disparado a Leo, este tío no es un asesino de Castrejón. No necesita interrogarle para saberlo. Ni siquiera entiende qué pinta en todo esto. Esta clase de personajillos no se mezcla con los narcotraficantes. Con camellos de poca monta claro que si, pero con los peces gordos en la vida.
Si estos chicos de la moto no dispararon, solo queda la posibilidad de que estuviesen ahí como distracción. Alguien debió pagar a este chaval y a su cómplice para separar a Leo y a Corso, y así poder encargarse sin riesgos de Vázquez. Divide y vencerás, eso es un algoritmo informático para simplificar problemas complejos. Corso y Leo eran un problema complejo para alguien pero ya no está tan seguro de que ese alguien tuviese nada que ver con Castrejón.
Los narcotraficantes no dividen y vencen. Los narcotraficantes entran, dejan una lluvia de plomo y se van sin despeinarse dejando cadáveres a sus espaldas. No tiene claro nada de lo que está pasando, lo único seguro es que este niño malcriado que tiene delante es lo único sólido que tienen y que él puede llevarles a quien de verdad importa.
Esparza está de brazos cruzados contra la pared sin abrir la boca. En principio solo iban a poder presenciar el interrogatorio, la sorpresa ha venido cuando Esparza les ha invitado a hacerlo ellos mismos. Le había juzgado mal. Pensó que ya había tomado su decisión sobre Corso y que les iba a poner las cosas muy difíciles, pero la realidad no podría ser más distinta. Esparza es tieso como un mástil, pero también muy legal. Esparza valora la justicia, por eso les está ayudando tanto. Tienen que aprovechar al máximo la ocasión que les ha brindado, pero han empezado muy mal, el chico niega siquiera haber estado en esa urbanización.
- Vamos, a ver, te lo repito- se ve que Molina está haciendo de tripas corazón para no liarse a dar voces- El miércoles a las nueve menos veinte una cámara de Tráfico le hizo una foto a tu CBR a doscientos treinta por hora, ¿dónde ibas tan deprisa?
El chico se encoge de hombros como si el tema no fuese con él.
- ¿Me habéis traído aquí por eso? Joder con los chupópteros de Tráfico, si que se toman en serio lo de las putas multas.
- Esa misma moto, la tuya, la sitúan una docena de testigos en la urbanización Altos del Henares unos cuantos minutos antes
Lo de los testigos es un farol tremendo, nadie más que Corso vio una moto, y desde luego no se puede asegurar que sea la suya. Ve que el chico no les mira mientras hablan, se está dedicando a sacarse porquería de debajo de las uñas.
- ¿Te aburres o qué?- si sigue así, no responde de sí mismo.
- Hombre pues un poco, ¿no hay ninguna poli buenorra en vez de vosotros dos? Sois muy feos, sobre todo él- señala a Molina con la barbilla.
- Chaval, no nos más toques los cojones que no estás en situación de hacerlo- a Molina también le queda un telediario para perder la paciencia.
- No se ponga así abuelo, que a su edad no es bueno para el corazón.
Molina le fulmina con la mirada y el chico se encoge de hombros.
- Vaaaaale, joder, que no quiero que aquí al colega le de un jamacuco por mí. Me han visto en un sitio, vale. ¿Y qué pasa si hubiese estado? Que yo sepa no es un delito ir a ninguna parte.
- No te hagas el listo con nosotros que no te conviene en absoluto.
- ¿No sabes qué ha pasado en esa urbanización?- David se encoge de hombros- ¿No ves las noticias o qué?
- No suelo ver nada en lo que no salgan tías en bolas- les mira a uno y a otro con expresión de salido
Molina le mira y le mata con los ojos.
- Mira, gilipollas, el festival del humor para quien te lo consienta, ¿estamos? Estás aquí en relación a un asesinato y a un intento de homicidio, así que tonterías las justas- no le gusta perder las formas en los interrogatorios, pero últimamente su aguante está al mínimo.
El chaval enarca las cejas y pone los ojos en blancos como si toda esa situación le resultase muy aburrida.
- Eso es una coña, ¿no?
- Tenemos testigos que sitúan tu Honda en la urbanización y si tu moto estaba, tú también, ¿O tu moto es tan lista que se conduce sola?
Por supuesto nadie vio esa moto, básicamente porque en esa urbanización no había nadie, pero eso él no lo sabe.
- No, mola un rato largo pero no se conduce sola. Se la dejé a un colega- se encoge de hombros.
- Claro, a un colega. Mira, chaval, en Tráfico os hicieron una foto. Se te ve a ti, y a ese colega tuyo de paquete.
- Imposible que se me vea, tío, mi casco es integral, no se me ve el jepeto. Como mucho habréis visto mi casco, pero no a mi, yo no conducía la moto. Ya os he dicho que se la dejé a un colega, y el casco también.
Molina se ríe de buena gana.
- ¿Has visto al enteradillo este, Mario? Se cree que por llevar un casco integral no se le ve la jeta tan preciosa que tiene. Mira chaval, ¿tú sabes lo que son las ondas herzianas?
Contiene el aliento, Molina se avecina con una de las suyas.
- Ni puta idea- el chaval pone cara de pez.
- ¿No? Pues son unas ondas de fibra óptica a baja frecuencia que emiten las cámaras de nuestra amada Dirección General de Trafico, ¿y sabes qué hacen? Se refractan en el cristal y mediante oscilación térmica hacen una fotografía de lo que hay tras él. Sí, sí, todo muy sofisticado, verás, usan un algoritmo de desviación típica de Gauss que penetra la materia sólida.
Se esfuerza para no soltar una carcajada. Lo que Molina acaba de decir no tiene ni pies ni cabeza. Acaba de mezclar una docena de conceptos que no tienen nada que ver unos con otros pero lo ha hecho tan convencido de lo que decía que el tal David tiene los ojos abiertos de puro espanto.
- ¿Te lo traduzco al cristiano que veo que no te has enterado muy bien?- Molina adopta ese aire de interesante suyo- Esas cámaras permiten ver la jeta del capullo que se salta un radar por muy tapadito que vaya. ¿Quieres que te enseñe lo guapito que has salido? Te va a encantar la foto, en comisaría ha causado sensación, no dejan de pedirme ampliaciones de ella desde los calabozos.
David se ha quedado helado con el farol de Molina.
- Seguro que tu madre quiere una copia para llevarla en la cartera y enseñársela a las vecinas. Mario, anda, pide que nos traigan la foto.
- Ahora mismo, Molina.
Sin vacilar un segundo se dirige al interfono. Si no cuela, están jodidos. No tienen nada que le sitúe en la escena del crimen, si se cierran en banda, no hay nada que hacer.
- Gómez, que nos trai...
- Vale, vale, vale. Que no traigan nada. Sí.
- ¿Sí qué?
- Que si, que estuve, allí. Ya está, lo reconozco. Estuve allí.
Molina sonríe como el gato que se comió al canario. Es un maestro.
- Pues claro que estuviste allí, si ya te lo habíamos dicho nosotros – Molina suspira satisfecho- ¿Quién te pagó?
- ¿Pagarme? ¿Pero que cojones dices, tío? ¿Pagarme para qué? ¿Para dar un paseo?
- Pagarte para alejar a un policía de una casa y abrirle la cabeza después.
- Venga ya, ¿esto de qué cojones va? ¿Alejar a un madero de una casa? ¿Tú qué te fumas, tío?
El chaval se ríe y se echa hacia atrás en la silla.
- Que no te rías, hostias!- da un palmetazo sobre la mesa,
Esparza se endereza, y le mira fijamente. Tiene que tener ojo, o les va a sacar de ahí a patadas.
- Mira, David, si colaboras, puedes salir bien, si no colaboras... estamos hablando de un asesinato y un intento de homicidio de los que TÚ eres cómplice. Ese es un marrón muy gordo pero si nos dices para quien estabas trabajando....
- Yo no trabajo para nadie, entérate de una puta vez, yo voy por libre.
- Por libre....a ver, chaval- Molina se echa hacia delante- Entérate tú, esto no es ninguna tontería como las que has hecho hasta ahora, esto no se va a quedar en suspenso hasta que al señor juez le de por mover el caso. Esto son muchos años de cárcel, muchos. Para cuando salgas, esa moto tan bonita que tienes, estará en un anticuario, así que dinos quien te ha pagado por hacer correr al madero.
El chico parece acojonado por primera vez.
- A mi no me ha pagado nadie, y yo no soy cómplice de nadie, joder. Yo no... vale, le partimos la cabeza al tío ese, pero... fue defensa propia! Nos acojonamos.
- ¿Defensa propia? ¿Pero tú qué estás diciendo?
El chico le mira sin decir nada, tiene los labios muy apretados.
- Habla ahora o después te vas a arrepentir de no haberlo hecho.
Chasquea la lengua y resopla.
- Vale, vale. En la urbanización esa hay unos coches muy guapos. Muy caros. La seguridad es una puta bazofia, en esa zona solo hay una comisaría y queda a tomar por el culo, primero que llegan ya estás en tu puta casa viendo la tele y liándote un canuto. El miércoles me fui con un colega para demostrar lo fácil que sería levantar un coche.
- ¿Fuiste a robar un coche?
- No, no, solo íbamos a demostrar lo fácil que sería, comprobar una teoría no es un delito, ¿no?
- Eso está por ver, pero, venga, sigue hablando.
- Vale, pues mi colega y yo vimos un SLK 55 la hostia de guapo. Asientos de cuero, faldones, spoilers, llantas mazo de cañeras... una puta pasada de buga.
- Sí, muy bonito el coche...- Molina le apremia con la mano.
- Estaba con mi colega...
- El colega ese tuyo... ¿tiene nombre?
- Yo no soy un chivato.
- Lo que eres, es un imbécil, ¿Te quieres comer tú solito toda esta mierda?- Molina no le da una colleja de puro milagro - Es una mierda muy grande, se te va a atragantar.
El chico resopla con aire de resignación.
- Nene, se llama Nene.
Comparte una mirada con Molina.
- Ya. Nene. ¿Nene García, Nene Fernández, Nene Rodríguez....?
Al chaval le lleva un rato más de la cuenta darse cuenta de lo que Molina quiere decir, no parece un lumbreras.
- Alejandro, se llama Alejandro, del apellido ni puta idea. Para por la zona de la estación de cercanías de San Fernando. Si vais y preguntáis por el Nene le encontraréis sin problemas.
Ve que Esparza susurra algo por su comunicador, seguramente acaba de pedir que traigan al tal Nene.
- Venga, sigue.
- Pues eso, que estaba con mi colega comprobando si el coche estaba bien cerrado, fuese a ser que algún cabrón se lo llevase- el chico tiene la jeta de reírse su propia a gracia- De pronto se oyeron ruidos, como explosiones. Muchas y muy seguidas, yo creí que sería un tubo de escape petando, o algo así... lo típico, pero no debieron serlo porque menos de un minuto después, un tío con cara de loco y con una pipa en la mano, salió de la casa de enfrente, y echó a correr para nosotros. Buah, nos jiñamos por la pata abajo.
Mira a Molina, tiene la cara blanca y perfectamente quieta.
- ¿Cómo que un tío salió corriendo hacia vosotros?
- Si, tío, lo que te digo, el notas tenía la cara desencajada y estaba llenito de sangre. Parecía que se había cargao a medio pueblo. Vino directo a nosotros, solo decía "los he matao, los he matao". Yo me jiñé y me quedé paralizado, pero el Nene, que es muy espabilao, le arreó una hostia en la mocha con la pitón de la moto.- reproduce el gesto con la mano- El pavo se quedó en el suelo y nosotros salimos echando hostias. Si hasta oímos un par de disparos cuando salíamos de ahí a toda leche, el menda se puso a pegar tiros en medio de la calle... estaba colgadísimo y era peligroso de cojones.
Esparza les mira sin mover un músculo de la cara, a él se le ha secado la boca, y a Molina parece que el cuello de la camisa le hiciese daño o algo así.
- Claro, y cómo tan peligroso parecía, y cómo estaba lleno de sangre, lo más sensato era no llamar a la policía vaya a ser que fueran a presentarse, ¿verdad?
David se encoge de hombros y hace un puchero con los labios.
- No me gustan los maderos y yo no les gusto a ellos. Cosas que pasan.
Aprieta los dientes y resopla, tiene que relajarse, si la caga, Esparza le va a echar a patadas.
- A ver, David- Esparza interviene por primera vez- ¿Podrías identificar al hombre del que hablas si se te enseñase una foto?
- Sin problemas, era un tío así castaño, no demasiado alto, con un poco de barbita.... así guapete...
- ¿Era este?
Esparza planta sobre la mesa una foto de Corso.
- Toma que era!
El chico asiente tan fuerte que parece a punto de romperse el cuello. A él se le descuelga el estómago y debe ponérsele la misma cara descompuesta que a Molina.
- Este era el colgao. Pongo los huevos en el fuego. ¿A quién se ha cargao el notas?- lo pregunta como si le hiciese mucha gracia.
- A nadie, no se ha cargao a nadie- lo dice con bastante más intensidad de la cuenta.
Cada vez le cuesta más mantener la calma, Esparza le mira con dureza. Ahora con esta luz y teniéndole tan cerca ve que tiene bastante mal aspecto, está pálido y parece sudoroso.
- David, ¿eres consciente de que no hay ni una sola prueba de que lo que dices sea verdad?- Esparza habla tan tranquilo que le resulta imposible entender cómo lo hace- Te lo puedes estar inventando y yo creo que lo estás haciendo. Creo que alguien te pagó para ir a esa casa, hacer de cebo para que el hombre que tú dices que tenía un arma saliese corriendo y así poder matar a la gente que había dentro. Creo que no fuiste a robar un coche, creo que fuiste a ser cómplice de un asesinato.
Oír a Esparza decir eso hace que se sienta algo mejor.
- ¿Pero qué dices? Ni de coña, tío.
El chico se pasa la mano por la cara, parece nervioso.
- Demuéstralo.
Si las cosas no estuviesen como están, posiblemente la cara de pasmao de ese imbécil le haría hasta gracia.
- Te...tengo dos retrovisores y tres llantas, ¿eso vale para algo?
- Que tienes dos retrovisores y tres llantas...- Molina le mira con los ojos
entornados como si no entendiese qué dice. No es el único- ¿Eres un desguace o qué?
- Si, joder, el Nene y yo somos unos mataos, podemos mangar un Clio y colocarlo en dos horas, pero ¿un SLK?, nos lo íbamos a tener que comer con patatas, así que decidimos dejar estar lo del coche, pero llevarnos unos repuestos. No sé, por amortizar la mañana de turismo en Pijolandia.
- ¿Saqueasteis un coche?
- Sí y por eso el tiparraco ese se nos echó encima, estábamos distraídos intentando sacar la última llanta y no le vimos hasta que le tuvimos casi encima.
- ¿Dónde están esas cosas que dice que os llevasteis?- Esparza lo pregunta en un tono perfectamente neutro.
- En mi casa. Todavía no he tenido tiempo de colocarlas, no todo el mundo anda con Mercedacos.
Esparza mira al chico sin mover un solo músculo.
- Te voy a retener hasta que compruebe que en esa urbanización hay un SLK 55 sin retrovisores y sin tres llantas y hasta que no me asegure que son precisamente los que tú tienes, no voy a empezar a plantearme soltarte. Como sea mentira, como sean otras piezas las que encontremos, o no hay ninguna, o como tu colega no corroboré palabra por palabra tu versión, se te va a caer el pelo, chaval. ¿Te enteras? Aún así, aunque la historia de las piezas se confirme... no las tienes todas contigo.
Lo que dice Esparza suena bien, pero a él no le basta con que se le caiga el pelo, necesita que hable y que lo haga ya mismo.
- Yo no me lo creo, Esparza ¿sabes qué creo? Que cuando le pagaron lo que le pagasen, no tenía ni puta idea de dónde se metías, y ahora tiene miedo de hablar porque si lo hace el cabrón que le pagó, le va cerrar la boca como lo hace él. Dos tiros y para el otro barrio. Eso es lo que creo.
- A mi nadie me ha pagado por nada, ¿Cuántas veces tengo que repetirlo?
- Hasta que digas la verdad. ¿Ves a este tío?- Molina señala la foto de Corso- Es mi amigo, no ha hecho nada y lo van a meter en la cárcel. Una de esas personas a las que han disparado también es mi amiga. Si te callas vas a dejar suelto a un asesino ¿eres tan cabrón que te vas a callar y dejar que eso pase?
- David, no sigas el juego a quien te pasó, unos euros no merecen que vayas a al cárcel, y si siguen mintiendo vas a ir. La verdad se va a acabar sabiendo, de eso puedes estar seguro... - intenta sonar conciliador- ... si hablas, nosotros te vamos a proteger y vamos a intentar que el juez tenga en cuenta tu colaboración.
- Vosotros flipáis, veis mucha tele. Yo lo siento por vosotros, pero este amigo tuyo está chalao, tenía cara de ido. Mató a tu amiga y nos hubiese matado a nosotros si el Nene no le hubiese dejado KO.
Oye resoplar a Molina.
- Mira, hijo, esto te viene grande, muy grande, esto no son tus trapicheos de siempre de los que siempre sales con un tirón de orejas, por lo que estás haciendo, encubrir a un asesino y ser su cómplice, se va a la cárcel y se va mucho tiempo - Molina ha puesto su tono de padre- La cárcel no es como el centro de menores, no es todo hacer manualidades, o excursiones, en la cárcel hay mucho hijo de puta.
- Gracias por la información, abuelo.
Este niñato insolente se está riendo de ellos en su cara. Hay que derrumbarle, hay que quemar hasta el último cartucho. Coge la carpeta marrón que hay sobre la mesa, la abre y rebusca hasta que encuentra lo que busca. Una foto que coloca sobre la mesa.
- ¿La ves?
Señala la foto. Es una ampliación de la que hay en la placa de Leo. La ve sonreír a cámara y el estómago y el corazón le hacen cosas muy raras. Los ojos le escuecen y siente que las rodillas le empiezan a temblar. Se esfuerza en mantenerse frío.
- Pues a ella no la conozco, pero, mira, no me importaría ni un cacho, la tía tiene unos cuantos polvos - les mira con una sonrisa que le dan ganas de partir de un puñetazo.
- Lávate la boca con lejía para hablar de quien no conoces- el tono de Molina no deja lugar a dudas, otra más así, y le parte la boca- Otra salida de tono y te buscas una mala hora, pero mala de verdad.
- Mírala bien- señala a la foto- Ella estaba en la casa, es nuestra amiga y, sí, tienes razón, es muy guapa, pero, mira, lo de los polvos pues no va a poder ser porque el tío al que proteges la ha pegado cuatro tiros.
Saca otra foto y la coloca sobre la mesa. Esta no es de Leo, es una foto del escenario del crimen, se ve un suelo blanco con un tremendo charco de sangre plagado de casquillos de bala.
- Mira lo que ha hecho el hijo de puta al que estás protegiendo.
El chico pone una mueca de desagrado, y aparta la cara.
- Mira la foto- le coge la cara y le obliga a mirar una foto de Vázquez en al mesa de autopsias- A él le dispararon once veces. Esto es lo que ha pasado porque tú hiciste correr a un tío. Esto es lo que ha pasado por esos cochinos euros que te dieron. ¿Contento?
El chico parece totalmente descompuesto.
- ¿Te gusta lo que ves? ¿Te gusta lo que has ayudado a hacer?- está subiendo el tono de voz muchísimo más de lo que suele hacer.
- Qué yo no he hecho nada, hostias! Qué nadie me ha pagado por hacer nada! Qué yo solo he mangado unas piezas, coño!! Qué dejes de enseñarme mierdas!
A David se le han llenado los ojos de lágrimas y ahora además de nervioso parece acojonado. Si siguen así, se va a venir abajo.
- No te lo crees ni tú que no has hecho nada
- Habla ahora, o va a ser peor luego- ve que Molina esta haciendo todo lo posible por no perder los nervios- ¿Tú te crees que "tu socio" te va a dejar vivo cuando se entere de que hemos hablado contigo? Nosotros podemos ayudarte si tú nos ayudas.
- Yo no quiero vuestra ayuda, yo no tengo socios, yo solo quiero que me dejéis en paz, joder! Que dejéis de enseñarme mierdas que no sé de que coño van!
El chico está lloriqueando, parece verdaderamente asustado, desde luego que ya no queda ni rastro de su chulería.
- Qué os vayáis a la mierda! Yo no tengo la culpa de lo de vuestra amiga, joder, yo no tengo la culpa de nada de esto, nadie me paga por nada. Yo no he hecho nada malo, no he hecho daño a nadie, joder! Yo solo me he llevado piezas de coche, nada más.
- Pues mira que lo dudo- Molina suaviza el tono- Tienes una moto muy bonita, mucho, y yo diría que también bastante cara. Mario, tú que sabes más de estas cosas, ¿cuánto cuesta la moto del amigo David?
- ¿Una CBR de mil, nueva? Pues fácil dieciocho mil eurazos, este tío no gana eso ni trabajando veinticuatro horas al día.
- ¿Dieciocho mil euros por dos ruedas?... la leche.... Eso son más de dos millones de pesetas, ¿no? Esa es mucha tela para un mozo de almacén, ¿no?
- Un puñetero mozo de almacén con una moto de casi veinte mil euros, ¿cuánto te han pagado por permitir que quién ha hecho esto salga limpio?- golpea tan fuerte con el dedo que se hace daño en el dedo- ¿Cuánto, hostias? ¿Crees que merece la pena?
No dice nada, se cruza de brazos y se queda mirando la punta de sus zapatillas.
- Qué contestes, cojones! Qué contestes!
- Nadie me ha pagado por hacer nada, hostia! Tengo un crédito del banco, cojones, un puto crédito!- le sale el tono protestón de un crío enfadado. - La moto me la pago yo con lo que gano, joder, me la pago yo.
- ¿Y tu pisito? ¿Da para pisito y moto tu sueldo?
- El piso es de mis padres, joder, que a mi no me paga nadie que no sea el Carrefour. Dejarme en paz, por favor. Por favor.
- Me cago en la hostia- da una hostia contra la mesa- Qué dejes de mentir, qué dejes de mentir! Qué nos digas quién te ha pagado por esta mierda!
- Mario, ya está bien, fuera de aquí- Esparza suena seco y cortante- Los dos.
Ni Molina ni él se mueven.
- No me hagáis repetirlo, ni que os saque a la fuerza.
El tono no da lugar a réplicas, los dos salen en silencio y con la cabeza gacha.
08 Con un poco de ayuda de mis amigos (Viernes 14 de diciembre, 19:10)
¿Qué harías si cantase fuera de tono,
te levantarías y me dejarías solo?
Presta atención y te cantaré una canción
Intentaré no desafinar
Oh, me las arreglaré con un poco de ayuda de mis amigos
Mmm, lo intentaré con un poco de ayuda de mis amigos
¿Qué hago cuando mi amor se ha ido?
(¿Te preocupa estar solo?)
(¿Necesitas a alguien?)
Necesito a alguien a quien amar
¿Cómo me siento al final del día?
(¿Estás triste porque te sientes solo?)
Mmm, lo intentaré con un poco de ayuda de mis amigos
Sí, me las arreglaré con un poco de ayuda de mis amigos
Con un poco de ayuda de mis amigos.
(With a Little Help of my Friends)
Su cerebro no se pone de acuerdo sobre si esa última vez que estuvo en la Unidad fue hace dos horas o hace dos años. En los últimos días, el tiempo ha perdido el poco sentido que solía tener. Minutos, horas y días son muy jodidos de diferenciar unos de otros. A veces siente que siguen estando en martes, que ese puto día cabrón se ha estirado como un chicle caliente y que no se va a acabar nunca.
El taxista que le ha llevado de los juzgados a su casa le miraba con cara de espanto por el retrovisor, no le culpa, no se duchaba desde el martes. En el calabozo solo se ha hecho el lavado de la tía caca, no se ha arreglado la barba desde hace más de una semana, y de la ropa mejor ni hablar. Solo le faltaba el cartón de vino barato y algún chucho sarnoso para parecer un puto mendigo.
Hasta que no ha estado fuera del puto calabozo no se había dado cuenta del todo de la mierda que arrastraba, o si se había dado cuenta, se la soplaba, pero hoy había recibido muchas buenas noticias seguidas y oler a mierda de pony le ha empezado a importar, así que lo primero que ha hecho al llegar a casa ha sido ir directo a la ducha.
Le ha sentado de puta madre ducharse. Al salir se sentía como nuevo. El optimismo se le ha disparado y ¿Cómo no iba a ser así? Todo se estaba arreglando. Todo. Las noticias del hospital por primera vez daban pie a la esperanza, tenían a ese hijo de puta de la moto, habían aparecido los casquillos de sus disparos y él estaba fuera del calabozo. Se sentía bien.
Incluso al ver a ese tío que le devolvía el espejo del baño con la cara llena de heridas y cardenales, los ojos hundidos, los pómulos salidos y barba de pordiosero, se ha reído un poco de sí mismo. Se sentía tan seguro de que las cosas empezaban a ir bien que después de ponerse ropa limpia, hasta le ha dado unos cuantos muerdos al sándwich que su padre le ha hecho. Se sentía tan de puta madre que no lo echado, por primera vez en días, su estómago ha tolerado comida. Iba a adecentarse las barbas, pero ha decidido que antes de eso era buena idea a llamar al hospital para ver si las cosas habían seguido mejorando. Iba a ser que no.
La esperanza y el optimismo se han ido a tomar por culo con esa llamada. Ni optimismo ni pollas en vinagre. Ha vuelto a ser consciente de que está subido al tren de la bruja, y que va derechito al puto infierno entre escobazos.
Desde que ha colgado el móvil tiene las manos heladas y temblorosas. No es tan tonto como para haber esperado que le dijesen que Leo ya estaba completamente fuera de peligro, pero se ha llevado un palo que no se esperaba. No lo entiende. Esta mañana dicen que las cosas empezaban a marchar bien y ahora, diez horas después, ya no es así. No es justo. No pueden darte un atisbo de esperanza y luego quitártela de golpe. Le han dejao sin nada.
Primero le dicen, con una voz muy educada, eso sí, que la paciente por la que preguntaba estaba teniendo "una evolución desfavorable", y después que habían surgido "serias complicaciones". Serias complicaciones. Su puta madre.
Le toca mucho la moral que la gente no llame a las cosas por su nombre. Una complicación es contar con llegar a casa en diez minutos, encontrarte un camión volcado en la carretera y acabar tardando tres horas. Eso es una complicación.
Lo que le pasa a Leo no son complicaciones, que nadie intente tomarle por gilipollas. Ahora que la infección no es una infección a secas, no sabe si esto es nuevo, o simplemente no se lo habían dicho hasta ahora. Resulta que la muy puta tiene nombre, la voz educada se lo ha dicho. Se llama Peritonitis Secundaria y conocerla no ha sido ningún placer. Al contrario.
Esa peritopollas secundaria es una hija de la gran puta que a Leo la está dando tanta fiebre que, aunque ya no esta sedada, no puede ni mantenerse semi consciente más de tres segundos seguidos. Será puta la Peritopollas. Y ya no es solo eso, esta cosa de nombre feo y rimbombante no se conforma con darla fiebre, claro que no, también hace que cada vez respire peor y que mil cosas estén empezando a fallar. Todo eso pasa porque eso que con tanta ligereza llaman complicación se la está comiendo viva. ¿Eso son putas complicaciones? Sus cojones complicaciones. No estaba preparado para oír nada de lo que le han dicho. Nada.
Cuando el optimismo se ha ido a tomar por culo, ha tenido una pelotera tremenda con su padre por no haberle hablado de la Peritopollas y porque se la soplaba el mandato de alejamiento. Su primera reacción ha sido salir corriendo por la puerta y plantarse en el hospital. No razonaba. Solo pensaba que a Leo le pasan todas esas cosas horribles, que estaba completamente sola con esa cosa horrible en una habitación de hospital, que estaría asustada y que le necesitaba.
Cuando ha dejado de dar voces, su padre ha podido razonar con él. Presentarse en el hospital es una estupidez de calibre magnum. No le iban ni a dejar acercarse a ella. Solo iba a conseguir acabar en el calabozo y después de haberse pasado la orden de alejamiento por los cojones, la prisión preventiva estaría cantada. Ni fianzas ni pollas. Que le vuelvan a encerrar no es una opción.
No puede permitirse el lujo de quedarse lloriqueando en un calabozo mientras su mundo se hunde. No le van a llover soluciones del cielo, si las quiere, va a tener que pelear por ellas.
La Unidad está silenciosa. No hay nadie en la zona de trabajo. Se ha quedao parao delante de la mesa de Leo con cara de gilipollas y el corazón en un puño. Ve sus bolis, sus subrayadores, sus grapas y sus clips. Son solo cosas de plástico pero le hacen sentir una especie de vértigo en el estómago. Lo peor es ver pegado en el monitor del ordenador un post-it con su letra. Tener delante su escritura redonda hace que se le parta el corazón. El papelito no dice gran cosa. Un par de números de teléfono con unos apellidos que le suenan vagamente a los de los socios del hombre asesinado por su secretaria hace un par de semanas.
Ver todas esas cosas que ella usa a diario hace que un par de lágrimas se le escurran de los ojos. Se las seca con un gesto inconsciente. Le llega la confirmación de algo que pensó espontáneamente hace tiempo, si a Leo le pasa algo, él se muere, más exactamente, si Leo se muere, no lo va a hacer sola, él se va detrás, y esto no es una afirmación dramática. Es una simple verdad matemática.
No hay ninguna razón para que abra el cajón de su mesa, en realidad no debería, a ella no le gusta que nadie husmee en sus cosas, seguro que si le viese se llevaba un par de voces. Así que no debería abrir el cajón, pero lo hace igualmente, poder ver y tocar sus cosas hace que se sienta menos lejos de ella. "A falta de pan, buenas son tortas", que diría su madre.
En el cajón hay un una libreta oficial del Cuerpo, justo la que llevaba el primer día de trabajo, la misma que no ha vuelto verla usando. La abre y ve que no hay nada escrito más allá de lo que anotó el primer día. La cierra y la deja en su sitio.
También hay una bolsita con unas cuantas gominolas duras, bolígrafos y una cosa que no veía desde hace muchísimo tiempo, uno de esa especie muelles enormes de plástico que venden en los chinos que no valen para otra cosa que para pasarlos de mano a mano y poner nervioso al personal. Este es naranja y Leo lo solía sacar cuando se aburría, o estaba harta o necesitaba pensar. Lo coge y se lo queda mirando. La de horas que Leo habrá pasado jugueteando como una cría con esa cosa. Hace mucho que ya no lo usa, cree que desde que las cosas dejaron de ser sencillas y el cabrón de Gironella apareció por primera vez en sus vidas. Suspira y cierra el cajón.
Se aleja de la mesa y va directo al despacho que antes era suyo y ahora es de Molina. Nada más llegar se ha dado cuenta de que tenía las persianas bajadas. Intenta girar el picaporte pero no se mueve.
Han debido echar el pestillo para conjurar a gusto. Bien pocas veces esa puerta se ha cerrado del todo, que él sepa, solo al principio de que la Unidad se pusiera en marcha y siempre fuera de horas de oficina. Cuando el despacho aún no era de Molina, ni tampoco suyo, cuando era del hijo de puta de Vázquez, y Leo y él se dedicaban a ir folleteando sobre el mobiliario de oficina cuando se presentaba la ocasión. De pronto se siente más amargado que hace un par de segundos.
Un ojo azul entre las lamas de la persiana le saca de sus recuerdos. El ojo primero es una rendija, después se abre de par y par. Cuando se quiere dar cuenta tiene a Rocío colgada de su cuello. Cuando ella se suelta, la da un beso en la cara antes de recibir el ataque de Molina en forma de abrazo de oso salpicado de palmaditas en la espalda.
- Corso! ¿Cuándo has salido?- la voz de Molina tiene el mismo tono padre de la última vez.
Se fija en que tiene barba de varios días.
- Pues hará cosa de una hora, han dado mucho rollo con lo del papeleo, ya pensaba que habían cambiado de idea y no me soltaban. Me han tenido más de diez horas esperando como un gilipollas. Lo que he tardado en ducharme y venir aquí.
- Sabes que no deberías estar aquí, ¿verdad?
Mete las manos en los bolsillos y pone cara culpable, después busca a Mario con la mirada. Él es el único que se ha mantenido a cierta distancia. No han hablado desde lo que pasó el martes en el hospital. Ahora mismo le da igual lo que pasase o no pasase, ahora solo necesita a su amigo.
Extiende la mano delante de él. Mario le mira a los ojos, después a su mano y se queda un rato mirándola, después empieza a negar con la cabeza. Da dos pasos ignorando mano y le abraza. Se agarra a Mario como si la vida le fuese en ello. Se quedan un buen rato agarrados el uno al otro. Le ha echado muchísimo de menos.
- ¿Cómo estás, tío?- al separarse ve que los ojos de Mario están llenos de lagrimas. Los dos las están pasando putas
- Bien, estoy... estoy bien- se cuida muy bien de que la voz no le tiemble al hablar.
Los cuatro se miran los unos a los otros. Está claro que ni de coña se creen que esté bien, pero nadie se atreve a llevarle la contraria ni a decir nada más. Con un suspiro Rocío se sienta en el sofá de cuero, Mario da dos pasos hasta recostarse en la mesa y Molina echa a andar. Va directo a la silla tras el escritorio pero a medio camino se para y le mira a él. Con la cabeza le indica que se siente. Ese sitio es suyo, él ya no es jefe de nada, ni siquiera es un poli de verdad. Molina duda un momento antes de sentarse pero lo acaba haciendo. Él se queda de pié con la espalda apoyada en la pared.
- Oíd- les mira a todos de uno en uno- Muchas gracias, mi padre me ha dicho que si no es por vosotros todavía estaría contando barrotes. Muchísimas gracias, chicos.
- Corso, ni se te ocurra darnos las gracias, esto funciona así, lo sabes de sobra. Si uno se mete en líos... la tropa va al rescate- Rocío se encoge de hombros.
Lo dice en tono de buen rollo, pero también con una cara horrible. Solo hay que mirarle a los ojos para ver que en los últimos días ha dormido de menos y llorado de más.
- Roci, esta vez no es como siempre. Os jugáis mucho y lo sabéis, esto no son posibles problemas con Requena, si os cazan entrometiéndoos en una investigación oficial de asesinato podéis despediros de la placa. Os jugáis el puesto.
- A ver, Corso ¿Qué puede ser peor que soportar las broncas de Requena?- Rocío le sonríe con las cejas alzadas- A mi no se me ocurre nada.
- Esto es serio, chicos, no quiero que os metáis en un lío por mi culpa. Las cosas ya están demasiado mal tal y como están.
Molina le mira tremendamente serio.
- Corso, esto lo hacemos porque es nuestra obligación, porque Leo y tú os merecéis justicia. Fiat iustitia et pirias mundus.
Una ensalada de ojos entrecerrados y abiertos como platos miran a Molina.
- "Hágase justicia aunque se destruya el mundo".
Eso solía pensar hasta hace un par de días, ahora ya no está tan seguro. A veces el precio de hacer justicia es mucho más alto de lo que uno está dispuesto a pagar, y lo que te dan a cambio no justifica los costes personales.
- Molina, a veces hacer justicia es muy peligroso, sobre todo si hay gente a la que no le interesa que se haga.
- Eso ya lo sabemos, Corso, pero esto está más que hablado, sabemos perfectamente dónde nos estamos metiendo y eso no cambia nada que vayamos a llegar al fondo de esto cueste lo que cueste- Mario le mira directamente a los ojos.
Él está dispuesto a llegar hasta donde haga falta, no quiere que ninguno de sus compañeros tenga que pagar consecuencias, pero esta vez no va a ser hipócrita. No va a decir a nadie que no haga lo que él mismo está dispuesto a hacer, se ha aprendido bien la lección de no decidir por los demás.
- Solo quiero que seáis conscientes de los riesgos que corréis.
- Somos muy conscientes y estamos dispuesto a correrlos. Lo que no vamos a consentir es que esto quede así.
- Bien. Gracias.
Se toma un momento para pensar cómo continuar. Los ojos van solos hacia su derecha, al fondo del despacho. Ahí está la pizarra transparente que no estaba en la zona de mesas. Aparta los ojos de ella en cuanto su cerebro procesa lo que hay en la superficie. Lo de siempre como nunca.
El esquema de un caso deja de ser simplemente el esquema de un caso y se convierte en una putada cuando tu nombre está en él. Cierra los ojos. Intenta olvidarse de las fotos y frases que acaba de ver. No lo consigue. Toma aire, aclara la garganta y enfoca la vista en sus compañeros.
- Vale, vamos a... – resopla- Mi padre me ha dicho que habéis localizado a uno de los hijos de puta de la moto.
La cara de Mario se ensombrece.
- En realidad hemos localizado a los dos pero, Corso, la cosa no ha ido nada bien - le mira con los ojos entornados- Lo que cuentan no es lo que esperábamos oír.
No le gusta una mierda como suena eso.
- ¿Eso qué quiere decir?
Molina chasquea la lengua antes de empezar a hablar tan jodidamente despacio que parece que las sílabas le pesasen en la lengua.
- Corso, lo que cuentan no es bueno para ti.
Si quedaba algo de optimismo en él, acaba de irse a tomar por el mismísimo culo.
- El dueño de la moto, David, admite haber estado en la urbanización pero, según él, simplemente fueron a ver si podían robar un coche.
Suelta una carcajada oxidada.
- ¿Han tenido el valor de decir eso?- no se lo puede creer- ¿Que habían ido a mangar coches?
Los tres le miran con caras de pasillo.
- Según él, al final decidieron que el negocio de robar coches de alta gama les venía grande y se conformaron con llevarse los retrovisores y unas llantas de un Mercedes- Mario hace un gesto con la mano- Dicen que estaban sacando la última llanta cuando oyeron los disparos, que creyeron que eran explosiones de un tubo de escape, que solo se dieron cuenta de que eran disparos cuando te vieron salir de una casa lleno de sangre y con un arma en la mano. Según ellos les vistes y fuiste directo a donde ellos estaban.
Es incapaz de creerse la historia para no dormir que le están contando.
- ¿Pero qué cojones me estás contando? ¿Qué mierda es esa? Esos cabrones aparecieron antes de los disparos, no después. Eso es una mierda. Dirán que las hostias me las di yo solito contra el bordillo, ¿no?
Rocío le mira mordiéndose el labio, da la impresión de que le doliese la tripa o algo así cuando empieza a hablar.
- Admiten haberte golpeado con la pitón de la moto, pero dicen que solo lo hicieron en defensa propia, que creían que tú les ibas a disparar
- Si, claro, yo es que soy Don Gatillo Flojo, se me va el dedo que da gusto. Ya se lo dijo Vázquez el juez, ¿no? ¿Pues por qué no iba a decir lo mismo estos hijos de puta?
Empieza a tocarle mucho los cojones de que todo el mundo juegue la misma carta.
- Dicen que mientras ellos se alejaban en la moto, tú disparaste y que si están vivos es de milagro. Te describen como completamente fuera de ti, dicen que solo repetías que les habías matado y que parecías dispuesto a todo.
Aprieta los labios sin decir nada.
- El segundo chico es un tal Nene, bautizado cristianamente como Alejandro Fernández, otra pieza de museo como David,- Molina suspira profundamente- confirma punto por punto lo que ya nos había dicho antes el otro.
- Serán hijos de la grandísima puta...eso.... eso es un puto cuento para no dormir. Es un montón de mierda, ¡hostias!- descarga el puño sobre la mesa
No sabía que esperaba sacar de ese interrogatorio, pero esto, otro clavo más para su ataúd, desde luego que no. Debería haberlo visto venir, si él está metido las cosas nunca son fáciles. ¿Cómo coño pudo haber sido tan subnormal como para haber creído que todo se iba a arreglar? ¿Cómo? Joder, parece imbécil, nunca aprende que todo puede ir a peor.
- Ya lo sabemos. Ese tío no dijo ni una verdad, pero se tiene la lección muy aprendida, igual que su colega- Molina se golpea suavemente la barbilla con un dedo- No ha habido por donde cogerlos, no se contradicen, todo es coherente y todo casa. ¿Lo peor de todo? Que sus historias no son exactas, no son simples calcos una de otra, tienen las discrepancias justas para resultar creíbles delante de un juez.
Mario tuerce el gesto antes de empezar a hablar.
- Tampoco pierden los nervios, yo por un segundo pensé que el chico se iba a venir abajo, que al ver las fotos del escenario acabaría hablando... pero...- niega con la cabeza- Lo intentamos, Corso, intentamos que se derrumbara, pero se nos fue un poco de las manos, se me fue de las manos a mi... a Esparza no le gustó y nos echó a los dos.
Mario suspira. Conoce la expresión de su cara, se siente culpable por no haber podido ayudarle. Le jode que se sienta así.
- ¿Hicisteis vosotros dos el interrogatorio?- eso si que no se lo veía venir, pensaba que solo les iban a dejar mirar.
Mario y Molina asienten.
- Si, Esparza nos lo permitió. Él también se la está jugando, si sus jefes se enteran del trato de favor que nos está dando, se le cae el pelo.
Eso es verdad, lo que Esparza está haciendo es totalmente irregular, le puede caer un puro gordo, gordo. No entiende porqué lo hace, pero le da bastante igual, el caso es que está echando un cable, no necesita saber más.
- Yo creo que lo que le pasa a Esparza es que no le hace ninguna gracia este embolao en el que estás metido- Molina se encoge de hombros- Eres un capullo y nunca lo pones nada fácil, pero por algún motivo que se me escapa, se te acaba cogiendo cariño.
Molina sonríe, y él sonríe.
- Esparza le apretó las tuercas al chico, no te vayas a pensar, a su estilo, pero le presionó todo lo que pudo para que dijese quién le había pagado- Molina frunce los labios y asiente con aire de estar muy convencido de lo que dice.
- Cuando nosotros salimos él continuó el interrogatorio, le puso en serios aprietos, le dijo a las claras que no se creía ni una palabra pero el tío no se dejó liar. Tenía muy claro qué decir y qué no. Repitió lo mismo una y otra vez hasta que Esparza se desesperó y mandó que se lo llevasen al calabozo hasta que decida qué hacer con él. No va a soltar a ninguno de los dos. Les va a retener todo lo que pueda.
La palabra calabozo hace que se le pongan los pelos de punta. Se cruza de brazos y toma aire.
- Vale, así que las cosas están así, es la palabra de esos dos hijos de puta contra la mía y, claro está, como mi palabra no vale una puta mierda para nadie, aunque ellos sean unos delincuentes, tiene las de ganar.
No le hacen ni puta gracia, pero empieza a entender las reglas del juego, si un etarrra declarase que él mató a Kennedy, le creerían a pies juntillas y no tardarían más de un segundo en mandarle a Guantánamo. Su palabra vale menos que la cagada de un ratón.
- Corso- Rocío chasquea la lengua- No es solo su palabra, han registrado la casa de David y han encontrado cosas que no pintan nada bien para ti...
- ¿Cosas que no pintan bien?¿Bolis secos?
Se hace el listillo de pura desesperación. No le gusta nada lo que promete ese comienzo.
- Han encontrado retrovisores y las llantas de un SLK, por los números de serie hemos confirmado que pertenecen a un Mercedes cuyo propietario vive en la urbanización.
Lo piensa un segundo.
- Eso no significa nada, pudieron haberlo cogido antes o después.
- No, Corso, no pudieron. Se puso una denuncia el mismo día del tiroteo a eso de las cinco de la tarde. - Molina consulta rápidamente un folio- El dueño, Esteban Bonilla, ese día fue a trabajar en el coche de su mujer, pero antes de salir, a las siete de la mañana, comprobó si su coche seguía perdiendo líquido de frenos. Bonilla puede afirmar que estaba intacto. Tampoco pudieron haberlo robado después del tiroteo porque la zona estaba a reventar de policía.
Para él eso no quiere decir absolutamente nada, pero claro, lo que él pueda decir al juez se la pela un rato largo.
- Hay más, aunque había limpiado la pitón de la moto, los de la científica han podido encontrar restos de sangre. Aún están en el laboratorio y no sabemos si es tuya, lo que único seguro es que el test demuestra que es sangre humana y que, según el forense, la pitón muy bien podría ser con lo que te golpearon.
- Joder, está claro que con algo tuvieron que darme, Mario, seguramente con la puta pitón esa, pero no fue cómo ellos dijeron. Ni de coña ¿Qué tengan los putos retrovisores....? Yo qué cojones sé... si contaban con que se les podía localizar, pudieron choricearlos para respaldar su puto cuento, pudieron hacerlo después de dejarme KO, si sabes cómo, no se tarda nada en coger esas cosas. Te lo digo yo
Y lo sabe de primera mano. Todos tenemos un pasado rebelde.
- También han hallado una mochila negra con restos de sangre- el tono de Mario es sepulcral.
Se le escapa el aire por la boca.
- No me lo digas: Quicksilver con las letras y las cremalleras rojas, ¿a que si? ¿a que es la mía?
Mario asiente despacio.
- Me imagino que dentro no habrá nada, ¿no?
- Sí hay algo, Corso, son papeles de Vázquez, son las pruebas que Leo y tú encontrasteis.
- No me jodas!- sonríe un poco. Un atisbo de esperanza.
- No son pruebas de nada, solo son papeles.
Se debe estar volviendo imbécil por momentos, porque le cuesta un huevo acabar de entender lo que le ha dicho.
- ¿Cómo que no...? Eso es imposible, Molina, imposible... no.... no puede ser. A ver, decidme qué coño son esas pruebas que decís que no valen nada ¿Hay disquetes? ¿Hay videos? ¿Qué coño hay?
Mario hace un ruido de negación con la garganta y sacude la cabeza.
- No, no hay nada de eso, siguen estudiando la documentación, pero solo son más material para la colección de papelitos Vázquez que ya teníamos. No prueban absolutamente nada, todo está en regla. Por lo que nosotros hemos visto son solo títulos de propiedad, contratos legales, acciones... todo perfectamente legal. No hay nada Corso, nada.
- Eso no es lo que Vázquez sacó de la caja fuerte, Leo y yo echamos un ojo después de llamaros, ahí había hojas de expedientes policiales, casettes, disquetes, cintas de VHS, carretes de fotos.... todo con el escudo de la policía. Eran pruebas robadas en comisarías. Eso que Esparza tiene no son las pruebas que encontramos, ojo que no digo que esa mierda no estuviese en el lote, pero si que han quitado lo importante. Se la están intentando colar a Esparza, os la están intentando colar a vosotros, y me la están intentando meter hasta los huevos a mi.
La puta soga cada vez está más apretada alrededor de su cuello.
- ¿Estás seguro de que esos papeles no son los que Leo y tú encontrasteis?
- ¿Pero me estáis escuchando?- le queda el canto de un duro para ponerse a berrear como un energúmeno- Os digo que ahí falta lo más importante, falta justo por lo que le mataron, y por lo que un hijo de puta le metió a Leo cuatro tiros. Me cago en Dios!
Su cerebro marcha a toda máquina.
- ¿Y cómo coño los tienen si dicen que no entraron en la casa, eh? ¿Cómo cojones explican tener la mochila?
- Cuando Esparza nos echó, ya te hemos dicho que presionó al chico... al final entendió que íbamos a conseguir una orden para registrar su casa, se acojonó y cambió un poco la versión.
- Ya, ¿Cómo de poco?
- Dijo que al salir de la casa llevabas al hombro una mochila, que al ver la sangre y el arma dieron por supuesto que habías robado en el chalet y que se te había complicado la cosa. Por eso no llamaron a la policía, porque pensaron que lo que había en la mochila era dinero, o joyas, o algo de valor, y que por eso te la quitaron después de golpearte.
- Me cago en la puta! que yo no cogí esa puta mochila, joder! Se quedó en la casa con Leo, yo....- descarga el puño contra el escritorio- Pero que hijos de puta, pero que hijos de la grandísima puta!
En su puta vida se ha sentido así de indefenso, de acojonado y de angustiado.
- Tranquilo, Corso, a nosotros no nos tienes que convencer de nada, lo tenemos muy claro.
- ¿Pero cómo que tranquilo, Rocío? ¿Pero tú oyes la mierda me estáis contando? Me decís que diga lo que diga no vale una puta mierda, me decís que las pruebas no valen para tomar por culo... ¿Pero vosotros os oís?
Estrella el puño contra la mesa con tanta fuerza que se destroza los nudillos. Nadie dice absolutamente nada, solo le miran.
- La casa, joder. La casa
Asiente al oírse a sí mismo. Eso es. ¿cómo no lo había pensado antes?
- La casa es una prueba de que Vázquez estaba metido en algo turbio, coño. El sueldo de un policía no da para comprar eso ni de coña, menos el de uno jubilado. Si se rasca para ver de dónde sacó el dinero para comprarla, podríamos tener algo por donde morder, coño!. Si se demuestra que le entraba dinero negro podrían salir nombres de gente con razones para querer ver a Vázquez muerto, y jugármela a mí. La casa es una prueba. ¿Habéis investigado eso?
Por la manera de resoplar de Molina, antes de que abra la boca, ya sabe que eso no es una opción.
- Claro que la hemos investigado, del derecho y del revés. No podemos demostrar que esa casa de pagara con el dinero de Vázquez. La propiedad está a nombre de una sociedad, que está a nombre de otra, y otra, y así ad nauseam ... al final se llega a una sociedad de la que son titulares conjuntos Vázquez y un abogado que murió hace quince años, Urbano Acebes. Al abogado lo procesaron en su época por este tipo de chanchullos legales. Era muy aficionado a hacer este tipo de sociedades con sus clientes legales para blanquear el dinero de sus clientes no tan legales.
- Claro, al pobrecito Vázquez el abogado malo le engañó. Hay que joderse, este hijo de puta se escurre como una anguila hasta después de muerto... ¿qué pasa con la casa ahora? ¿de quién es?
- Pues con la muerte de Vázquez y del abogado, la sociedad y la casa pertenecen a Amelia Acebes, hija única del difunto letrado.
- ¿Podría ella estar prigada en esto?
Mario niega despacio con la cabeza.
- Amelia ha sido la primera sorprendida al enterarse, siempre se mantuvo al margen de los negocios de su padre, en realidad, desde muchos años antes de la muerte de su padre, ella y su madre cortaron toda relación con él.
Rocío empieza a leer de un papel.
- Amelia Acebes, cuarenta y tres años, trabajadora social. Vive en Estepona en un piso de noventa metros cuadrados con sus dos hijos y su marido. Sus únicos ingresos son los sueldos de ella y su marido. Está completamente limpia, y, de manera oficial, Vázquez también, lo único que ha salido perjudicado con este asunto ha sido el nombre del abogado.
Se echa a reír por no ponerse a llorar. No sabe de qué se sorprende, Vázquez ya le había hablado del puto laberinto del puto minotauro. Hasta después de muerto le sigue amargando la existencia.
- Si la casa no vale para nada, solo tenemos al tío de la moto. Ese niñato cabrón es la puta pieza que necesitamos. Él sabe de sobra quien ha disparado. No podéis soltarle, no podéis, no.... no podéis.
Se le van las fuerzas y se le va todo. Está al límite y cada vez cuesta más mantenerse en pie.
- No le van a soltar, Corso, está retenido. En un par de horas va a haber un segundo interrogatorio, a los dos, a David y a Alejandro, y a pesar de lo de esta mañana, Esparza nos va a permitir llevarlo a nosotros de nuevo. Vamos a apretar, Corso, puedes estar seguro que les vamos a apretar hasta reventarlos.
Agradece que Molina esté dispuesto a dar caña hasta partirlos, pero no las tiene todas con él.
- ¿Y si no revientan? ¿Y si lo que les han prometido si se portan bien es demasiado bueno como para reventar solo porque unos maderos se empeñen?
- Si no revientan, cuando les suelten, Esparza va a tenerles vigilados. Ya ha pedido una orden judicial para pincharles el teléfono e intervenir sus cuentas de correo electrónico.
Esparza le descoloca otra vez, ese tío hace cosas que no entiende, por un lado se deja la piel levantando un caso que le envía derechito a la perdición, y por el otro le ayuda. Debe de ser bipolar o algo así.
- ¿Va a hacer eso?
- Corso, Esparza nos está ayudando mucho, nos está poniendo las cosas muy fáciles.
Mira a Rocío y no puede reprimir una risita.
- Si, Rocío, si es que cuando no le sigue el juego a quien me la está clavando hasta las pelotas, Esparza es un tío de lo más majo. Un cielito.
- No puede hacer otra cosa, entiéndelo, Corso, está convencido de que hace lo correcto- Molina le mira con un purito apagado entre los dedos- Los que han hecho esto, lo han hecho muy bien. Todo lo que encontramos te apunta directamente a ti y la historia de esos dos es sólida. Tienes todas las pruebas en tu contra, Corso. Todo lo que se encuentra dice cada vez más alto y más claro que tú lo hiciste, cualquier policía, fuese quien fuese, haría lo que está haciendo él. Si fuese al revés, Corso, tu harías lo mismo.
- Bueno, vosotros no lo hacéis.
Molina se encoge de hombros.
- Nosotros....nosotros, para nuestra desgracia,- le mira con esa sonrisa suya tan socarrona- te conocemos demasiado bien, pero solo tenemos eso, saber que tú no has sido, por lo demás... solo tenemos teorías y agujeros.
Con las fotos de la pizarra en la mente, haría un comentario horrible sobre agujeros, pero se muerde la lengua. Ellos no se merecen su veneno ni su mala leche. Están dejándose los cuernos ayudándole, y aunque Esparza consienta en que metan la nariz en su investigación, si se enterasen más arriba, estarían folladísimos.
- Teorías y agujeros.... vale, vamos con las teorías, yo también tengo unas pocas...- suspira tan profundamente que casi le duele- ... pero primero quiero oír qué tenéis vosotros.
Hay un par de segundos en los que solo se oye el purito de Molina golpeando la mesa.
- Vale. Teorías - Rocío carraspea, se pone muy tiesa en el sofá y empieza a hablar despacio- Por mucho que al principio no hayamos querido verlo, Esparza tiene razón, un narcotraficante no se molesta en plantar pruebas para implicar a nadie. Le da igual que sepamos que ha sido obra suya porque no podemos tocarle y es consciente de eso.
Ella se detiene un momento y le mira, no va a decir nada en contra de eso, tiene toda la razón. La hace un gesto con la cabeza para que continúa.
- Si esto es poco, un tipo como Castrejón, jamás, y digo jamás, recurriría a tipos como los dos que tenemos en los calabozos para asesinar a nadie. ¿Distribuir a pequeña escala? Claro que si, ¿Encargarles en un asesinato? En la vida, para eso tiene profesionales. Castrejón es un hijo de puta y un tío que se pasa el día encargando asesinatos pero él no tiene nada que ver con esto- señala con la barbilla la pizarra transparente- Lo único que le relaciona con este asunto es esa munición que han usado. Él la usa y el agresor la ha usado, sí, es una munición muy especial, y sí, es muy difícil de conseguir, pero nada más. Nosotros creemos que la han usado para dar fuerza a la teoría de que tú idea era asesinar a Vázquez y colgárselo a Castrejón.
Todo lo que ha dicho Rocío es tan lógico que no hay nada que decir. Tiene más razón que una santa que tiene razón. Él también tiene algo que decir, en esas diez horas largas esperando en el calabozo ha pensado mucho sobre el tema.
- Mirad, yo lo veo así, hay dos maneras de explicar todo esto que ha pasado- tamborilea con los dedos sobre su muslo antes de continuar- Una. Hace diez años Vázquez asesina a la madre de un madero, se las apaña para hacerlo pasar por un suicido, el muy hijo de puta coge al madero idiota bajo su protección y ahora ese tío va y descubre la verdad. Descubre que a su madre la asesinó el mismo cabrón que fingía ser su amigo- hablar de si mismo en tercera persona le resulta raro, pero también duele menos- Al tío este la justicia le da la espalda, se siente traicionado y dolido y decide ajustar cuentas él mismo. Compra una munición que hará que todos piensen que el asesinato de ese tío ha sido cosa de Castrejón, pero las cosas salen mal y...
Toma aire porque lo que viene es una cosa muy hija de puta de decir
- ... y acaba hiriendo a su compañera en un forcejeo- traga saliva- Las pruebas hablan solas, su arma fue con la que se disparó, hay restos de pólvora y sangre en su ropa, sus huellas están en la casa, tenía motivos más que de sobra y hay dos testigos que le sitúan saliendo de la casa justo después de los disparos. Es imposible llegar a una conclusión que no sea su culpabilidad. Caso cerrado.
Silencio espeso.
- Esa es la explicación que da Esparza.
- Si, es la explicación lógica y más sencilla.
- Pero no es la verdadera.
- No, no lo es.
- Hay muchas cosas que no me cuadran, muchas- Mario le mira con el ceño tan fruncido que casi no se le van los ojos- No entiendo que si el objetivo era simplemente matar a Vázquez actuaran como lo han hecho. No entiendo la necesidad de tanta violencia, ni la de usar tu arma... no entiendo que te hayan inculpado a ti, joder, no... no lo entiendo. Era tan sencillo hacerlo pasar por un trabajo de Castrejón... simplemente tenían que usar la munición que han usado, un tiro en la cabeza... y adiós. No entiendo porqué lo han hecho así, no entiendo la necesidad de inculparte a ti.
Cree tener una explicación para eso, una muy chunga.
- Aquí entra la segunda manera de explicar toda esta mierda- resopla, ahora viene lo jodido- Vamos a por el segundo asalto... Hay muy pocas cosas que podamos dar por seguras en este asunto- levanta el dedo índice- Una que Vázquez y Gironella trabajaban, o trabajaron, a las órdenes de ese traficante.- busca el nombre en su cabeza pero no lo encuentra
- Castrejón- es Rocío quien le echa un cable con el nombre.
Asiente. Castrejón Cabrón. Levanta un segundo dedo.
- Dos, que Gironella murió, detuvimos a Vázquez y al día siguiente alguien estaba con los cojones de corbata en Interior. Tan de corbata los tenía que a Leo y a mí nos echaron encima a los perros de Internos para impedir que hubiese investigación- tercer dedo para arriba- Tres, que Vázquez tenía pruebas de algo muy gordo, que lo han asesinado y que las pruebas han desaparecido.
- Yo diría que hay una cuarta cosa segura- apunta Mario despacio- Que ni Castrejón ni ninguno de sus sicarios han intervenido materialmente en este asunto.
- Cierto, cierto. Podemos dar por seguras esas cuatro cosas, bien, escuchadme - echa el cuerpo hacia delante- ¿Y si esos nervios en Interior no eran por tener que enfrentarse a ocho mil recursos como le dijeron a Requena? ¿Y si lo que pasa es que Gironella no era el único cabrón en ese ministerio trabajando a sueldo para Castrejón? ¿Qué pasaría?
Silencio y caras de funeral. Molina se encarga de cargarse el silencio con un carcajada amarga como un pomelo malo.
- ¿Qué pasaría?- Mario toma aire- Pues pasaría que si Gironella no era la única manzana podrida en la cesta, en ese Ministerio hay alguien que tiene mucho que perder y para el que Vázquez en la calle y siendo investigado por la Policía, suponía un riesgo demasiado grande como para dejarlo correr. Si Gironella no era el único corrupto en Interior, Vázquez era un peligro tremendo, seguramente esa persona le querría fuera de escena.
Asiente.
- Claro que le querría "fuera de escena", pero no solo eso, si la persona de la que hablamos trabajaba para Castrejón, no podía permitir que el nombre del narco se mezclase con el de Vázquez, eso daría lugar a una investigación con lupa. Tampoco era opción dejarlo en el aire con un agresor desconocido, después de las muertes de Gironella y el ruso, la Policía no se iba a conformar con esa explicación tan mierdera. Investigarían hasta llegar al fondo y, tarde o temprano, algo chungo para ellos se sacaría. No podían permitirse dejar cabos sueltos, por eso no podían entrar, disparar y cargárselo a un desconocido que vino de la nada, mató a Vázquez y volvió a ella, no. Tenían que cerrar el círculo con alguien que tuviese motivos para querer ver muerto a Vázquez al margen de sus asuntos sucios. Yo.
Los tres le miran sin decir ni mú.
- No lo puedo demostrar pero estoy convencido de que aunque yo no me hubiese llevado a Vázquez y aunque jamás hubiese ido a esa casa, tarde o temprano, a Vázquez lo habrían asesinado y a mí me hubiesen detenido por ello. Estoy seguro de que en el momento en que decidieron cargarse a Vázquez, decidieron cargarme a mí el mochuelo igual que a mi padre le colgaron el mochuelo del rumano de los cojones.
Debe llevarlo en los genes. Ahora que aún está a tiempo, debería hacerse un nudo en el pito para evitar que el puto gen se propague.
- ¿A alguno le parece que me he flipao yo solo?
Tres cabezas se mueven negativamente.
- No desde luego que no te has flipado- Molina tuerce la boca- Joder con el ministerio... nido de cuervos diría yo
- No sé cómo tendría pensado hacerlo, de esta que ha sido, desde luego que no, pero seguro que los ojos se les hicieron chiribitas cuando me vieron llevarme a Vázquez. Hay que joderse como se lo puse a huevo.
Se daría de cabezazos contra la pared por haber sido tan gilipollas y habérselo puesto todo tan jodidamente fácil. Primero amenazando de muerte a Vázquez en juzgado a reventar de testigos y luego apareciendo en el momento más inoportuno.
- No sé qué tenían pensado hacer, pero desde luego ese día pasaron muchas cosas que era imposible que tuviesen planeadas- Mario parece un soldado al que la mochila le pesa más de la cuenta- Era imposible que supiesen ni que tú ibas a llevarte a Vázquez, ni que Leo iba a aparecer en esa casa- Mario suspira y se muerde el labio- Yo me atrevería a decir que, hubiesen pensado lo que hubiesen pensado hacer, lo que pasó en esa casa fue improvisado sobre la marcha.
- Tú te atreves y yo también- Molina se pasa la mano por la calva- Lo de los tipejos de la moto me huele a apaño de última hora. Estoy seguro de que la persona de la que hablamos no contaba con tener que enfrentarse a dos personas armadas y por eso metió a esos dos desgraciados de por medio, para poder maniobrar con tranquilidad.
- ¿Vosotros creéis que la persona de la que hablamos disparó personalmente?
- No lo sé Roci, de verdad que no, hace unos días te hubiese dicho que esta gente encarga el trabajo sucio a otros, pero acordaos de Gironella, se presentó él mismo en ese puticlub... así que no me preguntes porque no tengo ni puta idea.
Mario mira a su alrededor, parece que quiere asegurarse de que están solos. Cuando empieza a hablar usa tono de biblioteca.
- ¿Sois conscientes de lo que estamos diciendo? Estamos hablando de gente a sueldo de un narcotraficante. Hablamos de asesinos metidos en el Ministerio de Interior. Este asunto ha pasado de muy serio a otra cosa, esto, si se confirma, es dinamita. Estamos hablando de una trama de corrupción a nivel de un ministerio que empezó hace diez años y, por lo que sabemos, podría seguir vigente a día de hoy.
- Podríamos estar hablando de otro Gironella o de varios de ellos. Si esto sale a la luz, en vísperas de elecciones, podría resultar en el mayor escándalo político de los últimos años- a Molina se le acaba de poner una cara rarísima- Esto nos viene muy grande, si le vamos a alguien con esto que hemos dicho y sin pruebas.... imaginad lo que nos podría pasar... a picar piedras a Siberia.
De golpe se siente agotado, es consciente de que este asunto le viene muy grande. Se deja caer sobre el sofá de cuero junto a Rocío.
- ¿Sabéis qué os digo? Que a mi me toca los cojones que haya trama de corrupción o no, a mí solo me importa coger a quien haya disparado a Leo, lo demás me da exactamente igual. Lo de la trama es una cosa muy gorda, sí pero a mi me la pela, a mi me da igual que llenen este país de coca, para mí esto no es una trama de corrupción, es un puto intento de homicidio, cuando resolvamos esto... para mí el asunto se ha acabado, resolver conspiraciones y tramas se lo dejo a otro.
Lo mismo es un cabrón por haber dicho que le da igual la trama de corrupción, pero es lo que siente.
- La prioridad es la prioridad, el resto...- Molina se encoge de hombros- Cuando lleguemos al que disparó, cuando tengamos pruebas que podamos entregar, el caso pasará a manos que puedan hacerse cargo. Mientras tanto no se os ocurra decir una sola palabra de este asunto a nadie, a nadie, ni siquiera a Requena.
Es la primera orden que oye de Molina como jefe. Le hace sentirse un poco extraño, hace bien poco haber dicho eso mismo hubiese sido su tarea.
- Vale, vamos a olvidarnos de conspiraciones y vamos a intentar coger a ese cabrón- Mario levanta el índice con cuidado y se lo lleva a los labios- A ver, otra cosa que sabemos segura es que Leo no sacó el arma. De hecho no solo no la sacó, sino que la tenía fuera, la guardó en la funda y la cerró. ¿Por qué hizo eso?
- Evidentemente porque creyó que no la necesitaba - Rocío se encoge de hombros- Ahora que hemos descartado a los de la moto como agresores, eso de que Leo estaba reduciendo a uno y el otro llegó por detrás, no tiene ningún sentido. Solo queda una explicación, la que da Esparza, que Leo no pensó en necesitar el arma porque la persona que la disparó no era una amenaza para ella, todo lo contrario, la persona debía inspirarla confianza suficiente como para cerrar la funda.
- Tiene cojones la cosa, al final Esparza iba a tener razón desde el primer momento, solo se equivocó con el nombre...- Molina levanta las cejas y hace una mueca de asombro.
Si que tiene cojones la cosa, sí.
- Esta mañana, después de saber que los de la moto eran dos mierdas, le he dado muchas vueltas al tema y he empezado a pensar un poco distinto... Tenéis razón y, aunque me joda, Esparza también. La única opción es que Leo confiaba en la persona lo suficiente como para estar desarmada. Leo no es una persona precisamente confiada, ¿sabéis qué creo?
Coge aire y valor.
- Creo que la persona que disparó, este Ruso Pelopaja Dos, Gironella Dos, o lo que sea... creo que se hizo pasar por policía. Por eso Leo no sacó el arma, porque ese cabrón tenía una placa.
Todos se quedan callados, nadie objeta nada porque no hay nada que objetar, eso fue así. Esa cosa tan horrorosa es verdad. No hay más explicaciones, ella no hubiese dejado que ninguna otra persona se acercase tanto. Como nadie dice nada continúa hablando.
- Ella había pedido refuerzos, así que no debió extrañarse de que llegase un poli, es más, lo estaba esperando. Leo debió pensar que era ayuda lo que tenía delante, después debió ver como empezaba a apuntarla con el arma, no le dio tiempo a sacar la suya, forcejearon...- acaba la frase con un suspiro lento y profundo.
Mario se le queda mirando con cara de no gustarle un pelo lo que le ronda por la cabeza.
- ¿Qué pasa, Mario?
- Corso, no creemos que hubiese tal forcejeo.
No está seguro de haber entendido bien.
- ¿Qué dices?
- Verás, hay algo en tu declaración que nos llamó la atención desde el primer momento y que nos ha hecho pensar mucho, el disparo aislado que oíste.
- ¿Qué tiene que ver ese disparo con eso de que creéis que no hubo forcejeo?
- Verás, después de mirar con lupa los informes del SUMMA y de urgencias ....- Molina respira hondo- hemos llegado a la conclusión de que el forcejeo no existió y que ese último disparo fue para Leo.
Se le hace un nudo en la garganta. No abre la boca. Molina se rasca el cogote como si fuese una especie de perro enorme antes de ponerse a hablar en un tono de voz que nunca antes le había oído.
- El forcejeo, como todo lo demás en esta historia, es solo un espejismo. Antes no entendíamos bien porqué se habían molestado en fingirlo, pero con lo que hemos dicho ahora, que querían cargarte esto a ti desde el principio, todo tiene sentido.
Es incapaz de recordar su propio nombre, menos aún de ponerse a buscar sentidos a nada.
- Con lo que sabemos ahora podemos dar por bueno que la persona que disparó sabía quién eras tú y también quien era Leo. Sabían que era tu compañera y seguramente también sabían que se había metido en un lío tremendo con Asuntos Internos por ayudarte. Si eso era así, aunque la persona no os conociese personalmente, si sabía que entre vosotros había alguna relación, ¿no? Si quería que tú parecieses culpable de matar a Vázquez y a Leo, no podían entrar en esa casa y simplemente dispararla en la cabeza porque eso sería absolutamente imposible de creer hasta para Esparza. Se montaron la historia del arrebato de locura para explicarlo, por eso todas esas balas, por eso tanta violencia. Un forcejeo porque tú habías perdido la cabeza era el único escenario posible en que tú podrías haber matado a Leo.
Se siente mareado. Todo le da vueltas. Desearía poder fingir que no ha oído lo que acaba de oír, pero lo ha oído. Lo del forcejeo era muy malo pero esto es peor, si de verdad no lo hubo y ella no sacó el arma, eso quiere decir que seguramente ni lo viese venir. Quiere decir que no la dieron la más mínima oportunidad.
- ¿Tenéis algo que confirme lo que decís?
Molina coge un taco fino de folios grapados y se lo queda mirando con los ojos perdidos antes de volver a soltarlo. Suspira. Cuando vuelve a hablar lo hace con un tono completamente neutro, como si ese suspiro le hubiese puesto en una especie de modo profesional cien por cien.
- Hemos estado hablando largo y tendido con el doctor Casas. No es el forense del caso, es amigo personal de Requena y patólogo del Anatómico Forense. Le llevamos el informe que ha elaborado el forense asignado y lo ha revisado con lupa. Según Casas nada en ese informe desdice el forcejo. La penetración de las balas, las trayectorias, la distancias entre las heridas y la distribución de las mismas hablan de forcejeo.
- No entiendo, ¿entonces ese tío dice que sí hubo forcejeo?
Molina se queda con la vista fija en el informe, después suspira y vuelve a la carga.
- No, solo dice que la conclusión forense a la que se llega con las pruebas es que hubo forcejeo, no que lo hubiera.
- Cada vez os entiendo menos.
- Casas ha sido forense durante veinte años, ha visto cientos de heridas producidas por disparos fortuitos producto de forcejeos. Su experiencia le dice que en estos casos "la norma es que heridas muy graves aparezcan junto a otras de menor consideración"- la última frase Molina la lee de un folio manuscrito- Al doctor le parece extremadamente curioso que en el caso de Leo no hay heridas de menor consideración y todas sean muy graves. Dice que ser posible, es, pero también que es altamente improbable.
- Improbable.
- Sí. Está mañana le hemos llevado el informe completo del hospital, lo ha estado mirando largo y tendido y nos ha dicho algo que, dadas las circunstancias, parece más una broma de mal gusto que otra cosa. Según Casas, Leo tuvo muchísima suerte.
La risa que le sale haría parecer dulces a diez toneladas de limones.
- Sí, vamos, una suerte loca tuvo Leo.
- Según Casas si está viva, es simplemente casualidad o milagro, lo que prefieras- Molina vuelve a consultar el folio de antes- Estuvo a punto de que una bala le seccionaran limpiamente una arteria, la gástrica. Corso, si eso hubiese pasado... ni ambulancia, ni hostias. Otra estuvo a milímetros de cargarse un bronquio principal y volvemos a las mismas, si eso hubiese pasado.. Así que sí, Leo tuvo una suerte tremenda.
Molina no dice nada más y ninguno de los otros abre la boca. Cierra los ojos un momento. Se siente mareado, tiene el estómago revuelto y siente ganas de liarse a golpes con algo.
- No puedes ir a un juez y decirle que porque las heridas tuviesen muy mala baba no hubo forcejeo...
La voz de Mario le hace abrir los ojos. Suena grave y serena, tan profesional como si este fuese un caso cualquiera. Le conoce, sabe cómo se siente, y es plenamente consciente del esfuerzo que está haciendo para mantenerse entero.
- ... Casas nos pidió fotos de las heridas, las habían hecho en el hospital después de lavarla- se detiene y toma aire- Estuvo examinándolas mucho rato, nos dijo algo más concluyente. Verás, las heridas de Leo van así
Traza una trayectoria diagonal de abajo a arriba y de derecha a izquierda que va desde la línea de la cintura hasta más o menos debajo del pectoral. Algo así como un cinturón de seguridad con muy mala leche.
- Todas las heridas fueron hechas bocajarro. La cosa es esta, si cogemos las heridas de abajo a arriba, en las tres primeras según se pasa de una a otra, se empieza a ver un poco la marca circular que deja la boca del arma. En la primera no se ve en absoluto, en la segunda a penas se percibe y en la tercera un poquitín. Son diferencias mínimas pero están ahí, van de menos a más y son producto del retroceso del arma combinado con un desplazamiento hacia atrás del cuerpo de Leo. Esto es lo que nos ha dicho Casas.
Habla con el tono tranquilo de un narrador de esos reportajes de la Dos. Se quita el sombrero ante Mario, se está manteniendo sereno muchísimo mejor de lo que él.
- Esos son tres, falta una.
- La última herida es idéntica a la primera. Hay pleno contacto entre el cañón y el cuerpo. Casas dice que si, que hay muchas explicaciones posibles, por ejemplo que el agresor echase el arma hacia delante, pero que en su opinión personal, esa discrepancia apunta a un disparo efectuado en distintas condiciones. Ese es el disparo que oíste, Corso.
El mundo acaba de venírsele abajo. Al final resulta que el cuatro no es solo un número hijo de puta, al final resulta que es un número con muchas cosas que decir. Demasiadas. Tarda un poco en creerse capaz de hablar.
- ¿Estáis diciendo que ese hijo de la grandísima puta la disparó tres veces y un rato después volvió a hacerlo? ¿Me decís eso?
- Casas dice que está dispuesto a declarar como testigo experto en un juicio. Sería solo una opinión, pero una reputada – Rocío habla por primera vez desde que se han metido en esta parte tan cabrona de la conversación.
Durante un rato parece que los que están en el despacho ni siquiera respirasen. Se pone a darle vueltas a todo lo que acaban de meterle en la cabeza.
- Entiendo que si finges un forcejeo, estando la persona a la que disparas de pie, por muy estudiado que llevas el tema, puedes no dar donde quieres, tienes que hacerlo rápido para no dar tiempo a reacciones y además está el retroceso del arma. Lo que no entiendo es fallar ese último disparo en el que Leo tenía que estar completamente indefensa en el suelo- algún cabrón invisible le está apretando el corazón con el puño- Hizo lo difícil, vendernos el forcejo, pero luego fue incapaz de acabar con una persona en el suelo incapaz de defenderse, que era lo más fácil. Yo no hubiese fallado ese tiro y creo que vosotros tampoco.
- Sí, no deja de ser muy extraño que estando todo tan medido cometiese un "error" de ese calibre.
- ¿Sabéis qué? Que yo creo que ese cabrón entró con la sangre helada y salió con ella hirviendo. No hay otra explicación para fallar un disparo tan rematadamente sencillo. No sé vosotros, pero yo no me imagino al ruso de Gironella cagándola en algo como esto.
- ¿Un Gironella disparando y no un Yakov?- Molina le mira con su cara de estar de acuerdo.
- Pensadlo, un tío con un despacho no debe estar acostumbrado a hacer cosas así. Una cosa es encargar una pizza a domicilio y otra muy distinta es hacerla tú. Si todo lo que hemos dicho es cierto, y yo creo que lo es, ese tío no estaba acostumbrado a mancharse las manos de sangre. Al principio todo salió según lo pensado y mantuvo la calma, pero luego se dio cuenta de que Leo estaba viva, y debió de cagarse por la pata abajo. Por eso falló el tiro fácil.
Coge el taco de folios que antes ha visto coger a Molina.
- ¿Este es el informe de Urgencias?
No pensaba hacer esto, pero con lo que le acaban de decirle no tiene más opciones, puede que haya algo más que no han visto.
- Corso- Molina ahora si que le mira con cara cien por cien padre- No creo que sea buena idea que te pongas a mirarlo, no vas a sacar nada que nos diga quién fue.
Le sonríe de medio lado, agradece su preocupación, otra cosa es que tenga sentido, él estuvo allí. Molina sacude la cabeza y hace un ruido de frustración cuando él le ignora y empieza a hojearlo. Hace de tripas corazón y se pone a estudiar el informe. Nadie dice ni mú mientras él avanza por el informe saltándose líneas cuando ya no puede seguir leyendo. Pasa páginas llenas de cosas que ellos ya le han contado hasta que lee algo que le hace fruncir las cejas. Algo que no entiende.
- ¿Qué cojones es esto? ¿A Leo le han dao seis puntos en el interior del labio?
Les mira sin entender el puto dato de los cojones y ellos le mira a él con cara de no entender que se haya ido a fijar en eso.
- Si...- Rocío contesta con los ojos entornados y expresión ceñuda.
- ¿Por qué coño pone aquí que tiene una contusión en la boca por un puñetazo, por qué coño le han dado puntos y por qué coño nadie me había dicho nada?
Se miran confusos los unos a los otros.
- No... no sé que decirte, Corso- Mario se mueve incómodo dentro de su camisa- No nos pareció importante, también tiene contusión y una fisura en la mano, dimos por supuesto que era de lo mismo, de cuando se enfrentó a Vázquez. Tú dijiste que lo hizo y que hubo puñetazos... no sé, no nos pareció importante.
- No hay que suponer nada, hostias!! Supusisteis mal, joder! Supusisteis mal, hostias!
Es consciente de que este enfado es completamente infantil e injustificado pero no puede hacer nada para detenerse. Está cabreadísimo con ellos por no habérselo dicho nada más entrar por la puerta.
- Leo hostió a Vázquez y le hizo doblarse. Él no la tocó. Joder. No la tocó. Seis puntos en la boca. ¿Pero vosotros sabéis de qué clase de hostia estamos hablando para que necesite seis puntos? ¿Cómo coño va a poder Vázquez darla esa hostia? ¿Quién coño os creéis que era Vázquez, el puto padre de Poli Díaz? Joder, que era un puto jubilado. Hostia puta!
Da un golpe a la pizarra y casi la tira.
- Corso! - el tono de Molina es tajante.
Se le queda mirando con la cara contraída por la rabia, una rabia que no sabe contra quien va, si contra ellos por no haberles dicho algo que no tenían manera alguna de sabe que era importante, o contra él mismo por no haberse fijado cuando la vio en el hospital. En realidad si lo sabe. También sabe que se ha pasado de la raya. Chasquea la lengua y les mira un poco avergonzado.
- Lo siento, joder. Lo siento.
Se siente como un cabrón desagradecido, ellos se la juegan por él, y se lo agradece montando numeritos injustificados. No ha podido controlarse, la rabia de pensar que ese hijo de Satanás no se conformó con disparar, sino que también la golpeó, le ha vuelto medio tarumba.
- Venga, Corso, no pasa nada, déjate de disculpas, que eso no te va, y explícanos qué narices has visto.
Respira hondo, la cabeza se le ha despejado un poco.
- Vázquez no la tocó, ella no le dio oportunidad- sonríe un poquito al recordar la hostia que le dio- Ese puñetazo se lo dieron mientras yo estaba fuera de la casa, así que se lo dio el mismo cabrón que la disparó.
Mario frunce las cejas y le quita el informe de las manos. No se molesta en intentar sujetarlo.
- Esto golpe da un giro a las cosas. La gente golpea y dispara con la misma mano, lo mires como lo mires, no tiene sentido golpear primero y disparar después. Ninguno- Mario levanta la vista de los folios y le mira a todos.
- Además, esta es otra- Molina sonríe de lado- si el puñetazo hubiese sido antes de los disparos Leo no se hubiese estado quieta, otra cosa no tendrá, pero reflejos la jodía tiene un rato largo. Si se le hubiese ocurrido intentar eso, ese hijo de puta sería el que estaría ahora en el hospital con un balazo. No hay opciones, tuvo que disparar primero y golpear después.
Molina acaba de hablar y pone la cara que uno pondría al abrir un regalo y encontrarse dentro una humeante mierda de perro. Incredulidad y asco puro. La misma que tienen todos, la misma que tiene él. Aprieta los dientes hasta que rechinan.
- En mi cabeza no cabe que alguien la emprenda a puñetazos a quien ya crees muerto, ¿en la vuestra?
Todos niegan despacio con la cabeza.
- Eso sitúa el puñetazo entre los primeros disparos y el último.
- Algo tuvo que pasar, no creo que la diese por el simple hecho de estar viva. Leo tuvo que hacer algo - a Rocío le sale el acento más marcado que la haya oído nunca
Se hace tal silencio que hasta podría oírse una mosca cagando. Pone sus pensamientos en orden.
- Todos conocemos a Leo, estarse quieta no es algo que se le precisamente bien - la voz de Mario parece venir de muy lejos- así que si ella pensó que podía hacer algo, cualquier cosa, lo hubiese hecho
- Tal y como debía estar, no creo que hubiese demasiadas cosas que ella pudiese hacer, intentar defenderse no creo que fuese una de ellas.
Molina tiene razón. Se intenta poner en su lugar. Se la imagina sola, herida, asustada y sin saber qué va a pasar. Se le revuelve todo lo revolvible.
- Con todo lo que pasó, desde el punto de vista de Leo, no creo que tuviese demasiadas expectativas de salir con vida de la situación- la voz se ha parecido a la del Gallo Claudio- Creo que Leo intentó hacer algo para decirnos quién es el cabrón que la ha disparao. No sería la primera vez que lo hace.
- No, desde luego que no, intentar dejar una pista es cien por cien Leo, ya lo ha hecho dos veces antes, con el Centollo y con Escobar- ese nombre suena metálico en la voz de Mario
Más silencio sepulcral. Leo pensó que se moría y trató de dejarles algo. Posiblemente sea la frase más hija de puta que haya pasado por su cerebro. Es duro pero se lo cree a pies juntillas, esa es Leo, dándolo todo hasta lo que ella pensaba que era el final. Pensar en eso tiene un efecto extraño en él, le conforta, porque de golpe es incapaz de creer que alguien así de grande pueda morir de una manera tan ruin.
- Seguramente intentó dejarnos lo único que tenía a mano. ADN- Molina llevaba un buen rato callado- Debió intentar conseguir ADN, seguramente trató de arañarle.
ADN. Por supuesto que si, eso no engaña.
- Me juego el cuello que si un forense la hubiese examinado, habría encontrado restos bajo sus uñas, pero, gracias a Dios, no fue un forense quien la trató, fue un equipo de Urgencias, así que si había ADN, ya lo hemos perdido. Ellos no buscaban pruebas, solo salvarla. - Rocío inclina la cabeza hacia un lado- Si nos dejó algo, no lo hemos encontrado.
Lo intentó, y no ha valido para nada, eso le hace sentir un vacío dentro de él.
- Un arañazo sería más que suficiente para hacer perder completamente los nervios a alguien que no es un asesino profesional, seguramente estaba asustado desde el principio y cuando eso pasó, perdió completamente la compostura, por eso falló el disparo y no pudo concluir lo que fue a hacer. - Rocío se calla y parpadea con cara de haberse bajado de la montaña rusa más tocha del mundo.
Maldito hijodelagranputaasesinocabrón. Bendito arañazo. Bendita Leo. Si ella no hubiese arañado, él no se habría asustado y no hubiese fallado ese tiro. Al final va a resultar que la suerte si estuvo al lado de Leo esa mañana.
- ¿Pero quién?- Mario propina un manotazo a la pizarra- ¿Quién cojones hace esto? Lo tenemos todo, joder, solo necesitamos un nombre que darle a Esparza.
- No, Mario, no lo tenemos todo, no tenemos nada. Solo conjeturas sin la más mínima prueba sólida que las respalde. Joder!- descarga el puño contra la mesa- No es justo, hostias, Leo lo intenta y no vale para nada, yo lo intento y no vale para nada, vosotros lo intentáis y más de lo mismo. Hostia! Ese cabrón siempre gana, siempre.
- No te rindas, Corso, vamos a encontrar algo, estoy segura.
Mira a Rocío y sonríe con tristeza. No se va a rendir, pero empieza a ver las cosas claras, la única persona que puede acabar con esta locura es la única que sabe a ciencia cierta qué pasó. Leo. Como tantas otras veces, depende completamente de ella, ni siquiera va a poder cumplir con la promesa que la hizo de ponerle a ese cabrón en bandeja de plata.
- Te prometo que no vas a ir a la cárcel, te lo prometo, nosotros no lo vamos a permitir, no tengas miedo.
Rocío se levanta, se acerca hasta él y le coge la mano. La mira a la cara y la sonríe.
- No tengo miedo de ir a la cárcel, Roci. Si no encontramos nada y me acaban entrullando, cuando Leo se ponga bien, dirá lo que ha pasado y todo se habrá acabado. Esparza me mandará miles de docenas de rosas para pedirme perdón, este cabrón irá a la cárcel y todo estará como debe estar.
Los tres le miran de manera extraña, como si fuese un idiota, o un ciego, o algo peor.
- Sí, Leo se va a poner bien y me va a sacar de este lío, ella siempre me salva el culo, nunca me falla. Se va a poner bien.
Completamente seguro. Leo es la persona más especial que haya conocido en toda su puta vida, y las personas así de especiales no se mueren porque un salvaje las haya disparado. Las personas así de especiales se mueren de muy, muy, muy, muy viejecitas, cuando ya han hecho todo lo que tenían que hacer, visto todo lo que ver, y dicho todo lo que tenían que decir, además lo hacen en sus camas, teniendo sueños bonitos y sin saber qué es el miedo. Así mueren las personas verdaderamente especiales, y así va a morir Leo, pero para que eso pase aún faltan como poco, setenta años.
Y si se equivocase, si no todas las personas especiales tienen el final que se merecen, a él le daría exactamente igual ir a la cárcel, a los muertos vivientes les da lo mismo estar en un sitio que otro.
09 Sábado, puto sábado (Viernes 14 de diciembre, 22:57)
Has visto la verdad a través de mentiras
Tuviste que aprender,
Tu manera de pensar
Tuviste que cambiar,
El libro se ha acabado, la carrera ya se corrido
El final empieza a asomarse
La verdad está fuera, las mentiras son viejas.
Nadie te contestará nunca,
Cuando pides explicaciones
Solo te dicen que estás tú solo
Llenan tu cabeza de mentiras
¿Hacia donde puedes correr?¿Que más puedes hacer?
No hay mañana
Los sueños se transforman en pesadillas
El cielo se vuelve infierno
Sabbath, puto Sabbath
Nada más que hacer.
(Sabbath, bloody, Sabbath)
Un coche no es lo que quiere conseguir, ni se le parece, pero mientras se mueve siente que aún tiene el control de algo y que no se hunde. Eso aún no puede pasar, no hasta que tenga cogido por los huevos al hijo de puta que ha destrozado su mundo.
Nota los ojos jodidamente cargados y la cabeza le duele a horrores. Se ha tomado un paracetamol que le ha dado Roci, el médico le dijo que nada de aspirinas, pero es como si se hubiese tomado una galleta. No le ha hecho absolutamente nada. El dolor no es tanto cosa de los cebollazos que le dieron esos cabrones, como de la ansiedad y la angustia. Lleva horas revisando informes, comprobando bases de datos y mirando fotos. No ha servido de nada, sigue con una historia a la que le faltan los nombres, y además se ha descompuesto enterito.
La sensación de saberlo todo, menos lo único que de verdad importa, se le está comiendo vivo. No puede evitar pensar que va a ser incapaz de poder coger a ese cabrón. Se lo juró y no va a poder hacerlo. Aunque acabe la verdad se acabe sabiendo de una forma o de otra, no puede soportar la idea de no ser él quien le coja. Es su deber, se lo debe a ella. Después de todo lo que ella le ha dado y ha hecho por él, es lo mínimo que puede hacer. No puede permitirse fallarla, pero por mucho que se esfuerce, solo consigue atrapar aire. Las teorías siguen siendo solo teorías, y los agujeros solo agujeros. Nada más nada, es nada.
Se frota los ojos y toma aire. Nota los pulmones encogidos y el estómago revuelto. Debe ser del empacho de malas noticias. Cuando era un chaval había en la tele un anuncio de Donuts que decía "de dos en dos". Así le han venido a él las putas malas noticias. De dos en dos y, claro, con agujero. No podría ser de otra manera.
El primer donuts no le ha caído muy allá pero ha sido el menos indigesto de los dos. El nuevo interrogatorio al Club de la Moto ha ido de culamen. Si el primero fue mal, el segundo ha ido peor. Ha dado igual que el peso pesado de Requena haya estado presente. En vista del resultado, ya podía haber ido el Teletubbie morado con su bolsito en vez de Requena.
Ha sido un desastre de principio a fin. David el Gnomo y comosellameelotrocabrón han mantenido el tipo como dos putos campeones. Han puesto carita de niños buenos y asustados, han hecho pucheritos y monadas y no han dicho ni pío. Están tan seguros que no se les puede tocar que no tienen miedo a ninguna amenaza de cárcel. Se lo pasan todo por los cojones. Para más Inri, Esparza ha salido más convencido que nunca que esos dos angelitos son los que dicen la verdad y él quien miente. Acojonante.
Si es que no es de extrañar que el mundo se esté yendo a la mierda. Es un mundo de mierda. Él cuenta la verdad, ellos solo dicen mentiras, y es él quien tiene todas las de perder. Da miedo pensar en lo fácil que es manipular la realidad, en lo jodidamente fácil que es hacer una verdad a tu medida, y mandar a tomar por culo lo que quieres que sea verdad. En este puto mundo da igual que seas inocente o no, en realidad da igual cómo seas, parece que solo importa qué pareces y él debe parecer un cabrón con pintas, un chalado y culpable a más no poder. Puede que si se hubiese puesto un traje gris para los interrogatorios le hubiesen tomado más en serio, ha oído por ahí que el traje gris es la estampa de la seriedad. Lástima que ya sea un poco tarde para cambiar de estilismo.
El primer Donuts no le ha gustado una mierda pero se puede sobrellevar y, además, se lo veía venir. La segunda parte del postre es imposible de digerir ni con la ayuda de toda la producción mundial de esa cosa de pinta curiosa y sabor a menta dulzona llamada Almax. Seguramente también debería habérselo visto venir pero lo cierto es que no, resulta difícil ver lo que no te da la gana ver.
El segundo Donuts, el más hijo de puta de la historia de Panrico, ha sido cortesía del hospital, un detalle el bollito, pero no tendrían que haberse molestado.
Esta mañana se ha llevado un palo de cojones con la llamadita al hospital. Lo que se ha llevado ahora no es un palo, ha sido más bien como haber sido atropellado ocho veces seguidas por el AVE Madrid – Sevilla.
Una voz muy bonita y muy, muy educada, le ha dicho que la infección de Leo, Doña Hija de Puta Peritopollas, está completamente desatada. Esa cosa cabrona está haciendo que todo se vaya a la mierda por minutos, ha entrado en no sabe qué tipo deshock le han dicho, y los médicos no pueden hacer nada para impedirlo. Dicen que los antibióticos no funcionan. Le ha parecido una cosa bastante estúpida, él ha dicho que le pongan más, que pongan otros, que hagan algo, la voz amable le ha dicho que ya lo hacen que hacen todo lo que pueden.
Pues muy bien, hacen todo lo que pueden, ¿y...?, ¿y de qué cojones le vale a él o a ella que hagan todo lo que pueden si no vale para tomar por culo? ¿Cambia eso algo? A él le parece que no.
El clavo final ha sido la frase que le han colado justo antes de colgar. "Siento mucho decirle esto, pero debería prepararse para lo peor". ¿Qué mierda es esa? Si lo siente, ¿para qué cojones lo dice? ¿Para qué? ¿Y qué coño es eso de prepararse para lo peor? ¿Cómo se hace eso? ¿Dan cursos en CCC de Prepárate para lo peor y consigue tu titulación oficial? Que no le toquen los cojones. Esa gente habla por hablar, son gilipollas que no piensan las estupideces que dicen, el daño que hacen o los imposibles que esperan de ti. Prepararse para lo peor... que se prepare su puta madre, que lo mismo más falta la hace.
Prepararse para lo peor... se ha quedao como cuando al Coyote del Correcaminos le caía encima una caja fuerte. Completamente aplastado y con cara de subnormal. Así sigue. Lo cierto es que últimamente se parece mucho a ese bicho, al imbécil del Coyote, tan contento con sus planes de mierda que se suponen van a ser la cura de todos los males del mundo y que al final siempre acaban estallándole en la puta cara.
Ese es él, un gilipollas demasiado obtuso para ver que intenta hacer una estupidez tras otra. Un soplapollas del que un hijo de puta debe estar descojonándose. Él es el Coyote estúpido y ese cabrón que anda suelto el Correcaminos listo. Leo podría ser la gatita esa tan mona que salía en los dibujos de la mofeta francesa esa, Pepe Suputamadre. Ella es la estrella invitada al show del Coyote, la que acaba debajo de la caja fuerte de turno. Ya que tienen a l Hormiga Atómica, estaría bien eso de que él fuese el coyote y Leo la gatita, eso significaría que son dibujos animados. Ahora mismo le encantaría ser un dibujo animado.
Si a los dibujos les pasa algo, pues se levantan tan contentos y al minuto están otra vez corriendo uno detrás de otro. Da igual lo horrible que sea lo que les pasa, no hay más que ver al gato y al ratón de los dibujos que ven los Simpsons, les hacen de todo y siempre hay más episodios. En el mundo de los dibujos las cajas fuertes llovidas del cielo solo les convierten en acordeón un ratito, las mazas no hacen daño, las bombas solo te ponen renegrido y te dejan en gayumbos. En el mundo de los dibujos nada de lo que pasa es verdad verdadera porque nada tiene consecuencias.
Estaría muy bien que nada de lo que ha pasado fuese verdad verdadera, pero va a ser que no. La Hormiga Atómica es un cabrón con casco, Leo es Leo, y él es él. No son dibujos y esto es el mundo real. Aquí las balas hacen mucho daño. Aquí cuando estás destrozado no hay ungüentos mágicos marca ACME que te curen en cuanto te lo pones. Aquí lo que pasa, pasa de verdad y te tienes que quedar a comerte las consecuencias de tu estupidez. No importa lo horribles que sean. Aquí no se puede cambiar de canal para librarte de un final que no te gusta. Lo que pasa, pasa, y las estupideces se pagan caras. No es justo, las consecuencias de esas estupideces las debería estar pagando él solito, nadie más, desde luego no ella. No es justo.
Sacude la cabeza. Tiene que ponerse en movimiento. No va a sacar nada bueno de estar ahí sentado martirizándose y es una estupidez perder más tiempo revisando papeles y fotos que le dan ganas de llorar y morderse los puños. En esto papales no va a encontrar la respuesta que busca. No va a haber más agujas en el pajar, Leo ya encontró la que había y esas cosas no pasan dos veces en la misma historia.
El coche. A por él. Necesita las llaves, pero no tiene ni idea de dónde están, solo sabe que Esparza y su alegre cuadrilla se lo llevaron al garaje del laboratorio para registrarlo y examinarlo. Deben haberse pensado que esto es un episodio de la versión cutre de CSI. No sabe qué esperarían encontrar. Puede que un cadáver en el maletero. O dos. Vaya usted a saber. Lo mismo Esparza esperaba alguna cartita rollo confesión. "Querido señor Vázquez, sé lo que ha hecho. Plantó una pistola en mi casa para inculpar a mi padre y asesinó a mi madre. Solo sé su nombre pero uno de estos días voy a encontrarle y voy a darle esta carta para que recuerde lo que me hecho. Usted mató a mi madre Señor Vázquez, por eso le voy a matar a usted y a todo el que se me ponga por delante". Sacude la cabeza.
A por el coche, necesita tener ese coche y lo necesita ya. Sale del despacho apagando la luz detrás de él. Ya se sabe, hay que ahorrar energía.
La zona de las mesas de fuera está prácticamente desierta, los que no están en sus casas están por ahí intentando encontrar la ballena blanca, solo queda Mario sentado delante de su ordenador. Se acerca a él, seguro que sabe dónde están las putas llaves matarile, rile, rile.
- Mario, necesito las llaves de mi coche, ¿sabes dónde están?
Mario aparta la vista del monitor y le mira como si no le hubiese entendido ni una sola palabra. Tiene una cara horrible. Pálido. Ojos rojos y ojerosos. Tiene pinta de vampiro con síndrome de abstinencia. Es curioso, le conoce desde hace años y jamás le ha visto de otra forma que no fuese perfectamente afeitado y con la ropa tan inmaculada como recién salida del tinte. Cuesta mucho reconocerle con una camisa arrugada y barba de varios días. Mario sacude la cabeza y carraspea.
- Si, si, perdona... las llaves del coche... las llaves del coche.... si....- asiente después de titubear- Las tengo yo, me las dio Esparza cuando acabaron de examinarlo. ¿Te vas ya?
La manera en que hace la pregunta le hace sentirse culpable.
- Sí, aquí no vamos a encontrar nada, lo sabes tan bien como yo. Estoy harto de perder el tiempo. Necesito, no sé, despejar un poco la cabeza para poder empezar a pensar de verdad.
- Si han sido unos días muy duros y hoy, pues, no ha sido mejor....- suspira profundamente y se pasa las manos por la cara- A mi también me iría bien despejarme, el problema es que no sé cómo hacerlo, Corso, no... no puedo.
Ojala pudiese echarle un cable. Ojala.
- Deberías irte a casa. Intentar dormir, ¿cuántas horas has dormido desde el martes?
- ¿Horas..? Di mejor minutos- sonríe ligerísimamente al decirlo.
- Poder dormir es jodido y cuando lo consigues una putada, ¿verdad?
Mario asiente con los ojos entre cerrados. Despierto puedes controlar qué piensas y qué no, cuando te quedas dormido pierdes ese privilegio. Cierras los ojos y los monstruos salen de debajo de la cama para morderte el culo.
- De las gordas además.
Le ve suspirar y frotarse los ojos, no sabe si por cansancio o para sujetarse las lágrimas.
- Vete a casa, anda, descansa. Hazte unos hierbajos de esos de los tuyos y duerme. Lo necesitas, así no puedes seguir.
Mario suelta una risita seca.
- ¿Cómo me puedes decir que me vaya a casa? ¿Cómo pretendes que me vaya a casa y duerma, Corso? Precisamente tú, ¿cómo puedes decirme eso?
Se miran fijamente. Los dos saben todo lo que implica ese precisamente tú.
- Precisamente yo, porque veo cómo estás, vas a reventar. Así no puedes ayudar a nadie. Tienes que descansar, no puedes hacerte esto. ¿Te has mirado a un espejo? Te estás destrozando.
Le mira con cara de "pues anda que tú", después niega despacio con la cabeza.
- No, Corso, yo no puedo descansar, ya lo haré cuando ese hijo de puta esté dónde tiene que estar, ahora no puedo...- sacude obstinadamente la cabeza- No puedo, así que vete a por el coche y déjame.
- Joder, Mario! No hagas esto.
- ¿Que no haga qué?- da un golpe con la mano abierta sobre la mesa- ¿Que no intente ayudarte? ¿que no intente coger al hijo de puta que le ha hecho esto a Leo? ¿Que no haga qué?
Ha ido subiendo el tono de voz en cada pregunta. Al acabar de hablar se queda respirando pesadamente por la boca como si acabase de hacer un tremendo esfuerzo. No es la primera vez que le ve perdiendo la totalmente compostura. Le ha visto así demasiadas veces y casi todas por Leo.
- Que no te comportes como si fueses el único responsable de limpiar esta mierda.
Tiene gracia que diga eso sintiéndose él cómo se siente. Mario aprieta los labios y frunce las cejas. Hay una cosa que está clara, y es que si a ella le pasa algo, el se muere, eso es así y no tiene vuelta de hoja, pero hay otra cosa igual de clara. Mario está en el mismo puto barco que él. Si Leo no sale a flote, ellos dos se hunden con ella. Parece que ellos dos solo se parecen cuando el tema va con Leo. Ella es la única capaz de ponerles completamente de acuerdo.
- Pues me siento responsable, siento... siento que he fallado... siento que os he fallado a los dos y que por eso está pasando todo esto.
Le mira con los ojos muy abiertos, no sabe de qué coño está hablando.
- Venga, ya, tío, tú no has fallado a nadie, desde luego a nosotros no, así que no digas más chorradas.
Mario le mira con los labios apretados y los ojos llenos de lágrimas.
- No son chorradas, Corso, es lo que siento... Siento que podía haber hecho algo y que no lo hice. Joder, yo sabía que Leo tenía el expediente de Vázquez, sabía que estaba trabajando en el caso... y ni fui a verla, ni una vez. Ni fui, ni la llamé... ni nada de nada. - toma aire ruidosamente por la nariz- Nada. Me lavé las manos y me desentendí de ella. No se me ocurrió... no.... joder, Corso, si lo hubiese hecho, si me hubiese preocupado por saber qué pasaba por su cabeza, ella no hubiese ido sola a esa puta casa. No hubiese ido y esto no estaría pasando.
Eso no es así. Sabe perfectamente que Leo jamás hubiese involucrado a Mario ni a nadie
- Mario, escúchame, Leo jamás te hubiese mezclado en este asunto.
- Vale, puede que no... seguro que no, pero si yo hubiese estado allí con ella cuando decidió... pero no... - le mira de una manera que le parte el alma- Estaba... estaba tan enfadado con ella, con vosotros, que miré para otro lado. No... no quise saber nada, me hice el loco, me centré en investigar a Vázquez y pasé de vosotros dos. Pasé de ella ¿Y sabes qué? Que fue el peor error de mi vida. No puedo dejar de pensar que si no lo hubiese hecho, las cosas serían muy distintas.
- No te hagas eso, Mario, no te lo hagas porque sabes perfectamente que no te lo mereces.
- Ya... seguro que tú no te lo estás haciendo.
Golpe bajo.
- No es lo mismo, no es lo mismo- sacude la cabeza
- Si, Corso, es exactamente lo mismo. Es no poder dejar de pensar que si hubieses hecho otra cosa, nada de esto estaría pasado, así que es exactamente lo mismo.
No va a ponerse a discutir con él, no tiene fuerzas para eso, pero tampoco va a dejarle creyendo eso.
- No lo es. Para empezar yo fui quien trajo está mierda humeante a casa. Yo fui quien la pidió ayuda en un asunto en el que no tendría que haber pedido ayuda a nadie. Para continuar, ¿tú sabes por qué fue sola a la casa? Porque ella sabía la estupidez que yo iba a hacer y tuvo bastante más cerebro que yo. Leo no quiso arriesgarse a buscarle la ruina a nadie. No me digas que es lo mismo porque no lo es.
Mario abre la boca pero no le deja decir nada.
- No he acabao, Mario ¿Tú de verdad crees que aunque hubieses estado con Leo en el momento en que decidió ir a esa casa ella te hubiese dejado? La conoces y sabes perfectamente que cuando decide algo no hay Dios que la pare. Ella decidió ir sola para sacarme a mí de un marrón gordísimo y si tú hubieses estado allí cuando lo decidió, te hubiese echado a patadas o te hubiese encerrado en un armario. Fue sola a esa casa no porque tú no estuviese ahí, si no porque yo soy un subnormal al que el cerebro no le rula bien. Mario, tú no pudiste hacer nada para cambiar las cosas. Esto no es culpa tuya.
Mario le mira con expresión sombría.
- Tampoco tuya... lo que te dije el otro día en el hospital...eso de que tú eras el responsable de lo que le ha pasado a Leo... – sacude la cabeza con una mueca de angustia- Yo no tenía que haberlo dicho. No lo pensaba y no lo pienso. Necesito que sepas eso... Yo... yo estaba....- suspira y se encoge de hombros- ..estaba muy enfadado y muy, muy asustado, necesitaba encontrar culpables, pagarlo con alguien... tú estabas ahí...yo seguía enfadado contigo... Lo siento mucho, tío, de verdad.
Extiende la mano y se la estrecha.
- Vale, tranquilo, pero, mira, eso ahora da exactamente igual.
- A mi no me da igual, Corso. No me da igual.
En realidad a él tampoco, pero no dice nada.
- ¿Sabes?- Mario le mira con los labios fruncidos- Cuando pasó lo de Escobar, me juré a mi mismo que nadie volvería a hacerla daño de ninguna manera. Estaba convencido de que podría hacerlo... de que conseguiría encontrar la manera de librarla de todos los males del mundo. Era incapaz de ...- levanta ligeramente un hombro- ... y aún así... Soy un imbécil, y además, ya ves cómo he cumplido mi palabra.
Deja vú. Mario no es el único que ha sido incapaz de cumplir ese juramento.
- Mario, esto es muy jodido de aceptar, pero no siempre podemos proteger a la gente que nos importa. Ya lo sabes
Él lo aprendió con un palo detrás de las orejas, la noche de Escobar.
- No es justo, Corso, les salvamos a todos, les protegemos a todos, pero a ella no podemos. No es justo.
- No.
Mario se queda callado con la vista fija en el suelo.
- El viernes Leo estuvo aquí. Vino a llevarse una copia del expediente del caso de Vázquez. Yo vi cómo se lo llevaba, debería haber impedido que hiciese nada por su cuenta pero no lo hice, ¿sabes qué hice? Discutir con ella. Me enfadé porque seguía ayudándote después de que tú decidieses irte. Dije muchas cosas que no tenía que haber dicho, cosas de las que no sabes cuánto me arrepiento- las lágrimas le desbordan los ojos- Esa fue mi última conversación con Leo y... - la voz le hace un gallo- ..y si ella no se pone bien....
No. Eso si que no. No quiere ni oír hablar de ese tema.
- No me jodas, Mario, ni sis, ni pollas en vinagre, no vayas por ahí. Leo se va poner bien.
- ¿Has hablado con el hospital?
Demasiao ha hablado con ellos. Asiente con gravedad.
- Entonces sabes que eso no es lo que los médicos dicen que va a pasar.
- Los médicos dicen muchas cosas y no siempre son verdad. Ellos también se equivocan y estos no tienen ni puta idea de con quien están tratando, tú y yo si lo sabemos, ¿te la imaginas rindiéndose?
- ¿Leo rindiéndose?- sonríe tímidamente y niega con la cabeza- Ni en sueños, en mi vida he conocido mujer más cabezota.
- Pues ya está, tío.
- No, no está, esto no es cuestión de cabezonería, Corso, esto es.... esto es otra cosa muy distinta.
Levanta un dedo de advertencia. No, es no.
- Se va a poner bien y ya está, no hay nada más que hablar.
Cuestión zanjada. No quiere oír más, ya está demasiado acojonado como para poder permitirse oír cosas raras de boca de Mario. Los dos saben lo que hay, pero hay cosas que es mejor dejar sin decir. Ve una protesta en los ojos de Mario.
- No, te lo estoy diciendo muy en serio, ya está. Finito.
Hace un gesto con la mano. Mario le mira muy serio sin despegar los labios. Sabe que está volviendo a intentar enterrar la cabeza en la arena pero en este momento no podría soportar esa conversación. Toma aire por la nariz y deja escapar el aire por la boca.
- Venga, Mario, tío, déjalo por hoy, descansa, duerme unas horas y mañana lo verás todo distinto.
Mario asiente despacio.
- Voy a irme, pero no a dormir, me voy a ir al hospital, creo que allí es donde debo estar.
- Sí, yo también lo creo. Es una buena idea.
- ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer tú?
- ¿Yo?- se encoge de hombros- yo me voy a dar una vuelta con el coche. Conducir me relaja y me ayuda a pensar.
- No lo hagas.
- ¿Que no haga qué?
- Ir al hospital. No vayas, Corso. Si lo haces no te van a dejar verla y vas a volver al calabozo.
- ¿Ir al hospital?- hace un puchero con los labios- Mario, hacer eso sería una estupidez, ¿no?
- De las gordas además.
Mario le mira fijamente a los ojos.
Las estupideces se pagan, pero eso ya lo sabía. La ceja le escuece como una cabrona. Con la cara tan grande que tiene y han tenido que ir a aplastársela contra la pared justo por el lado que ya tenía recosido. Manda huevos. Han tenido que volver a rezurcirle como si fuese un calcetín viejo.
Aunque no puede decir que el final de su excursión le ha pillado de sorpresa, tampoco se esperaba un recibimiento tan efusivo. Les ha faltado sacar las porras y darle hasta en el paladar, seguro que si hubiese sido Osama Bin Laden le hubiesen tratado con más mimo.
Ha sido entrar en el radar de los dos maderos que hacían guardia, e irse todo a tomar por culo. Se han lanzado a por él como unos perros rabiosos. Le han gritado, le han empotrado contra la pared y le han cacheado de tal manera que solo les ha faltado hacerle un tacto rectal.
La coña es que a esos dos maderos los conoce de sobra, ha coincidido con ellos mil veces en la cafetería a la que suelen ir a desayunar y hasta han currado juntos en algunos casos. Les ha tocado las bolas conocerle o no, igual que se las han tocado los razonamientos de Mario y los no razonamientos de Rocío.
Le han tratado como un animal y le han humillado delante de sus compañeros, de todo el personal del hospital y, lo que es peor, delante de familia de Leo. Qué rabia le da eso. Si esa pobre gente antes no debía tener muy buena opinión de él, ahora deben haberle puesto una cruz, dos velas negras y encargado un muñequito de vudú con su careto.
El hospital no lleva ni tres meses abierto y ya tiene un numerazo para pasar a la historia. Hasta Rita se ha asomao para ver qué era esa escandalera y esos berridos. Se consuela pensando que al menos ahora está completamente seguro de que en esa UCI no se cuela ni el Niño Jesús si no tiene debida autorización.
En fin, ha recibido lo esperado, solo que con un poco más de contundencia de la prevista. Sabía perfectamente que asomar el hocico por el hospital era una estupidez supina pero aún así no podía dejar de intentarlo. Si había una mínima posibilidad de verla un segundo, tocarla y decirla que no tuviese miedo, no podía dejar de intentarlo.
En cuanto ha cogido el coche, sin tener que pensarlo, ha ido derechito al hospital. Ir es una decisión que había tomado en cuanto ha colgado el teléfono al hospital por última vez, solo que no lo había hecho conscientemente.
No sabe si los demás entienden lo que ha hecho pero no ha podido hacer otra cosa. Hay cosas en las que no quiere pensar demasiado pero que están ahí, y por mucho que las quiera ignorar eso no las va a hacer desaparecer. Tú puedes cerrar los ojos, pero la realidad sigue existiendo, y la realidad es que puede decirse que ella es muy fuerte, que a las personas especiales no las matan las balas, que no se va a rendir, que los médicos lo curan todo.... Puede decirse todo eso hasta que le salgan pupas en la boca pero no es imbécil, sabe demasiado bien como están las cosas, precisamente por eso se las dice a cada minuto, porque las cosas están muy mal. Están tan mal que ese "si.." que no quería oír decir a Mario es jodidamente real, y si ese "si..." cabrón llegase a pasar y él no hubiese hecho todo lo posible para estar con ella, no podría vivir consigo mismo. No ha tenido otra elección que hacer una estupidez monumental, era la única opción sensata que le quedaba. La estupidez ha salido mal y ha vuelto a acabar en una sala de interrogatorios esperando a que la alegre cuadrilla de Esparza venga a pedirle cuentas. No se arrepiente, volvería a hacerlo con los ojos cerrados.
Aún no ha asomado nadie la nariz para preguntarle en qué coño pensaba cuando se le ocurrió la feliz idea de presentarse en el hospital, pero no cree que tarde en empezar la procesión. Es consciente del pollo que hay montado en la comisaría. Seguro que está en boca de todos, las noticias, cuanto más jugosas, más rápido se propagan. Habrá gente que dirá que de verdad está chalao, otros que dirán que simplemente es subnormal, reproches de unos a otros sobre quién debía controlarle y quién no... a Requena se le deben estar llevando los demonios.
Lo siente mucho por él porque le ha dejado como el culo delante de Esparza y del juez. También lo siente por sus compañeros porque se han dejado los cuernos para sacarle del calabozo y él en menos de doce horas, ha hecho oposiciones para volver a entrar. Sobre todo lo siente por su padre. Lo siente muchísimo. No quiere ni imaginarse cómo se sentirá cuando se entere de que está de vuelta en la casilla de salida. Espera que pueda entender porque ha hecho esta borricada.
También lo siente por el mismo, claro que sí. Sabe qué va a pasar, sabe que va a ir de cabeza a ese sitio tan estupendo y tan divertido. Lo siente por sí mismo, pero no se arrepiente de haberlo intentado. La vida es cuestión de prioridades y él tiene muy claro desde hace tiempo cual es su prioridad número uno.
La puerta se abre, piensa que serán el dúo Sacapuntas, pero va a ser que no, ni siquiera el comandante en jefe Esparza. Son Mario y Requena. Si fuese un concurso de caras de pasillo, el jurado se volvería gilipollas para decidir cual de los dos se llevaba el premio.
- Joder, Corso!- Requena le mira desde el otro lado de la mesa con los ojos abiertos de par en par- ¿Se puede saber qué coño pretendías yendo al hospital?
- ¿Qué quieres que te diga? Me dolía la tripa y me acerqué a que me echase un ojo.
Requena resopla y se pasa la manaza por la cara. Mario suspira.
- No te podías estar quieto, ¿verdad que no? Tenías que hacer esta estupidez- en la voz de Mario no hay asomo de reproche.
- Será que soy un poco estúpido- se encoge de hombros.
- No, no lo eres.
Mario le aprieta ligeramente el hombro. Cree que él si entiende porqué lo ha hecho. Mario no es tan racional como la mayoría de la gente cree, está casi seguro de que en su situación hubiese hecho exactamente lo mismo.
- No nos estás poniendo las cosas fáciles, Corso- ahora Requena suena más resignado que enfadado- ¿Qué voy a hacer contigo?
- Pues no lo sé, Requena, no lo sé ¿Llevarme tabaco a la cárcel? Ahí dentro parece ser que viene un rato bien.
- Déjate de chorradas, coño, que esto es muy serio, tú solito te has puesto la soga alrededor del pescuezo, ahora solo hace falta que alguien le da la patada a la silla.
- Pues, mira, no creo que falten candidatos para hacerlo.
- No, desde luego que no. ¿Tú eres consciente del lío que te has buscado? Solo espero que el juez no considere que has ido para hacerla daño, rezo por que lo tome como lo que es, que simplemente eres tonto de remate, pero aún así.... olvídate de fianzas, no vamos a poder hacer absolutamente nada para mantenerte fuera. Te has pasado por el forro un mandato judicial de alejamiento, y eso al juez no le va a hacer ninguna gracia. Te has ganado a pulso prisión preventiva hasta el juicio o hasta que encontremos algo para exculparte, y créeme, comparados con una celda de verdad, los calabozos de los juzgados te van a parecer un NH.
Mira a Requena, después hace un ruidito con los labios y se encoge de hombros.
- ¿Te da igual, o qué?
No tiene ganas de explicar que no le da igual pero que en realidad si le da igual.
- No, no me da igual, ¿Cómo me va a dar igual? pero ya está hecho, y ¿sabes, qué? Que lo volvería a hacer.
Requena suspira y menea la cabeza, la cara que pone es un poema.
- En esto de hacer estupideces te superas día a día.
- Bueno, eso es porque soy un tío muy competitivo.
Ve a Mario disimular una sonrisita.
- Bueno y decidme... ¿cómo es que habéis entrado vosotros y no el señor Esparza, líder de la noble causa carguémosle el mochuelo a Corso?
- Pues porque está ahí fuera reunido con todo su equipo sin tener ni puñetera idea de qué pensar de esta aventura tuya o de qué hacer contigo- Mario señala con la barbilla al otro lado del cristal- Creo que les has roto los esquemas a toda esa panda.
Requena resopla como un toro.
- ¿Qué dice Esparza de mi excursión?
- ¿Esparza? Pues él dice que has ido porque te sientes terriblemente culpable, que no soportabas la culpa y has ido a intentar pedirla perdón.
Esparza nunca le decepciona, pero lo cierto es que en eso de sentirse culpable, no se equivoca del todo.
- Si, bueno, ese es Esparza, siempre con la fe puesta en mi. Un figura.
- Tiene su lógica, lo que dice casa con todo lo que cree, que lo hiciste en un arrebato, y que ahora con la cabeza fría....- Requena se encoge de hombros- Es razonable para él.
Se pone a asentir como un loco.
- Si, si, si. Don Triquitraque es un tío muy razonable....razonable y jodidamente gafe, cuando me metan en el trullo, decidle a mi padre que ni se le ocurra volver a acercase a él, que cada vez que alguien de mi familia se pone en su radio de acción... zas! Esparza aparece y un Ruiz va a la cárcel- se ríe sin ninguna gana- Un gafe, lo que yo os diga. ¿vosotros no tendréis ese apellido en alguna parte, no? Porque como lo tengáis... estáis bien follaos. Os lo digo yo.
Mario y Requena le miran como si estuviese tarao. No deben entender a qué vienen las bromitas y el buen rollo. Habla como si todo le tocase los cojones y como si la situación hasta le divirtiese, y lo hace porque en su puta vida ha estado tan hundido ni tan asustado. No puede permitirse hablar de otra forma.
- Hombre! Hablando de mi agente favorito, ahí está en todo su esplendor.
Esparza acaba de entrar silenciosamente en la sala. No le ve desde el miércoles, y no podría haber desmejorado más. Pálido como un folio, ojos rojos, bolsas.... pues si que se está tomando a pecho este caso. Que se joda, a ver si con un poco de suerte le da un jamacuco por agotamiento y le tienen que ingresar.
- Hombre, Esparza, que buen aspecto tienes, ¿no?
Esparza ignora completamente su comentario.
- ¿Puedes decirme en qué pensabas cuando te plantaste en el hospital?
- ¿En qué pensaba? Pues en ti, claro, es que tenía muchas ganas de verte, pero me daba palo pedirte una cita directamente.
Le mira como si pensase que se ha vuelto loco.
- Lo has empeorado todo, Corso, todo, y si sigues con esa actitud, todavía va a ir a peor.
- ¿Ah, pero que esto se pueden empeorar todavía más? Pues dime cómo porque yo no tengo ni puta idea.
Mario le taladra con los ojos, se está pasando de listo y lo sabe, pero no puede evitarlo. Está acojonado en grado superlativo y en este momento no puede manejar el miedo de otra manera. No va a permitir que ninguno de los tres hombres que están en esa sala sepan lo indefenso y aterrorizado que se siente, por eso tiene que ser Corso elevado a su máxima potencia, el mismo que inventó la palabra chulería.
- Si no os importa me gustaría hablar un momento con él a solas - Esparza mira a Mario y a Requena alternativamente.
Eso no ha sido ninguna petición pero Mario cruza los brazos bajo el pecho y mira a Esparza desafiante. Está claro que no tiene de moverse de dónde está.
- No pasa nada, salid, que no me va a decir nada nuevo.
Mario se le queda mirando sin moverse hasta que le hace un gesto con la cabeza, después suspira y sale despacio seguido muy de cerca por Requena.
- Bueno, pues ya estamos solitos, ¿vas a besarme, Esparza? Yo solo te aviso que no me he lavado los dientes después de cenar.
Esparza vuelve a pasar de sus gracietas.
- Mira, Corso, tenemos la obligación de llevarte delante del juez y no está en mi mano no hacerlo. Lo siento. Creo que ya sabes lo que va a pasar, que va a decretar prisión preventiva sin pensárselo dos veces. Estás muy, muy jodido.
- Si bueno, no sufras por mi, que eso no es nuevo, ya llevo mucho tiempo muy, muy, muy jodido.
Esparza se acerca hasta la mesa con paso cansino y arrastrando los pies. Desde luego que el cabrón está demacrado a más no poder.
- Mira, las cosas se te están poniendo muy cuesta arriba, no... no vas a salir limpio de esta, te van a condenar y lo sabes. Las pruebas caen por su propio peso y además tenemos dos testimonios que te incriminan. Ahora más que nunca lo que yo piense da igual.... quiero ayudarte, pero no me lo estás poniendo nada fácil.
- Y menos que te lo voy a poner, no voy a permitir que me interrogues sin estar delante mi abogado. Si tu me jodes a mi, yo te jodo a ti. Así están las cosas, se te han acabado las facilidades.
Le ve sacudir negativamente la cabeza.
- Ya ha pasado la hora de interrogar, Corso, la partida se ha acabado. Ahora solo quiero que me escuches - la voz de Esparza suena monótona y cansada, él también parece estar harto de todo esto- Esto es así, las pruebas son contundentes, hablan solas sin necesidad de que nadie diga nada. Te señalan a ti y solo a ti. Eso no tiene vuelta de hoja. Arma del crimen con tus huellas, motivo, oportunidad y medios. Lo tenemos todo. La cosa no está en si vas a ser encontrado culpable o no en un juicio, la cosa está en cuánto tiempo quieres pasarte en la cárcel.
- Pues, mira, la primera quincena de agosto, así, en principio, no tengo nada planeado, así que esos días me van muy bien- coge un boli mordisqueado que Requena ha dejado sobre la mesa y se pone a jugar con él.
Esparza resopla con aire de estar hasta las pelotas de sus chorradas. No le va a culpar por ello.
- Joder, por una vez, pon las cosas fáciles, ponte las cosas fáciles. Si haces una confesión voluntaria, eso te quitará muchos años de estar ahí dentro, el juez lo tendrá en cuenta a la hora de dictar sentencia, esa confesión podría marcar una diferencia muy grande. Enorme. Estamos hablando de muchos años, Corso, muchos años, son dos homicidios, eso s..,
Eso si que no. Las gilipolleces se han acabado, y con ellas el pasotismo, y el festival del humor. Se levanta de la silla como accionado por un resorte y planta las dos manos sobre la mesa con tanta fuerza que las palmas le escuecen. Tiene que contenerse para no lanzarse sobre él y partirle la cabeza.
- Me cago en la puta! No te atrevas a decir eso, no te atrevas a hablar de dos homicidios. Me cago en la puta! No te atrevas a hablar de Leo como si estuviese muerta, porque no te lo voy a consentir. ¿Me estás oyendo?
Esparza se echa ligeramente hacia atrás. Le ha pillado por sorpresa su reacción pero se repone enseguida. Le mira con dureza, se vuelve a inclinar hacia delante y le sujeta las dos muñecas con las manos.
- Cuidadito, ¿eh? - suena casi como una amenaza, probablemente lo sea- Cuidadito
- No, ten cuidadito tú porque ahora mismo todo me importa tres cojones.
Se ríe con toda la mala leche de la que es capaz. Esparza le mantiene la mirada sin pestañear. El cabrón le está haciendo un daño de cojones en la muñeca izquierda, en la derecha casi no aprieta, será que todas las fuerzas las debe tener en la mano izquierda, la que le está cortando la circulación. Sus dedos arden sobre su piel, está demasiado caliente, como si tuviese fiebre o algo así. En realidad, mirándole bien no solo tiene cara de cansado, también parece de enfermo. Debe haberle tosido alguien con gripe en el hospital. Pobrecito Esparza que está malito. Qué penita más grande.
- Mira, Corso, te estás equivocando con esta actitud. No te va a llevar a nada y solo vas a conseguir tirar toda tu vida a la basura por cabezón y por idiota. ¿Te crees que algún juez te va a encontrar inocente? Eso no va a pasar y puede que ahora te den igual veinte que treinta años, pero cuando estés dentro... no te van a dar igual.
- Veinte años no son nada, ¿no? Lo dice una canción, así que debe ser verdad
Le ve sacudir la cabeza, parece estar perdiendo la paciencia. Eso les pone a los dos en la misma situación, la suya se ha acabado hace mucho tiempo. Retira por fin las manos de sus muñecas y se pone en pie muy despacio. Le mira en silencio un buen rato antes de ponerse a hablar.
- Corso, te lo creas o no te lo creas, yo solo quiero que esto te duela lo menos posible. Tienes que creerte eso.
El caso es que se lo cree, en su cara ve que no quiere que sufra más de lo necesario. Manda cojones, este tío es una contradicción con patas.
- Yo nunca he querido que las cosas saliesen así, tú... tú...- suspira- Verás yo nunca he querido tener que meterte en la cárcel, pero... tengo obligaciones, y las cosas son así, lo que ha pasado tiene un precio.
Le mira de una manera muy curiosa al hablar, el tono también es distinto al habitual, mucho más serio.
- Y, claro, ese precio tiene que pagarlo el tonto del pueblo, que soy yo. Da igual que no haya hecho nada.
Esparza chasquea la lengua, y tuerce la cabeza. Tiene aspecto de estar completamente agotado.
- Te equivocaste intentando manejar a Vázquez por tu cuenta, te equivocaste de medio a medio, y perdiste todo control de la situación. Lo siento, lo siento mucho, de verdad.
Le está tocando los cojones con tanto lo siento, tanta disculpa y tanta polla en vinagre.
- Mira, Esparza, no me digas que lo sientes mientras me echas a los perros, ¿vale? No lo vuelvas a hacer, o si que voy a perder el control, total... de perdidos al río, ¿no?
- No me vas a hacer caso, ¿verdad? No lo vas a poner fácil.
- No
- Estas cometiendo un error, créeme.
- Créeme tú a mi, el error no es mío, es tuyo, por segunda vez estás dejando que metan en la cárcel al hombre equivocado. ¿Tienes algo contra mi familia que yo no sepa?
Por un segundo Esparza le mira de un amanera tan extraña que algo se le remueve en el estómago. Antes de que le de tiempo a analizar sus Esparza desvía la mirada, sacude la cabeza y se da la vuelta para abrir la puerta que da al pasillo. Ve que sacude distraídamente la mano derecha.
No puede dejar de mirarle mientras se pone a hablar en voz baja con Mario y con Requena que estaban esperando fuera como si fuesen sus guardaespaldas. No se esfuerza en oír la conversación, está en otras cosas. ¿De qué iba esa mirada? Ha sido una mirada extrañísima, había muchas cosas ahí... era la mirada de alguien que las está pasando putas. Hombre, teniendo en cuenta que está metiendo en la cárcel a un compañero, pues motivos para sentirse mal no deberían faltarle, pero el caso es que Esparza le cree culpable hasta el tuétano, así que no entiende del todo bien porqué le ha mirado de esa manera.
Mientras hace una radiografía visual a Esparza, él sigue hablando con Requena y Mario, le llegan palabras sueltas. Oye a Mario decir "entiéndele" muchas veces, a Requena "por favor, considéralo", y a Esparza "no puedo y lo sabéis". Siente un escalofrío. Están intentando que Esparza haga la vista gorda. Le da vértigo ver a Mario y al cagao de Requena pidiéndole a Esparza que se salte la ley a la torera. Saben que no lo va a hacer y que podrían abrirles un expediente solo por insinuarlo, pero lo han hecho igual, parece que no es el único que hace estupideces en momentos de desesperación. Le plantaría un beso en los morros a cada uno de mil amores.
- Dejadlo estar, os agradezco la intentona, pero no, con una estupidez al día, ya hay bastante, que sea lo que el juez diga.
- Joder, Corso, no....- Mario le mira con los ojos muy brillantes.
- No pasa nada, no me voy a quedar mucho tiempo en la cárcel. Sé que encontraréis la manera de sacarme, esto no se va a acabar así.
Sabía a lo que se exponía yendo al hospital, ahora no se va a poner a patalear y llorar como un crío. No se va a hacer el sorprendido, como le decía su padre cuando tenía veinte años, si eres mayorcito para hacerlo, también lo eres para asumir consecuencias. Tiene una sensación rara en el estómago, como un vértigo, un aguijonazo. No es la primera vez que la siente, la sintió cuando su madre murió, y volvió a sentirla hace un par días la noche en la que Leo se presentó en su casa, es la sensación de que un capítulo se acaba y empieza uno nuevo.
Aparta la mirada de Mario y la baja hasta la mesa. Ve un diminuto puntito rojo en la superficie brillante. Frunce las cejas. Eso antes no estaba. Lo toca. Sangre. Se toca la cara con cuidado. No nota nada húmedo. Vuelve a tocarse de arriba abajo, se mira las manos y los brazos en busca de heridas. No hay, esa sangre no es suya. Vuelve a fruncir las cejas. La sensación del estómago se hace más intensa.
- Corso, hostias, no puedes entregarte como un corderito!- Mario está gritando desde el pasillo- Que no has hecho nada, coño!
Mario se aparta de Requena de malas maneras y enviste como un toro a Esparza. No le derriba, Esparza tiene los pies bien plantados y es fuerte. Pone las manos en el pecho de Mario y le corta el paso. Es entonces cuando lo ve y todo cae en su sitio. Ve la cara de Esparza contraerse de dolor, ve su aspecto enfermo, ve el puño de su camisa manchado de sangre, ve la sangre en la mesa, ve las marcas de dientes en el boli, en su cabeza ve el puñetazo en la boca de Leo. Ve, sabe y entiende. Ahora lo entiende todo. Esparza no es gafe. Esparza es el hijo de puta más grande que haya pisado este puto mundo.
No oye cómo Requena se deshace en disculpas y pone a parir a Mario, tampoco como Esparza le quita importancia, solo supone que pasa por los gestos que hacen. Ha perdido la capacidad de oír todo lo que no sea su respiración y los martillazos de su corazón.
No había salida, estaba dentro del laberinto del minotauro, sin brújula y sin esperanza, y cuando todo parece perdido, una envestida de Mario, una gota de sangre, y un boli mordido hacen que todo caiga en su sitio. La piel de corderito se cae, y el lobo aparece con los colmillos llenos de sangre.
Esparza, siempre Esparza. Esparza con su padre. Esparza con Bianca y su chulo. Esparza llevando su investigación. Estaba tan claro, solo había que mirar al sitio adecuado.
Esto se ha acabado. No es consciente de levantarse de la silla y echar a andar, solo se da cuenta cuando, como un animal salvaje, se abalanza a por Esparza.
- Hijo de puta! Te voy a reventar!!!!
Su puño impacta contra la cara de ese hijo de puta. Oye un crujido. Siente sangre salpicándole la cara cuando a Esparza le revienta la nariz. Ve su cara de pasmao. Le ve llevarse la mano a la nariz y mirar la sangre como si no entendiese qué ha pasado. Una nariz rota no vale ni para empezar. Esto es solo el principio. Va a pagar cada herida que le hecho a ella. Por fin puede usar de verdad las clases de boxeo. La cara de hijo de puta de Esparza es mucho mejor que un saco de arena. Descarga un segundo puñetazo y unos brazos le sujetan desde atrás. Oye su propio nombre gritado en muchas voces. Ni de coña se va a quedar quieto. Se revuelve, patalea y da codazos. Consigue zafarse del agarre de los brazos invisibles.
- ¿Querías verme perdiendo el control, hijo de puta??!!! Pues mírame, cacho de cabrón!! Mírame!!
Desde atrás siguen intentando sujetarle, pero él no se deja. Se mueve como una puta anguila.
- Corso, hostias! Corso!
Golpea una y otra vez la cara de ese cabrón, más sangre, más cosas que le revientan. Pómulos, labios, barbilla. Esparza empieza a escupir sangre como el cerdo que es. Nunca ha estado tan fuera de todo como ahora mismo. Unos brazos que parecen vigas le rodean desde atrás y de estos no puede zafarse. Se le llevan a rastras. Ni de coña se va a estar quieto, no ha acabado con ese guiñapo ensangrentado que le mira desde el suelo con cara de subnormal. Ya no puede darle más hostias pero se las apaña para darle un patadón de caballo en toda la puta boca.
- Vale ya!!! Corso, vale ya!!!- Mario se interpone entre Esparza y él y le mira con desesperación.
Se da cuenta de que los que le tienen agarrado son los hombres de Esparza, los cabrones de los interrogatorios.
- Soltadme, hostias, que me soltéis cabrones!
Da igual lo que se retuerza, esos tíos son enormes y le tienen cogido entre los dos.
- Ya está bien, coño!- Requena suena aterrorizado agachándose junto a Esparza- Quieto!
Lanza un amago de patada pero no llega a darle. El cabrón de Esparza se encoge sobre si mismo. Parece un bicho bola. Qué asco siente. El hombre que le ha destrozado la vida es una cosa patética hecha un burruño en el suelo.
- Se ha vuelto loco, joder!- A Esparza a penas se le entiende por la sangre que le sale de la boca. Los dientes rotos tampoco ayudan- Al calabozo, bajadle al calabozo
Él y su puta madre si que se van a ir al calabozo.
- Un polla, al calabozo! Este hijo de puta es el que va a irse al calabozo! Ha sido él, ¿me oís? Él!!! Él!!!- la garganta le escuece de gritar.
- Venga, coño, lleváosle ya!- Esparza pone cara de agonía y se sujeta la boca.
Los dos tíos que le tienen sujeto tiran con más fuerza de él, intenta revolverse, pero no puede con ellos, son dos moles.
- De aquí no se va nadie- el tono de Requena para en seco a los dos policías. Se incorpora despacio y le mira directamente a los ojos a él- Corso, ¿qué es eso que estás diciendo?
- ¿Que qué estoy diciendo? Que este hijo de puta le ha metido cuatro tiros a Leo. Que es un asesino y un hijo de puta. Eso es lo que estoy diciendo.
Esparza abre mucho los ojos y niega como un gilipollas.
- ¿Oís las tonterías que dice?- a Esparza la voz le sale más aguda de lo normal, suena a cabrón cobarde acojonadito porque le han pillado- Se ha vuelto completamente loco, lleváosle!
- ¿Que estoy loco? Cierra la puta boca y súbete la manga. Vamos a ver si de verdad estoy tan loco.
Los hombres de Esparza se miran el uno al otro como si no tuviesen ni puta idea dónde se han metido, o qué está pasando.
- Delgado, López, ¿a qué coño estáis esperando para llevárosle? ¿no veis que solo muerde porque está rabioso? ¿No veis que ha perdido la cabeza? Os he dado una orden, al calabozo con él ya mismo! - suena como un niño cabrón con una rabieta de tres pares.
Los armarios no hacen amago de moverse o moverle, solo miran a Requena con cara de pasmaos.
- Soy el agente de más rango en esta sala y como tal, las órdenes las doy yo - la voz de Requena es un trueno- De aquí no se mueve nadie hasta que yo lo diga y no lo voy a decir hasta que no me quede absolutamente convencido de que lo que dice Corso no sea verdad- Requena usa su tono demoledor. Uno que normalmente le reserva a él cuando mete la pata hasta el fondo- Corso, ¿tienes algo para demostrar lo que estás diciendo?
Mira a ese pingajo ensangrentado del suelo y le dan ganas de destrozarle. Se siente sonreír lleno de veneno y odio.
- Yo no tengo nada, Requena, lo tiene él- siente que todos los pares de ojos se clavan en él- ¿No os parece que, aquí nuestro amigo, tiene pinta de estar muy malito? Yo creo que si, ¿Por qué no le preguntáis qué le ha pasado? Venga, Esparza, ¿por qué no se lo cuentas? A ti se te dan muy bien esto de contar historias, ¿a qué si, hijo de puta?
El cabrón no dice ni media.
- ¿No dices nada? Pues ya se lo digo yo- mira a Mario y a Requena- A este cabrón le han mordido, ¿verdad que si?- fija los ojos en Esparza- Te han mordido y se te ha infectado, por eso estás hecho una puta mierda- le sale una carcajada llena de odio- Si es que no te cuidas nada, mi vida, tanto estar pendiente de mi....
Aparta la mirada de esa sanguijuela y la clava en Mario.
- Mario, el que hizo daño a Leo no se hizo pasar por policía, fue uno de verdad. Fue él, este hijo de puta- la garganta le hace una especie de gallo- Leo le mordió, por eso él la dio una hostia- traga saliva- Dime, hijo de puta, ¿qué sentiste al hostiarla?, ¿te sentiste muy machito dándola después de dispararla? Sí, seguro que te sientes muy orgulloso de ser tan valiente. ¿Por qué no eres tan valiente ahora, hijo de puta?!
Baja la mirada el muy cabrón. Para dar a una chica indefensa si hay huevos, para sostenerle la mirada cuando la hora de la verdad llega, no los hay.
- Venga, cabrón, enseña la muñeca y acaba con esto.
Esparza no se mueve ni para atrás ni para delante.
- Haz lo que dice- la voz de Mario asusta. Jamás le ha oído ese tono tan seco y amenazante.- !Qué hagas lo que te están diciendo, hostias!
Esparza les mira a todos con cara de angustia pero no dice nada. Ya no se molesta en protestar, ni en decir que se ha vuelto loco. Le han cazado y lo sabe. Puedes mentir y puedes inventarte pruebas, pero las de verdad, cuando las llevas puestas, no las puedes esconder.
- No me hagas repetírtelo- la paciencia de Mario se ha acabado totalmente, su voz lo dice todo.
No se mueve. Mario se acerca hasta él como un mercancías, sin abrir la boca le da una tremenda hostia en la mandíbula, después saca el arma y le apunta con ella directamente al puto entrecejo. Los dos polis que se suponían eran colegas de Esparza no hacen ademán alguno para detenerle. Se ha quedado solo en su pantomima.
- Qué hagas lo que se te dice
Esparza no se mueve. Mario se agacha y le sube la manga ensangrentada de la camisa de un tirón. Aparece una gasa igualmente llena de sangre tapando la muñeca. La posibilidad de que se hubiese equivocado acaba de irse a la mierda. Un tirón que le hace gritar como una hijo de puta. La gasa desaparece y en su lugar aparece una herida jodidamente fea, profunda e infectada. Habría que ser Rompetechos para no ver las marcas de dientes. Se siente tremendamente orgulloso de Leo, qué jodidamente grande es. La rabia se dispara.
- ¿Puedes explicarnos qué coño es eso, Esparza?- Requena habla como una especie de autómata horrorizado
Esparza no dice nada.
- Ya veo que no. Mario, espósale.
Mario se agacha y le pone las esposas. Ve que las manos le tiemblan al hacerlo.
- Yo...
Va a lanzarse a partirle la boca de nuevo, pero Mario se le adelanta y le descarga el puño contra la cara destrozada de ese cabrón. Requena y los compañeros de Esparza miran la escena sin inmutarse. Todos tienen la misma cara de asco.
- ¿Vas a hacer que molestemos a un juez pidiéndole una orden para un molde dental de Leo, o nos vas a ahorrar a todos el tiempo?
Esparza susurra algo que no entiende.
- ¿Qué has dicho hijo de puta? Habla claro que no se te entiende.
- No...- sacude la cabeza- Esto se ha acabado.
Esto se ha acabado. La rabia le sube directa a la cabeza.
- ¿Que se ha acabao? Hijo de puta, ¿solo dices eso, que se ha acabao? Haces... la... tú....- a falta de palabras que le salgan, se escaquea del agarre que ya era más simbólico que otra cosa, y le planta una coz en toda la boca del estómago- No tienes derecho a vivir... no lo tienes.
Debería echare huevos y matarle ahí mismo.
- Bajadle al calabozo- Requena se dirige a los dos compañeros de Esparza- ¿Estábamos grabando?
Uno de los hombres niega con la cabeza.
- Mejor- mira a Esparza con el gesto torcido- Supongo que necesitará un médico- mira a los polis que le tienen sujeto- Avisad al inspector de guardia para que lo haga él, creo que ahora está reunido. No le molestéis que la reunión es importante, repuestos de oficina, cuando acabe, si os acordáis, le dais el aviso.
Los dos gorilas levantan a Esparza con el mismo mimo con el que se trata a un fardo de abono. Cada gemido de dolor que se le escapa a esa escoria, es un regalito para sus oídos. Mario le está mirando con la misma cara con la que se miraría a una enorme mierda de San Bernardo que te encuentras en el suelo.
- Por eso tanta amabilidad- a Mario se le han llenado los ojos de lágrimas- Por eso nos dejaste perseguir el aire, porque sabías perfectamente qué íbamos a encontrar, , lo que tú querías que encontrásemos.
Mario se ríe con amargura.
- Tan preocupado por Leo, venga a preguntar cómo estaba, venga a llamar al hospital, venga visititas, venga pedir informes al hospital... Si, muy preocupado estabas tú.... lo que estabas era acojonado perdido de que se recuperase y pudiese identificarte.
- Lo siento... no lo pude evitar- Esparza se ha convertido en un animalito dócil.
- ¿Qué no lo pudiste evitar, cacho de cabrón?- le dan ganas de volver a macharle- Cierra la puta boca o te la cierro yo, y ya sabes cómo voy a hacerlo.
Oye a Mario suspirar junto a él. Se gira a mirarle y le ve temblando.
- Debías estar rezando para que en una de esas llamadas al hospital te dijesen que ya se había muerto- Mario pega su cara a al de Esparza tanto que parece que le vaya a besar- Eres un hijo de puta, UN HIJO DE LA GRAN PUTA!
Acaba la frase descargando el puño contra el estómago de Esparza que le hace doblarse sobre sí mismo. El espectáculo de Esparza sufriendo debería encantarle, pero no presta atención, algo ha hecho clic en su cabeza.
- No, Mario, este hijo de puta no es de los que rezan para que las cosa pasen. Este hijo de puta es de los que hacen que las cosas pasen. Tú la has hecho algo. ¿qué coño has hecho?
Mario abre los ojos de par en par, pálido como un papel. Reacciona al instante cogiéndole por la pechera de la camisa y mirándole a los ojos como un animal rabioso. Ni Requena ni sus compañeros mueven un solo dedo para impedirlo.
- ¿Qué le has hecho?- si Mario le hablase a él con ese tono, se cagaría vivo- ¿Qué le has hecho? Que me lo digas.
Esparza solo traga saliva y se encoge como un gusano. Ese hijoputa va a contestar a la pregunta aunque tenga que reventarle a golpes. Se planta justo detrás de Mario y mira a los ojos huidizos de Esparza. Da mucho asco verle tan asustado. Mucho, mucho, asco.
- Solo te lo voy a preguntar una vez- Mario empieza a berrear como un loco- ¿QUÉ.COJONES.LE.HAS.HECHO?
- Lo siento..- Le ve pasarse nerviosamente la lengua por los labios- ... no podía dejar que... no podía... me hubiesen matado a mi, me hubiesen matado... - lo dice en un hilito de voz como si le diese vergüenza
Le coge por el cuello sin que Mario le haya soltado la camisa. Nota su pulso acelerado bajo sus manos, debe pensar que le van a matar. Ganas no faltan.
- Me tocan los cojones lo que te pase, me suda la polla que te maten, dime de una puta vez que la has hecho o te juro por la tumba de mi madre que te aprieto la garganta hasta cascártela como un puto huevo.
Nota como se esfuerza en tragar saliva, después asiente.
- En el maletero de mi coche, una ampollas. Lo sie
No acaba la palabra, el aire se le escapa de golpe por la boca con el brutal puñetazo que le da en el estómago,y que le manda de vuelta al suelo entre toses y sonidos de ahogo.
- Deberías empezar a rezar, Esparza, porque si Leo no sale adelante, tú no llegas vivo al juicio y no te confundas, que esto no es una amenaza. Esto es un aviso- sale del despacho sin mirar dos veces el aguafuerte de Goya que deja atrás.
Se pone a pensar en posibilidades. En síes. Si Esparza no hubiese fallado los primeros disparo, Leo no le hubiese mordido. Si Esparza no hubiese disparado una cuarta vez, nunca hubiesen podido saber que no hubo forcejeo. Si no hubiesen sabido que no hubo forcejeo, él no habría mirado el informe médico y visto el golpe de la boca. Si no hubiese sabido que había un golpe en la boca de Leo, no hubiesen pensado que Leo intentó hacer algo. Si no hubiesen sabido que Leo intentó hacer algo, jamás hubiese dado importancia a que Esparza no tenía fuerza en la mano derecha. Si no hubiese habido un boli mordido encima de la mesa, no hubiese pensado en mordiscos. Si no hubiese hecho la estupidez de presentarse en el hospital, jamás habría acabado en una sala de interrogatorios con él. Si Esparza no hubiese cortado el paso a Mario con las manos, jamás se hubiese sabido la verdad. Si uno solo de estos síes no hubiese ocurrido, la historia hubiese acabado de una forma muy distinta. Si, si, si, si, si.... A esta historia le sobran síes. Se siente mareado
Necesita aire. Pensaba que cuando por fin tuviese delante al cabrón que la había hecho daño se sentiría mejor, que el hecho de que tener la verdad, o que se fuera a hacer justicia le confortaría o algo así. Tres cojones
Ahora se siente exactamente igual que antes, y además sin ningún objetivo, se siente como un puto barquito a la deriva flotando en un mar de mentiras y mierda. Mientras espera el ascensor ve que el reloj de la pared marca la una y media. Ya es sábado. Sábado, puto sábado.
Bonus Track: No te me escapes (Sábado 15 de diciembre, 02:10)
Intento escuchar tus pasos en la acera
Intento escuchar tus pasos en la cera, pero no llegan
Espero oír el sonido de tus nudillos en mi puerta
Pero no los oigo
Me pregunto dónde estás esta noche
Yo te estoy esperando aquí
No te me escapes, no me hagas llorar, no me pongas triste
Porque sabes que yo solo te quiero a ti
No te me escapes
(Don't Pass Me By)
Calor como el que siente bajo sus labios al besarla su frente. Está ardiendo. Arde como en la sala de interrogatorios ardía ese monstruo. Ojala ese cerdo arda de verdad. Ojala se prenda como una puta antorcha humana y no queden de él ni cenizas. Siente que le tiembla el labio inferior, se esfuerza en sujetarlo.
- Hey, preciosa. Buenas noches. Ya sé que no son horas...
Otro besito en la cara y la coge la mano. Otro contraste, la frente arde y la mano está helada. Ve que ahora en vez de máscara de piloto de guerra tiene un tubo metido por la boca. La máscara daba muy mal rollo, el tubo le pone los cojotes de corbata. Ahora si se puede ver el moratón de la boca.
- Oye, tienes... tienes que perdonarme por no haber venido antes. No es que no haya querido verte, ¿eh? Nada de eso, me moría de ganas de verte, pero no he podido...- suspira profundamente- Verás, las cosas le han liado un poquito ahí fuera, todo se salió de padre y de madre, y.... – decide que no es momento de explicar qué coño ha pasado- Bueno, ya da igual, ya está, ahora todo está arreglado.
La habla muy bajito pegado a su oído. Nota su olor contra su nariz. Huele a fiebre, a miedo, a dolor, y a desinfectante de hospital pero por debajo de todo eso, huele a su olor preferido, simplemente a Leo. Los ojos empiezan a escocerle muchísimo. Frota suavemente la nariz contra su orejita.
- Ya sabemos quién te ha hecho esto, le tenemos- suspira- Tenemos a Esparza y no se nos va a escapar, a ese cabrón se le ha acabado la suerte. Ahora todo va a empezar a ir bien, te lo prometo, poquito a poco vas a empezar a ponerte buena, antes no podías porque ese cabrón no te dejaba... pero él ya no está, y no se va a volver a acercar a ti en su puta vida, así que ahora si te vas a poder curar.
Le tiemblan los dedos mientras la acaricia muy despacito la cara. La está tocando tan suave que casi contiene el aliento esperando a que se echa a reír y a revolverse porque le hace cosquillas. La idea le hace sonreír primero, y le pone tremendamente triste después. Eso no va a pasar.
- Está siendo muy, muy fuerte. Estás haciéndolo muy bien, los médicos están flipando de lo bien que lo estás haciendo. Lo flipan. Tienes que seguir así.
Ya no está tan seguro de que Doctor Roberto sea un médico de pega o un chapucero. Cada vez lo ve más como un simple gilipollas bocazas e insensible, y cada vez menos como un mal médico. No sabe hasta que punto es merito de Doctor Roberto, cree que Leo tiene mucho que ver, pero lo cierto es que, por mal que ella esté, ha salido de la operación, ya no hay balas dentro, lo que estaba roto ya no lo está y, aunque necesite ayuda, está respirando. No debe ser tan mal médico cuando ha conseguido eso.
También es verdad que se ha liado a sacar trozos de cosas sin permiso de su dueña, pero supone que no había más remedio. No cree que sea cosa de que el Doctor Roberto haya tomado a Leo por el muñequito del juego ese que anuncian todas las Navidades como si fuese nuevo, uno en el que hay que sacar trocitos de plástico con unas pinzas sin que se le encienda la nariz. O lo mismo sí, los médicos son un poco como los peluqueros, a los dos les gusta cortar. No está enfadado con él por eso, seguro que lo ha hecho porque era necesario, no por diversión, al menos eso espera.
Doctor Roberto no estaría tan mal si supiese mantener esa boquita suya cerrada, si no se dedicase a ser tan cenizo y no diese opiniones que nadie le ha pedido. Para Doctor Roberto nunca hay nada que esté bien, y tiene la puta manía de decir qué siente Leo y qué no. Le ha dicho que está tan ida que ni se entera de que él esté ahí con ella. Eso si le toca los cojones y le cabrea. No tiene derecho a poner palabras en boca de ella. No la conoce.
Eso de que Leo no se entera de que él está ahí con ella, no se lo cree ni Dios, ni Alá, ni Buda, ni la madre de Doctor Roberto, la doctora Roberta. Leo sabe perfectamente que está con ella. Hay cosas que simplemente se saben, no importa que se esté drogado, o se tenga fiebre o se esté medio inconsciente. Se saben y punto.
Si Doctor Roberto no entiende eso simplemente es un pobre desgraciado que nunca ha tenido a nadie de verdad importante en su vida. Él sería capaz de sentir la presencia de Leo aún estando dopado hasta las cejas. Leo estará hasta las cejas de sepa Dios qué, pero sabe perfectamente que él está ahí.
Se lleva su mano a los labios y la besa en el dorso, le da la impresión de que los huesos y las venas se marcan más de lo normal. En realidad, le parece mucho más pequeñita que el otro día, es un bultito chiquitín debajo de las sábanas, parece como si algo se la estuviese comiendo poquito a poco. Suspira y recorre despacito con el dedo una línea azulada en su antebrazo.
- Tú no tienes que tener miedo, ¿eh? No tienes que tenerlo porque te vas a poner buena muy pronto, vas a tener que seguir luchando y siendo así de fuerte, pero te vas a curar. Te lo juro, ese cabrón no va a poder contigo de ninguna de las maneras. No le vamos a dejar.
Ve que la piel se pone de gallina ahí donde sus dedos la tocan. Ese capullo de médico no tiene ni puta idea, si su cuerpo reacciona así, las cosas no pueden estar tan mal como dice. Es absolutamente imposible.
- Ahora lo que tienes que hacer es descansar, ¿si? Tú sigue durmiendo, que yo me voy a quedar aquí contigo, y si alguna enfermera nazi me quiere echar, va a tener que ser a escobazos, y si lo consigue, que lo conseguirá, yo voy a estar a menos de diez metros de aquí, y te digo una cosa, que en cuanto se descuide, yo me vuelvo a colar para estar contigo.
Se le escurren unos lagrimones gordísimos por la cara. Le hacen cosquillas, pero no se molesta en secárselos. Se agacha junto a su orejita para hablarla.
- No te voy a dejar sola, Leo. Ni de coña te voy a dejar yo a ti sola, en la puta vida, ¿me oyes? En la puta vida.
Juguetea con sus dedos mientras habla, le parte el alma que no haya fuerza en ellos, poder moverlos a su antojo sin que ella oponga resistencia.
- Tú duerme, que yo me voy a quedar aquí contigo hasta que te despiertes.
Aparta con cuidado el flequillo de su cara y deja descansar los labios contra su frente.
- Yo me quedo contigo.
(Continuará...)
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Virgen santisima! Menudo viaje que ha sido leer esto. Esperaba mucho pero,niña, me has dejado sin palabras, en serio. Insuperable. Me ha encantado. Hata te perdono lo malsisimamente mal que lo he pasado esperando y leyendolo. eres mala pero mala, me has enagañado y todo al rpincio.
buenisimo, buenisimo. aunque no me chivaste nada te has ganado un jamón de mi tierra. eso siquiero tercera parte a la de ya mismo.
Si te da por escribir guiones yo hipoteco la casa y te financio si hace falta. madre de mi vida, lo que seria esto grabado.... te has salido chavalina. Olé la señorita Austen
Me llamo Ruth, leo el foro con frecuencia pero soy tan vaga que nunca me he resgistrado. He estado de vacaciones todo el verano y llegué hace unos días. he abierto el foro y me he encontrado con este relato que no habia visto (tampoco la priera parte). llevo desde las cuatro de la tarde pegada al monitor. creo que es la primera vez que escriboun cometnario en un blog pero tenia que hacrelo. esto es una pasada, uan pasada de las de verdad lo he pasado fatal fatal y a la vez fenomenal. me ha encantado, me he emocionado y se me han saltado algunas lagrimas. creo qu ehas sabido hacer tuyo el espirirto de la serie y a todos los persoanjes. lso reconozco a todos coros y leo estan claavaos. que bien hubiese estado quela seie hubies continuado un par de episosido smas y hubiese pasado esto.
espero qeu la tercera parte llegue pronto y sea por lo menos la mitas de buean que estas dos. nose proque pero me da a mi que esa si que me va a hacer llorar de verdad. muchisimas gracias por este regalazo.
K chulada!!!!! me a encantado!!!! jooo k crei k iba a akabar mal mal pero nooo y k bonito el final!!!! pobre corso y pobrecita leoo, jo ke penita me ha dado la pobre!!! pero k bonito k t ha kedao!!! Spero k haya mucho mas y con mucho mucho corleonee!!!
muchas felicidades wapa!!corso & leo forever!!! bsts!!!
Continuará?
Continuará?
Tú no tienes corazón Kate!!!!!
Dejarnos así después de esta PEDAZO HISTORIA.
Ya estás dejando todo lo que tengas que hacer y escribiendo la continuación. Amos por favor!
:D
Tyrosina
jooooder! llevo dsde el sabado enganchadiisma a este relato, MENUDA PASADA
pedazo de argumento, de manera de contarla, de momentazos antologicos y de todo
el final me ha matado mas bontio imposible, me temia lo peor... me veia comprando antidepresivos por internet. suscribo al ultimo comentario, por dios, necesitamos mas!
Me ha encantado Kate,la última escena que sepas que me ha emocinado muchísimo...espero ansiosa la tercera parte.un besazo
pal
Kate:
Esto no se hace, una que se siente aquí poco menos que forastera, siendo Lemans reconocida, compañera de travesías "Barbaleras" y me haces esto... Pobre Leo, pobre Mario... y yo sé que Leo se quedará con Corso, pero no te da ni un poquito de pena mi Mariete?? Qué manera de hacernos sufrir a todos...
En fin, que una debe ser masoca, o estúpida integral, no lo tengo claro, pero espero ansiosa la tercera parte (aunque si te soy sincera no recuerdo si leí la primera...)
Un besito!!
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